Personalmente creo que el problema de I'm not there reside en su excesiva complejidad narrativa. Se hace necesario ser un gran conocedor de la vida y obra del genio Dylan para encontrar la esencia del film. Incluso conociendo los detalles, la película te desubica constantemente en su afán de trascender, incluso por encima de la personalidad real del artista. No obstante, contiene momentos para el recuerdo, casi todos ellos con Blanchett como protagonista.
Disfrute más con No Direction Home, aunque en favor de esta I'm not there, he de decir que creo tiene más valor desde el punto de vista de la experimentación cinematográfica.

Si no sabes nada sobre Dylan, ni te molestes.

La película está bien, se deja ver, tiene sus momentos cómicos divertidos, narrativamente es original, nos cuenta una historia bonita, pero... no deja de ser una sucesión interminable de videoclips. Oculta sus carencias con escenas intrascendentes que quedan resultonas gracias al buen uso de la música. Webb es un experimentado director de videoclips y eso se nota. No es tan buena como algunos dicen pero es mejor que casi todas las comedias románticas que se hacen actualmente.

Avatar es envoltorio. Simplemente envoltorio. Hay muy poco en su interior: un impostado mensaje ecologista y una historia de amor que ya conocíamos. Lo demás no es más que un despliegue de tecnología y efectos especiales, un muestrario de excelentes paisajes generados por ordenador y demasiada lucecita fosforescente. Durante los 45 minutos centrales la película no avanza prácticamente nada, no hay nada que la lleve hacia delante. El protagonista se limita a dar saltitos detrás de la princesa azul. EL espectador se conforma con los paisajes y los artificios cinematográficos del 3D (no nos engañemos, el cine nunca debería convertirse en 3D, por definición. Es un avance que aporta demasiado poco al medio.)
En definitiva, una película que toca ver porque podría convertirse en el nuevo paradigma de la superproducción comercial americana, aunque a mí personalmente me daría mucha pena que el cine tomara este rumbo. Un rumbo que entre otras cosas podría hacer que la profesión del actor desapareciese.

Los dos primeros tercios de Shutter Island son soberbios. Intensos. Perturbadores. Con una trama absorbente. Pero de pronto algo falla. Llega el momento de la resolución y la grandeza anterior se viene abajo. No es que no me guste la resolución que se ha elegido, creo que es la mejor posible. Lo que me molesta es la forma en la que se lleva a cabo, porque no es propia de un proyecto de Scorsese. Al menos el final, los últimos 2 minutos de la película, son tan buenos como los primeros 90, y la decepción no acaba de materializarse. Shutter Island es una buena película pero había material para que lo hubiera sido mucho más.

Técnicamente es ejemplar. Y formalmente resulta arrolladora en muchos momentos.

El uso de la música magistral, con una banda sonora asesorada por el gran Robbie Robertson (guitarrista en The Band, aquellos que protagonizaran El Último Vals) llena de música clásica contemporánea de tono inquietante que aporta lo que cada escena necesita en cada momento.