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Críticas de laTrieste
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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
8
16 de abril de 2016
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
La década de los 80 fue una de las más interesantes en términos creativos para el cine comercial americano. Durante este período surgieron los primeros capítulos de sagas que marcaron un antes y un después en la historia del cine: Regreso al futuro, Indiana Jones, Terminator, Robocop, Pesadilla en Elm Street, Jungla de cristal… sin olvidar la llegada de secuelas de Star Wars y Alien o de obras maestras como Blade Runner o El precio del poder.

Del mismo modo no podemos pasar por alto que en 1984 se estrenó Calles de fuego, otra obra de culto, tal vez un peldaño por debajo de las anteriormente citadas en cuanto a impacto en la cultura popular pero que también merece aparecer en los listados de lo mejor de los 80.

Trabajo de encargo para Universal del siempre interesante Walter Hill (The Driver, The Warriors), esta fábula de rock ‘n’roll (tal y como es presentada en los títulos de crédito) nos traslada a “otro lugar y otro tiempo” a ritmo de rock, romanticismo y acción típica de los 80.

Ellen Aim (claro homenaje a Helena de Troya) es una estrella del rock a la que el malvado Raven (un Dafoe intenso) y su banda de moteros macarras secuestran durante uno de sus conciertos. Ninguno de los asistentes puede evitar el rapto, así que Reva, una de las fans de Ellen, decide enviar una carta a su hermano Tom (Michael carapalo Paré), ex soldado y ex novio de Ellen para que vuelva a la ciudad y les ayude a salvar a la chica.

Argumento simple, diálogos ridículos –sí, lo son– y situaciones que ocurren porque sí no suponen ningún problema si aceptamos las reglas del juego y nos dejamos llevar. Si así lo hacemos Calles de fuego nos parecerá una auténtica maravilla… y es que hay algo en esta película que engancha, y mucho. Puede que sea la belleza natural que desprende Diane Lane –que por aquel entonces tenía 20 años recién cumplidos– o tal vez sean sus escenarios nocturnos, la estética años 50, la lluvia, las luces de neón, la esencia pulp, las explosiones –aquí todo explota–, los personajes que se van uniendo a la aventura sin ton ni son –esos The Sorels que aparecen como excusa para interpretar I Can Dream About You antes del fantástico broche final que supone Tonight is What it Means to be Young–… Lo que está claro es que tanto los temas musicales (el montaje de Nowhere Fast con el que se inicia la película roza la perfección) como la banda sonora de Ry Cooder suponen un alto pocentaje de la grandeza de esta película.

Como anécdota cabe destacar que la saga de videojuegos de SEGA Streets of Rage, iniciada en 1991, homenajeó a la película de Walter Hill no solo con el título, sino también con algunos personajes, escenarios y situaciones claramente inspiradas en las de la película.

Definitivamente Calles de fuego no pertenece a este lugar ni a este tiempo: pertenece al olimpo de las cult movies, el lugar en el que sólo merecen estar aquellas películas que en algún momento nos hicieron soñar, ese tipo de obras que varios años después de su estreno nos permiten seguir creyendo en la magia del cine.
laTrieste
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7
26 de enero de 2023
11 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hollywood es un lugar extraño. No me cabe la menor duda… y si hubiera una mínima, por muy
pequeña que fuera, cada cierto tiempo aparece alguna producción -ya sea un blockbuster, una
película indie o producto de serie B- que se encarga de recordarlo. Es el caso de Babylon.

Damien Chazelle es el director de una épica de 189 minutos y cerca de 100 millones de dólares
de presupuesto, una cinta que los más sensatos categorizarían de kamikaze… y efectivamente,
como esas estrellas que desaparecieron en el tránsito del mudo al sonoro, la película se ha
dado una soberana castaña.

Tan solo tres nominaciones a los Oscar (ninguna de ellas relacionadas con los premios
considerados tradicionalmente como top) y una recaudación que no cubre ni el gasto en
transporte del becario condenan a la extremadamente arriesgada obra de Chazelle al
ostracismo… ¿o tal vez con el tiempo será tratada con el respeto que realmente merece?
Porque efectivamente, Babylon es una película excesiva, delirante, escatológica y repleta de
clichés pero, ¿acaso no es eso, precisamente, lo que define a Hollywood?

Babylon nos cuenta la historia de la edad de oro de la industria del cine a través del auge de las
nuevas estrellas del cine mudo o los anhelos de las ya consagradas -encarnadas por unos
notables Margot Robbie y Brad Pitt- y también de aquellas minorías que intentaban abrirse
paso entre el glamuroso desfase de los años 20 para forjarse una carrera más o menos digna,
interpretadas por los bienintencionados Diego Calva y Jovan Adepo.

La fiesta orgiástica y la depravación, una constante en el Hollywood de aquellos años -y
seguramente también en los actuales- que Kenneth Anger plasmó en la obra que todo buen
cinéfilo debe leer Hollywood Babilonia en 1959 es la fuente de inspiración encubierta del
mastodóntico guión firmado por el propio Chazelle.

Citando a El gatopardo “si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.
Y eso es lo que pasó con la llegada del sonoro… y aquellos jefazos de las majors continuaron
siendo jefazos pero las estrellas del mudo que no pudieron reciclarse fueron eliminadas de la
ecuación. Ya sabes: “si no das dinero no sirves para nada”. Y esa parte donde nuestros
protagonistas se dan cuenta que la fiesta ha acabado es seguramente la más complicada de
digerir -atención a la cruel escena entre el decadente Jack Conrad (Pitt) y la periodista de
sociedad interpretada por Jean Smart- de la monumental Babylon.

La película, repleta de guiños al cinéfilo, cameos incluidos, gustará especialmente a aquellos
enamorados del cine clásico. No en vano, más allá del evidente y subrayadísimo paralelismo -
hardcore, eso sí- con Cantando bajo la lluvia o El crepúsculo de los dioses, la cinta tiene
momentos francamente emotivos que la convierten en obligado visionado a aquellos que
realmente amen el cine.

Tal vez por eso Babylon ha tenido tan poco éxito. El público prefiere invertir tres horas de su
vida en la película de la sala de al lado, donde unos personajes azules tiran flechas subidos en
¿dragones? en un mundo de LSD de los que, por cierto, ni el espectador de Babylon se librará.
laTrieste
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How To with John Wilson (Serie de TV)
SerieDocumental
Estados Unidos2020
7,9
2.051
Documental, Intervenciones de: John Wilson
9
3 de octubre de 2023
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
No resulta descarado afirmar que la capacidad creativa en el mundo audiovisual es cada vez más raquítica, por eso, cuando nos encontramos con algo realmente estimulante parece que estemos ante una suerte de delirio. Tras frotarnos los ojos varias veces y descubrir que no estamos soñando, empezamos a recomendar a nuestro círculo íntimo lo que acabamos de presenciar, como si estuviéramos frente a una aparición mariana -o un avistamiento ovni, para los no creyentes- de esas que estuvieron tan de moda el siglo pasado.

Tras toparnos por sorpresa con How to with John Wilson (2020-2023) navegando por el ponzoñoso catálogo de HBO (ya hemos visto todas la producciones top de la plataforma), empezamos a leer en internet sobre un producto del que jamás habíamos escuchado hablar… y nos sentimos culpables y algo desesperados porque está a punto de estrenarse la tercera y última temporada de este delirante espectáculo de periodismo gonzo creado por el neoyorquino John Wilson.

Es difícil clasificar la serie documental que nos ocupa. John Wilson, cámara en mano y con su nasal voz en off presenta a lo largo de 18 episodios divididos en tres temporadas una serie de temas de lo más variopintos Cómo montar un andamio, Cómo cocinar el risotto perfecto, Cómo observar aves, Cómo encontrar un baño público… Sin embargo, bajo esta premisa, en algún momento de cada capítulo hay un giro que acaba desencadenando un tema totalmente distinto al propuesto pero manteniéndolo, en cierto modo, a través de sus divertidas metáforas visuales.

Resultan especialmente interesantes los momentos en los que el protagonista acude a diferentes convenciones, no sólo en Nueva York, sino en otros lugares de los Estados Unidos. A modo de ejemplo y sin ánimo de estropear la experiencia a la audiencia, algunas de estas convenciones están dedicadas a coleccionistas de aspiradoras, fans de la película Avatar o “víctimas” del efecto Mandela. Del mismo modo aparecen una serie de personajes a cual más esperpéntico con los que Wilson pretende hacer una radiografía social y cultural -con mucho humor e ironía- de sus compatriotas.

Hay ciertas situaciones en las que nos cuesta creer que no sea todo un montaje, algo con lo que Wilson ha lidiado a lo largo de estas tres temporadas y con lo que juega en el penúltimo capítulo de la serie, donde nos hace plantear los límites de lo real e irreal en virtud del espectáculo. De todos modos es mejor subirnos a esta montaña rusa sin saber demasiado, dejarnos llevar y quedar atrapados por las historias que John Wilson nos ha explicado a lo largo de, desgraciadamente, tres únicas temporadas.

Gracias, John Wilson por haber creado algo tan fuera de lo común.
laTrieste
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2
9 de febrero de 2023
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Producto lamentable donde todo es pésimo, desde el guión hasta las interpretaciones. Zahera, lo único interesante de este bochorno, pasaba por ahí para cobrar el cheque haciendo un spin-off de su personaje de As bestas o ya puestos de cualquiera de las otras películas donde suele aparecer. Sorprendente que den luz verde a productos de este tipo.
laTrieste
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7
31 de julio de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Christopher Nolan, director, productor y guionista de Dunkerque, no es Kubrick. Tampoco es Malick, ni Eisentein y menos todavía Welles. Nolan no es un visionario, pero es evidente que se esfuerza por serlo. Es algo a su favor. Como reza el dicho “en el país de los ciegos el tuerto es el rey”… o como decía George McFly “si te lo propones puedes conseguirlo todo”.

En esta ocasión el inglés se ha propuesto narrar un clímax de 100 minutos a base de pornografía sonora (Hans Zimmer) y delirio visual (Hoyte Van Hoytema), presentado, eso sí, en gloriosos 70mm. Ya lo hizo con El caballero oscuro o Interstellar. Entre los años 50 y 60 también lo hicieron, entre otros, William Wylder con Ben-Hur o David Lean con Lawrence de Arabia . Nada nuevo bajo el sol. Recientemente también se subió al carro Tarantino con Los 8 odiosos. De todos modos, mejor resucitar los 70mm que alargar la agonía del 3D... y así, de paso, el cinéfilo casual tal vez se acerque al Phenomena (la única sala de España en la que se puede ver Dunkerque en dicho formato), pague 12 € y se quede igual que si la hubiera visto en una simple proyección digital. No pasa nada: la experiencia habrá valido la pena.

En Dunkerque Nolan ha querido homenajear uno de los episodios de la Segunda Guerra Mundial menos explotados a nivel cinematográfico: la Operación Dinamo, y lo ha hecho con relativa sutileza, al menos durante la mayor parte del metraje. La cinta, apenas sin diálogos, nos explica a través de tres historias que se entrelazan (por tierra, mar y aire) el rescate de los 300.000 soldados británicos cercados por los nazis en la ciudad francesa en junio de 1940.

Desafortunadamente, la enésima película sobre la Segunda Guerra Mundial cuenta con un elenco de actores desaprovechado (Tom Hardy, Kenneth Branagh, Cillian Murphy, Mark Rylance), un desarrollo de los personajes deficiente, plano y sin carisma, con los que resulta imposible empatizar y un guión cuya mayor virtud es el uso del tiempo narrativo, algo habitual en la filmografía del director, como ya pudimos ver en Memento u Origen.

Quien espere un Salvar al soldado Ryan se llevará un buen chasco. Quien espere una Delgada línea roja, tres cuartos de lo mismo. Aquí no hay sangre ni casquería; para Nolan la guerra es como la Navidad: blanca, pura, y cristalina… es decir, un producto edulcorado PG-13, una máquina de hacer millones.

Dunkerque es, en definitiva, un ni fu ni fa que se va diluyendo en el recuerdo a medida que el humo y el atronador ruido de su banda sonora desaparece, pero que no se me malinterprete: no estamos ante una mala película: hay planos poderosos y un trabajo de dirección muy notable, pero no es la cinta que Warner y los críticos enjabonados por la distribuidora nos quieren hacer ver (y menos todavía la que los delirantes fanboys de Nolan nos venden por las redes sociales). Si el espectador espera entretenimiento, Dunkerque cumple con creces a nivel audiovisual. Si además espera un buen guión, tendrá que buscarlo en otra parte.
laTrieste
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