Tuve la suerte de ver esta película en el Festival de Berlín, en una sesión matinal (9:30 h), y lo que pude ver es algo difícilmente concebible. La película trata, en resumen, la historia de un asesino en serie en el Hamburgo de los años 70, que llevaba a prostitutas a su casa para violarlas y, posteriormente, asesinarlas. El problema no está en este aspecto, que ya hemos podido ver en infinidad de películas sobre crímenes, sino en el repugnante retrato que el director, Fatih Akin, hace del asesino, teniendo en cuenta que se trata de una historia real. Las imágenes hacen que te sientas dentro de la escena, que no puede ser de una repugnancia mayor, centrándose en la figura de Fritz Honka, un hombre muy poco agraciado y con un modo de vida realmente «peculiar»: merece ya la pena ver la película por conocer el apartamento y el bar donde se une a otros personajes igualmente «únicos». No quiero extenderme, pero debo comentar que, para mi gusto, es una película excelente que muestra sin ningún tipo de tapujos toda la maldad y fealdad posible que puede existir en este mundo. Como he titulado, absténgase si es de estómago delicado.

Después del Silencio

Fundido a negro. El sonido de los grillos inunda la oscuridad de la sala. Las primeras personas empiezan a abandonar sus butacas. “Directed by Martin Scorsese” en la pantalla. Abandono también la sala. En silencio. Hasta que no pasa un alrededor de un minuto no comento casi nada de la película que acabo de ver con mi amigo. La valoración se limita a “ha estado bastante bien”, “que buen retrato del Japón del siglo XVI”, y poco más. Entramos al parking. Cogemos el coche. Conduzco hasta su casa y le dejo. Serían alrededor de las 1:40 AM: se nota el desgaste de casi tres horas de película. Conduzco hasta mi casa, aparco, y hago poco más que dormirme inmediatamente.

"Un cazo agujereado se introduce en un charco de agua casi hirviendo. Se recoge una cantidad considerable. Acto seguido, esa agua abrasa gota a gota a un japonés amarrado a una cruz".

“Es normal”, pienso. Alguna que otra imagen de la película me sobrevuela la mente antes de dormir. Mientras me revuelvo entre las sábanas buscando dormirme, pienso en lo que acabo de ver, pero sin mucha profundidad crítica.

Me despierto, y comienzo mi rutina habitual: desayuno, me visto, hago la cama…. "Una cabeza rueda por la arena, dejando un hilo de sangre a su paso". Al igual que cuando veo otras películas de cierto nivel reflexivo, las voy digiriendo con el paso de los días, de los momentos en que mi mente se abstrae de mi realidad, para ir a la "otra realidad". Hay imágenes que no se me van en todo el día, especialmente una: el rostro lleno de fe del anciano frente al enérgico mar, amarrado a la cruz, como su "Deusu".

Con el paso de las horas, y de los días, mi estima hacia la película va en aumento. Cierto es que, en el momento, puede parecer tediosa y más lenta de lo que debería, pero luego aprecias ese tiempo, esa contemplación visible en la interpretación de Andrew Garfield, esa desolación ante tanta maldad. Mención aparte para el momento en el que finalmente aparece Liam Neeson en escena, en el que uno llega a perder toda la esperanza, cualquier atisbo de que al final todo irá bien para los indefensos mártires japoneses.

Tras ya casi una semana tras el visionado, mi crítica hacia la película tiene mucho a su favor, como el maravilloso retrato de la cultura feudal de Japón en el siglo XVI, o un villano realmente aterrador, no por su maldad, sino por su capacidad para simular ser un líder magnánimo y bondadoso con su población, a la que libra del mal extranjero que es considerado el cristianismo. También es cierto que, aunque la actuación de Andrew Garfield es soberbia, las correspondientes a Adam Driver (que ya nos ofrece una maravilla como Paterson) y Liam Neeson son mucho más reducidas de lo esperado, al ser considerados ambos tres coprotagonistas. Sin duda, dos enormes capacidades dramáticas seriamente desaprovechadas.

Dos cosas para terminar. Pienso que ambos finales de historia (el que se ofrece, y el que todos esperábamos, sin desvelar la verdad) son igualmente válidos, puesto que supondrían cosas totalmente distintas para la narración de la película. Y por último, comentar que Martin Scorsese ha vuelto con un film que a priori parece no llevar su sello más característico (auge y caída de personas problemáticas), pero sin duda no defraudará a todo aquel que quiera ver un cine reflexivo y contemplativo de mucha calidad.

Escribo esto poco después de haber visto el estreno de la nueva película del director y guionista de la premiada «Déjame salir». Y he de decir que Peele se ha superado. «Us» es un clásico instantáneo del cine de terror. Y me atrevo a afirmar esto por un simple motivo: la película huye de los clichés preestablecidos en este género, y sabe cómo ir alternando secuencias angustiosas con momentos llenos de humor negro, de los que te hacen reír para soltar toda la tensión acumulada. Sin duda, una fórmula que comenzó con su primer film y que perfecciona en este.

En el aspecto actoral, destaca la protagonista, la magnífica Lupita Nyong'o, en su doble papel, aportando el peso dramático a la obra. Su contraparte humorística corre a cargo de Winston Duke, su marido en la ficción, y es remarcable cómo sus intervenciones ayudan a destensar la escena. El reparto lo completan los hijos del matrimonio, bastante competentes, y actrices de renombre como Elisabeth Moss.

El guión, como ya he comentado, está perfectamente equilibrado entre esos diálogos de alta tensión, en los que podemos ver cómo las ideas de Peele sobre la humanidad y el límite de sus acciones, quedan plasmadas; y esos momentos cómicos que nos hacen ver que no todo en el terror tiene que ser pasarlo mal.

Pasando a lo técnico, la película es una «masterclass» de cómo la fotografía, el montaje y la música son parte clave de un tipo de película así. Nada que objetar.

En conclusión, y porque no quiero extenderme demasiado, la película es un gran retrato de lo que los seres humanos podríamos llegar a ser capaces en realidades no tan alternativas, de cuáles son nuestros límites y de cómo sigue habiendo una gran fractura entre «nosotros» y «ellos»...