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España España · PONTEVEDRA
Críticas de Skorpio
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Críticas 157
Críticas ordenadas por utilidad
6
12 de marzo de 2022
134 de 147 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si habéis nacido y/o crecido en Occidente y estáis en el rango de edad que, de manera generalmente consensuada, se asume como el más propicio para casarse y tener hijos –o al menos pensar seriamente en ello- os enfrentaréis abiertamente al ver esta película a todas esas cuestiones con las que muy probablemente os rompan la cabeza si no habéis tomado la senda que ese conjunto heterogéneo que solemos denominar como "la sociedad" admite como único camino posible, como "ley de vida", en palabras de los sujetos que conforman las generaciones precedentes.

Carrera profesional estable, vida en pareja, maternidad, lazos familiares estrechos e incorruptibles… los que no hace tanto constituían los pilares de las sociedades occidentales, lo "socialmente bien conceptualizado", están hoy cuestionados de una manera imposible de imaginar hace una o dos décadas, nos cueste más o menos admitirlo abierta y honestamente. Y precisamente la protagonista de esta heterodoxa tragicomedia romántica reúne en su persona todos esos debates, internos y externos, todo ese compendio de dudas existenciales, cuyos críticos más simplones y superficiales se limitan a explicar en razón del egoísmo e individualismo imperante en una generación a la que le han dado todo hecho (o eso dicen). Lo cual puede valer para entender la parte, pero desde luego no el todo.

Precisamente ese individualismo, ese narcisismo, parece ser lo que mueve a Julie (una brillante Renate Reinsve, premiada en Cannes con todo merecimiento) a tomar decisiones trascendentales a partir de impulsos momentáneos, de estados de ánimo que alcanzan su particular pico, sin meditar las posibles consecuencias para sí misma y, sobre todo, para las personas de su entorno afectivo más inmediato (la elección del título no es una mera figura retórica). Pero, a poco que la película va dejando entrever sus sucesivas capas de significado, tanto en lo explícito como en lo implícito, vemos que esas decisiones repentinas no son meros arrebatos instintivos e irracionales, sino el resultado de un malestar emocional creciente, cuyas causas, más o menos legítimas, no se podrían desarrollar tan fácilmente en un hilo de Twitter ni en una columna de opinión de un periódico.

La marcada estructura episódica del relato ayuda muy bien a distinguir los momentos clave en la particular montaña rusa emocional de la protagonista, que alcanza su clímax en una reveladora, a la par que hilarante, "secuencia alucinógena" en la que quedan por fin al descubierto los numerosos traumas y fantasmas que han ido conformando su personalidad y su manera de actuar. La película alterna una base general de drama intimista con desvíos hacia ligeras licencias fantásticas o la recién citada ensoñación, que tejen ese subtexto de discreta comedia negra, pero la clara primacía y constancia de lo primero es lo que acaba apelmazando en cierta medida la narración en su tercer acto.

Al final nos deja con una cierta sensación de haberse "quedado a medias", de poder haber dado mucho más de sí. Lo que diferenciaba a esta película de los miles y miles de dramas que exploran la misma temática u otras similares eran precisamente sus lances alejados de lo convencional, de lo no esperado en un relato de este tipo y con este tono, que finalmente parecen quedar en un segundo plano ante ese tímido intento de redención final de la protagonista. Tengo la convicción de que la mejor aportación de La Peor Persona del Mundo será el debate que alrededor de la misma y de su mensaje se puede (y se debe) generar, más que el relato en sí mismo, que aprieta pero no ahoga lo suficiente.
Skorpio
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7
10 de noviembre de 2009
79 de 92 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta producción francesa adapta libremente la aclamada novela de Muriel Barbery, La elegancia del erizo. La realizadora afirmó que, al tratarse de una novela muy literaria, valga la redundancia, se tomó la adaptación como un reto. Su intención fue conservar el espíritu de la primera lectura, esa que nos coge por sorpresa, desnudos, que no da apenas tiempo a analizar todos sus entresijos.

Lo que más le llamó la atención del libro original fue el trío protagonista: la joven Paloma (Garance Le Guillermic), la entrañable portera Renée (Josiane Balasko) y el enigmático nuevo inquilino japonés, el señor Ozu (Togo Igawa). Y precisamente en ellos establece los pilares de la narración. Contrapone desde el primer momento a estos tres individuos, introvertidos pero con un gran equilibro interno, con su aburguesado y cínico entorno, formado por seres aparentemente extrovertidos y abiertos pero con un mundo interior totalmente patas arriba.

La pequeña Paloma, desencantada de este mundo en el umbral de la infancia, graba con su cámara casera (versión audiovisual del diario en la novela) a toda la gente que le rodea, sus familiares, sus vecinos, como animales deambulantes por la sabana, como un pez rojo dando vueltas y vueltas en la pecera, metáfora esta última que la directora ha tenido el detalle de representar visualmente, dándole un plus de significación, sobre todo con su reaparición hacia el final del metraje, con una cierta intención anticipatoria. Son precisamente Renée y el señor Ozu los únicos que parecen escapar a esa inquietante tónica dominante, como erizos con duras púas pero sensible y frágil abdomen.

La directora impregna de onirismo y poesía, sin prescindir del necesario aroma revelador, un universo cotidiano encerrado en un edificio que actúa como un cuarto personaje, escondite de sus personajes ante la calle que se presenta como un vivero de aventura pero a la vez peligro, con terribles consecuencias. Crea una fábula atemporal en la que convergen una trayectoria iniciática, la de la niña curiosa e inteligente en los albores de la brecha de la adolescencia, con una concepción radical de la muerte como solución a la vida que le espera, la adulta, que le causa pavor; pero bajo su mirada se nos muestra otra trayectoria, de segundas (o últimas) oportunidades, con el encuentro de dos viudos, solitarios y soñadores que se resisten a caminar solos hacia la vejez. La inesperada resolución de esta segunda trayectoria funciona a modo de homilía para la pequeña Paloma, que de esta manera reinterpreta en un sentido más prudente los conceptos de la vida y la muerte que a su temprana edad ha desarrollado.
Skorpio
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7
3 de agosto de 2023
49 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta era de crisis de ideas, en la que parece que ya todo se ha inventado y que reciclar y rehabilitar glorias del pasado es la única garantía de éxito, sigue siendo la comedia televisiva el sector que más espacio deja a la innovación con el lenguaje y los formatos: el 'mockumentary' como cauce de la sitcom clásica (The Office, Modern Family), la batidora de géneros, códigos y referencias sin filtro alguno (Community) o las distintas experiencias de hibridación con el documental (How to with John Wilson, Los Ensayos o las ocurrencias de Bo Burnham en el confinamiento) son ejemplos muy claros de este paradigma que ha sido y sigue siendo tendencia en lo que llevamos de siglo XXI.

En esta línea, el tándem Lee Eisenberg-Gene Stupnitsky -guionistas en la versión estadounidense de The Office- y el director Jake Szymanski, curtido en factorías tan prolíficas como las de Saturday Night Live o Funny or Die, nos traen una serie que no sólo juega con los límites de la comedia, sino que explora las últimas fronteras entre ficción y realidad. Haciendo hábil uso de los mecanismos y las posibilidad del reality televisivo, Jury duty da una o dos vueltas de tuerca más al 'mockumentary' y nos presenta una especie de mini "show de Truman" dentro de las paredes de un juzgado.

Un ciudadano anónimo acude a su deber público como jurado popular en un proceso civil aparentemente sencillo que, poco a poco, se va tornando en una sucesión de esperpentos y situaciones rocambolescas. Y así ocurre porque, precisamente, todo está orquestado y todos los demás intervinientes en esta farsa -los demás miembros del jurado, los alguaciles y hasta el propio juez- son actores que realizan un papel -algunos de ellos también guionistas de los episodios y otros incluso con experiencia previa en el ejercicio de la abogacía-... pero este nuestro protagonista involuntario es el único que no lo sabe.

Las maravillas de la creatividad humana permiten ofrecer dentro de un mismo formato un experimento sociológico sobre la conducta humana con una sitcom de lo más rocambolesca, en la línea de las tendencias que han redefinido la comedia televisiva en el siglo XXI. O cómo una persona corriente reaccionaría de manera natural a la hora de lidiar con situaciones y personajes de lo más pintorescos, es decir, cómo (sobre)viviría en una telecomedia sin ser consciente de ella.

El resultado es tan redondo que ha colado un producto de una plataforma pequeña y muy joven (Freevee, subsidiaria de Amazon) entre las nominadas a Mejor Serie de Comedia en los Emmys, en los que también suma una nominación como actor de reparto para James Marsden por lo que es, básicamente, una autoparodia de sí mismo como vieja estrella de segundo nivel en horas bajas. Y ojo con Ronald Gladden, nuestro héroe anónimo, que demuestra un gran potencial -si bien inconsciente- para la pantalla y podría ser un gran descubrimiento -si bien accidental-.

No tengo ninguna duda de que veremos esta serie en las listas de lo mejor del año.
Skorpio
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8
5 de julio de 2020
29 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando todo parecía inventado en la narrativa audiovisual, aparece una serie alemana que llevaría las discontinuidades narrativas a otro nivel, intercalándolas de manera que formasen una continuidad cíclica en cuya ruptura radicaría en última instancia, su conflicto nuclear. Eso es Dark, que parte de los viajes en el tiempo y de la teoría del eterno retorno para ampliar su propio microcosmos a la teoría de los multiversos y a la superposición cuántica, junto a un sinfín de referencias, principalmente de la mitología bíblica, pero también del folclore germánico, como los döppelgangers. Parábolas metafísicas y fantasías científicas van de la mano en una de las series de misterio y ciencia ficción más logradas de todos los tiempos, que bebe de clásicos contemporáneos del género como Matrix o Interstellar (el pastiche/tributo a esta última en la series finale es más que evidente).

Desde su primerísimo episodio el flujo de enigmas planteados y teorías encaminadas a resolverlos, tanto desde el propio relato como desde los espectadores, no han parado de incrementarse, con lo cual la temporada final tenía ante sí el arduo reto de dar cierre a todos esos interrogantes (o una parte, al menos) y ofrecer una gran respuesta, ante la cual sería inevitable recibir voces críticas o decepcionadas. Pero, hablando por mí al menos, y ya digerido adecuadamente el desenlace y encajadas correctamente las distintas piezas en mi cabeza, he de decir que el final me ha dejado mucho más que satisfecho.

Comparaciones son odiosas, pero todo hay que decirlo: Lindelof y Cuse, demiurgos de Perdidos, deberían fijarse, una década después, en la brillantez de la que han hecho gala Baran bo Odar y Jantje Friese, creadores de Dark. Mientras aquellos optaron en su última temporada por llevar el relato por otros derroteros para evitar hacer frente a la apilada montaña de enigmas que habían estado acumulando desde el primer minuto (que se demostró eventualmente fruto de una continua improvisación), la pareja teutona se atrevió en el tercer y último acto a elevar al cuadrado e incluso al cubo su complejo entramado, pero no como una huida hacia adelante, sino como parte de un gran plan en el que todas y cada una de las piezas acabaron encajando de manera milimétrica. Porque precisamente en la complicación del berenjenal se iba a encontrar la mejor solución posible al mismo.

Los interrogantes eran numerosos, pero el desenlace da respuesta a la gran mayoría de ellos, y desde luego resuelve todos los que se encontraban en el núcleo central del relato, en su columna vertebral. Personalmente me quedé con ganas de saber un poco más del pasado de Aleksander Tiedemann, pero en último término no era algo tan relevante para el conjunto de la serie. En cuanto a las teorías que volaban en mi cabeza, en la mayoría no acerté, pero me alegro, pues la solución última a dichos nudos ha sido más sorprendente y lograda. Sobre todo en lo relativo al determinismo, principal tronco semántico del relato.

Efectivamente, tampoco en ese universo alternativo era posible huir del destino escrito, por muchos recovecos y variantes que este plantease. Precisamente la única manera de romper en ese ciclo sin fin era atacar a su origen, que no era interno sino externo, en la línea de la teoría de la causalidad que postulan algunos creacionistas para defender la existencia de Dios. Y no podría haber un Adán y una Eva, controladores de cada uno de esos mundos con mano de hierro, sino hubiese antes de ellos un dios, un creador, pero no voluntario sino accidental.

(a partir de aquí con spoilers)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Skorpio
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7
7 de diciembre de 2020
25 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dentro de todos los estragos que está causando el coronavirus, aunque sin duda en el grupo de los menos severos, están las cancelaciones y retrasos que están sufriendo muchas series. Entre ellas se encuentra una de las grandes revelaciones de la temporada pasada, esa Euphoria que irrumpió como un vendaval de aire fresco y que le acabó valiendo a su protagonista, Zendaya, un merecido Emmy. Para su segunda temporada habrá que esperar todavía un buen rato, pero sus creadores han decidido saciar el apetito de los espectadores más ávidos con dos especiales que servirán de puente entre ambas entregas.

El primero de ellos se centra en la propia Rue y después de los eventos de la pasada 'season finale', tras su decisión de no fugarse con Jules y su regreso a la espiral de adicción de la que había conseguido salir. ¿El resultado? Puede que el "especial navideño" más atípico de la historia de la televisión. Tras un prólogo que nos muestra la relación de Rue y Jules en su apogeo de felicidad, recién despertadas, a plena luz de un soleado día y sin nadie que las moleste, el episodio su mueve hacia una única localización en la que tiene lugar la totalidad del metraje restante.

A partir de entonces, todo es puro diálogo, en la oscuridad de la noche y la soledad de una cafetería en una fecha tan señalada como Nochebuena. Y como única réplica de Rue, el único personaje de la serie que transmite un mínimo de sosiego entre tanto frenesí, locura y lágrimas: Ali, ese hombre de mediana edad al que veíamos charlar con Rue a la salida de las reuniones de Narcóticos Anónimos en las que ambos participaban.

Dirigido por el propio Sam Levinson, creador y cerebro de la serie, el estilo desenfrenado, visualmente juguetón y videoclipero al que nos acostumbró la primera temporada se transmuta aquí en pausa, lo dinámico cede frente a lo estático, aunque se mantiene ese tono oscuro tan característico. Una pausa que no es sinónimo de calma, sino una manera de que el tormento interior de Rue (cerca de volver a alcanzar sus propios picos) encuentre su vehículo de expresión en la palabra, en el intercambio de sentires y pareceres varios, en vez del alcohol, las drogas y las luces de fiesta.

Sí, un relato que se caracterizó en su primera hornada por su intensidad y su torbellino de emociones nos reta ahora a mantener la atención a un diálogo de casi una hora, sin música extradiegética que intensifique el drama, sin sus peculiares artefactos visuales y compositivos, dejándolo todo a merced del poderío interpretativo de Zendaya y Colman Domingo. El sentimiento de soledad y los fantasmas de la recaída en la adicción sirven de tejido conjuntivo a una conversación en la que se habla del destino, la fe religiosa, la muerte, las amistades y amoríos y de todo un poco.

Poco más tenía que demostrar Zendaya con esta serie, pero dejándola a solas y con el tiempo suficiente con el único personaje de la serie con el que su Rue puede ser completamente honesta, y la vez eso nos sirve para conocer un poco más de ese hombre sobre el que poco o nada sabíamos los resultados son maravillosas. Una y otro van liderando el peso de la conversación de una manera alternada, uno habla y la otra escucha, y viceversa y vuelta a empezar, como si fuese partido de tenis cuyo único premio consiste en sacar algo en claro de sus momentos presentes. Máxime en una fecha en la que se les "obliga" a estar felices y contentos sin más, pero que no pueden impostarlo tan alegremente cuando tienen tantas movidas y rayadas en sus vidas.

Me intuyo que esta será la calma que sucede a una tempestad… pero que precederá a otra, la que nos espera en una segunda temporada ante la que me acaban de poner los dientes aún más largos.
Skorpio
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