Es raro que el cine español trate un tema social en tono de comedia, sin embargo está película consigue el milagro de divertir sin frivolizar sobre un tema tan espinoso como es la inmigración marroquí en España.
Y seguramente esté más cercana a la realidad cotidiana está visión amable del fenómeno, que la que nos muestran continuamente los medios de comunicación. La apuesta estética de la película, las sinceras interpretaciones, la honestidad de su planteamiento, son una lección moral para otros cineastas que gastan millonarios presupuestos en ocultar que nada tienen que contar.
Aquí si se escucha una voz con algo que decir, una apuesta ética por un tipo de cine que tiene espectadores, a pesar de lo que opinen distribuidores y con el que hay que tener un poco de paciencia para que llegue a las salas.

Una propuesta bienintencionada la ópera prima de Daniel Guzmán , que queda lastrada por el tono auto compasivo y la justificación moral de las acciones de su protagonista que parece empujado a la delincuencia juvenil , al gamberrismo, por culpa del divorcio de sus padres. Intenta ser un canto a la amistad por encima de todo, pero por momentos parece reivindicar la vuelta al pueblo, simbolizado en el personaje de la abuela (incomprensiblemente interpretado por la propia abuela del director, con tonillo de actriz aficionada en casi todos sus diálogos) y a una cultura deudora de los coros y danzas, como en la secuencia donde bailan unas tonadas folclóricas.
Una película que bajo su manto de cine social reivindicativo , en realidad esconde una película moralista, donde se sabe muy bien quienes son los buenos y quienes los malos.

Hay que tener coraje para abordar un tema como el miedo, desde la perspectiva que lo hace esta película . Un contrapunto a la insensata alegría con la que la mayoría de cineastas españoles se entregan a las alharacas del ‘país del ruido gozoso’.
La película da en la diana del problema más grave que padecemos en estos momentos: la vulnerabilidad de una sociedad acobardada y sometida.
Esa perversa niña , excelente trabajo de Marina Recio, metáfora de la impune actitud de los que nos controlan sin desmayo, sojuzgando nuestra libertad. La anécdota particular de esa familia desamparada simboliza la situación general de nuestro ‘país del pavor’: porque nos han dejado inermes, sin defensa ante el constante atropello.
Me parece que tal es la importancia de la audaz propuesta que después de verlo, el film me ha dejado en un estado de congoja del que me ha costado desprenderme. La consistencia de la puesta en escena para graduar con tanto tacto la continuidad de la intriga –cada vez más asfixiante- me parece muy bien resuelta, y muestra una madurez considerable en un cineasta debutante.
Trufada con unos interesantes hallazgos narrativos, la elipsis en el plano donde la niña escapa con la bicicleta y la puerta corredera del instituto hace las veces de un fundido encadenado , es sencillamente brillante .
La dirección de actores raya a un nivel altísimo.Imposible no destacar la conmovedora la actuación de José Luis García Pérez, perfecto en la representación de la angustia por su obligada impotencia para responder al acoso creciente y constante de esa maligna hostilidad.
El pais del miedo es una película digna de la gran novela que adapta, un ejercicio muy complicado y del que Espada sale más que airoso.