Cuando se habla de "Best Friend" y sabiendo de lo que trata, las comparaciones con Black Mirror son inevitables. De hecho, debería ser un halago el equiparar este cortometraje con una serie tan cojonuda. Y es que el corto es una pequeña gran obra de arte.

Temas como la soledad, la dependencia tecnológica y las adicciones han sido tratados como mínimo treinta millones de veces. Es jodido hacer algo novedoso, renovador... pero ciertamente, aunque esta pequeña pieza no crea nada nuevo, sí que consigue ser un producto con personalidad propia, dando lugar a una historia que, en sus cinco minutos, da muchas vueltas a otros proyectos audiovisuales con temáticas similares pero de mucha más duración.

No puedo terminar esta pequeña crítica sin mencionar su preciosa animación. La paleta de colores escogida, con esas tonalidades amarillentas me parece todo un acierto, y no creo que sea coincidencia. El amarillo puede representar multitud de cosas, muchas buenas, pero también encontramos connotaciones negativas asociadas, por ejemplo, a las enfermedades. Y es que el protagonista está enfermo. Un completo dependiente que sin sus dosis de probetas antisoledad no puede vivir. Esto no deja de ser una interpretación mía, puede que no signifique absolutamente nada, pero me apetecía resaltarlo.

En definitiva, "Best Friend" es un cortometraje que, bisturí en mano, disecciona algunos aspectos negativos de nuestra sociedad moderna para luego echártelos a la cara y recordarte que en este mundo no todo es algodón de azúcar y arco iris.

Pues oye, muy bien. El corto nace de una premisa simple y cotidiana, un alumno intenta mantenerse despierto en clase. A partir de ese momento, la animación es la protagonista de la historia, sirviendo para plasmar movidas oníricas y surrealistas en pantalla. Cuatro minutillos entretenidos que, además, pueden hacer que más de uno se identifique con lo que está viendo.

Este cortometraje de animación francés de apenas seis minutos consigue crear en un muy reducido lapso de tiempo una odisea sensorial y surrealista que consigue capturar a la perfección los efectos tanto de las drogas (los buenos y los malos), como del propio sexo.

No te cautivará por su historia, la cual es simplemente una excusa para lo que vendrá a continuación: un chico está en una fiesta cuando se le acerca un chaval a ofrecerle una extraña pastilla, la cual consumirá. El resto es un conjunto de imágenes que nos ayudan a sumergirnos en la cabeza de ese chico como si fuésemos él.

De la animación, el punto fuerte del corto sin lugar a dudas, mejor no decir nada. Simplemente invitaros a ver esta obra de arte con vuestros propios ojos.

Porque joder, son seis minutos, en lo que estás en el baño cagando con el móvil ya has terminado de verlo, y créeme que merecerá la pena.