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Críticas de mister
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Críticas 15
Críticas ordenadas por utilidad
7
14 de mayo de 2016
461 de 513 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Bruja es una vuelta del género de terror a unos origines que muchos echábamos ya de menos. Seguro que no soy el único al que las películas de "jump scares" o sustos a lo Insidious le empezaban a cansar el alma. Al fin y al cabo, son todas iguales, ¿no? Una trama que podría escribir mi sobrina pequeña, música de tensión y susto barato cada X minutos. Son películas hechas con plantilla que, en fin, me empiezan a sobrar. La Bruja está más en la línea de La Profecía (1976), en la que es la existencia del Mal, con mayúscula, la absoluta certidumbre de su presencia, la que es aterradora y no tanto un tío feo que aparece de la nada. Esta rodada con plano/contraplano en su completitud pero se disculpa su simpleza de recursos por lo efectivo que es el resultado narrativo. Excelentes actuaciones de todos ellos, incluida la cabra, (especialmente la cabra).

El resto de la crítica es básicamente una teoría que contiene spoilers así que sigue abajo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
mister
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10
21 de mayo de 2019
245 de 281 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin spoilers, diré que la mejor serie de 2019 es del genero del horror. Sin paliativos ni subgéneros, horror puro. Y el buen horror siempre asusta más en lo que implica que en lo que muestra. No llegamos nunca a ver los ojos del bebé de Rosemary en la Semilla del Diablo, pero la vemos a ella y eso basta. Eso funciona. Lo temible está siempre allí donde no miramos, en la noche, en las periferias de la percepción. El verdadero miedo es siempre a lo desconocido y a lo que no entendemos. Cuando las luces se encienden y el monstruo se revela llega el susto, pero después, si las luces continúan encendidas, no importa como de horrible sea dejamos de tener miedo. Allí el horror se desvirtúa y entran otras emociones más necesarias para nuestra supervivencia. El miedo es solo un consejo de prudencia de nuestra mente, cuando la amenaza se define la prudencia pierde su importancia. Es después cuando la adrenalina corre por nuestras venas y arde en las calderas de nuestro cerebro, que funciona a toda maquinaria buscando respuestas porque la amenaza ya es conocida. Ya ha sido abarcada. Solo queda buscarle una solución.

Para disfrutar de esta serie debemos olvidar lo que sabemos y empezar con los personajes, desde el desconocimiento. Chernobyl empieza con una breve exposición y tras eso, llega la explosión. Durante el primer capítulo los personajes corren por los pasillos destruidos y humeantes, cayendo enfermos por momentos. No saben qué ha ocurrido pero saben que se están muriendo, notan las quemaduras, el sabor metálico en la boca, las nauseas mientras sus órganos se licuan. El camarada Diatlov es un ingeniero nuclear y el hombre al mando, él sabe. Él es nuestra Rosemary. Él ve el grafito en el suelo desde el pasillo cuyas ventanas han sido destruidas. No significa nada para nosotros pero sabemos que sí para él. Nosotros sabemos que él sí sabe y reacciona de la forma más horripilante para nosotros los desconocedores: negación. Ni una gota de adrenalina corre por sus venas, aquel qué conoce lo que ha ocurrido no puede afrontarlo y no busca soluciones porque sabe que no las hay. Nosotros sabemos a través de su negación que no las hay. La negación es una forma de piedad, los cuidados paliativos que nuestro subconsciente nos suministra cuando cree que hemos llegado al final. Así nos dice la serie que no hay salida, que está todo perdido.

Después, seguimos a más gente que no sabe. El bombero que inocentemente coge una roca del suelo para inmediatamente sufrir quemaduras mortales incluso a través de los guantes, los operarios que tratan de seguir echando agua al núcleo de un reactor que ya no está allí, los ciudadanos de Prypiat contemplando la bella luz ionizada que emite el incendio mientras las cenizas radioactivas caen sobre ellos. No sabemos por qué ocurre, pero ya sabemos a esas alturas que toda esa gente está condenada. Solo durante un segundo en el episodio piloto se nos permite atisbar el horror que arde en el corazón de Chernobyl, el núcleo de uranio-235 ardiendo sin control a miles grados entre hormigón licuado, hierros fundidos y llamas de grafito. El resto, tenemos que imaginarlo. Igualmente no se nos muestra la serie de errores que llevaron al accidente sino que se nos muestra el mismo sistema inoperante y anquilosado funcionando después, y el resto debemos imaginarlo.

La serie de Chernobyl se ganó el 10 que le doy en la escena en la que un operario es forzado a ir al tejado y a mirar por si mismo en el interior de la planta. Una mala serie me hubiese mostrado el fuego y yo no hubiese sentido nada. No soy físico nuclear, no sabría distinguir una llama normal de una que vaticina el apocalipsis atómico. Chernobyl no me muestra eso sino al hombre mirando al abismo y después a la cámara, al espectador, a mí. El infierno revelado ante él y ni una gota de adrenalina en sus venas. Esta es para mí la escena de horror existencial más perfecta que recuerdo. Y todo esto tan solo en el primer capítulo, dadle una oportunidad a la serie y veremos más.
mister
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10
3 de enero de 2012
189 de 206 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las similitudes de este capítulo con 1984 son tan evidentes que ni siquiera voy a intentar evitarlas. Un futuro distópico en el que los seres humanos trabajan en espacios cerrados, en bicicletas estáticas, permanentemente rodeados de pantallas. Con el dinero que consiguen pueden pagar más entretenimiento audiovisual, es decir, pueden pagarse "mejores grilletes". O, pueden emplear el dinero en pasar la publicidad, cuya visión de otra manera es obligatoria. La gente obesa es considerada inferior, y así se le hace saber.

Nuestro Winston Smith particular es un hombre negro, alienado, viviendo sus 24 horas en su carcel de paredes iPad. Su vida le parece tan absurda y carente de sentido que ha llegado a acumular 15 millones de méritos, (la moneda) y no tiene en qué gastarlos. Hasta que aparece una mujer, y nuestro Smith siente la necesidad de hacerla prosperar a través del sistema enfermizo en el que viven.

¿Las tecnologías de la información deshumanizan las relaciones interpersonales? Brooker parece pensar así, y lleva al extremo la idea. La rebelión frustrada, el conformismo, Smith amando al Gran Hermano, eso es lo que debéis esperar de este gran capítulo de esta gran serie. En honor a la verdad, no recomiendo verlo en un iPad, vistiendo una camiseta del Che Guevara. Podría llevarnos a reflexiones poco agradables.
mister
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7
16 de abril de 2020
150 de 173 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un fantasma recorre las artes, el fantasma del MINIMALISMO. En algún momento del siglo pasado alguien decidió declararle la guerra al "horror vacui" y se propuso minimizar la densidad de detalles por imagen de todo el arte. Fue quizás Kandisky quién le dio contenido a la falta de contenido, aquel que propuso que la forma es un fin en si mismo y no necesita de nada más. Un triangulo es un triangulo es un triangulo. En arquitectura lejos quedaron los barrocos recargados, una habitación vacía de todo lo superfluo se convirtió en el mayor lujo. Cubos sobre cubos, ventanas en lugar de cuadros, esa clase de estilo. La máxima del mundo moderno se puede resumir en: "consigue que algo funcione y luego quita todas las piezas que puedas mientras siga funcionando":

Alex Garland ya se adentró en las aguas del minimalismo extremo en Ex Machina, donde la casa del personaje de Oscar Isaac es el concepto llevado a su límite. En su siguiente película, Aniquilación, todo lo contrario. El mundo fantástico que nos propone es increíblemente denso, la pantalla de la televisión llena de detalles y colores hasta los bordes. Con DEVS, Garland vuelve a su estética minimalista pero la lleva incluso más lejos que en Ex Machina. Se puede ver el patrón. Garland usa esta estética estéril y muerta para mostrar el lado humano de sus historias, sus "humanos" son siempre personas que intentan gobernar lo incontrolable de alguna manera. Sus personas siempre intentan trascender su propia humanidad y Garland los rodea de paredes vacías y ángulos rectos para representar su frialdad y lo banal de sus propósitos. Su voluntad de entender la maravilla, y con esto quiero decir controlarla, siempre es contestada. Esta supernaturaleza que busca defenderse es mostrada con una gran riqueza de detalles, pensemos en el cuerpo del Alicia Vikander en Ex Machina o la naturaleza extraterrestre de Aniquilación, o en sus trabajos como guionista, pensemos en la superficie del Sol en Sunshine.

En DEVS vemos la firma de Garland claramente. La atmósfera minimalista tanto visual como narrativamente puede resultar asfixiante y en cierto sentido lo es. Aquí no vemos directamente el colorido, detallado mundo sobrenatural que los personajes humanos tratan de subyugar. Todo es metálico, todo es plano, todos los ángulos tienen 90 grados. Está rodada demasiado bien, todos los planos son simétricos o medidos para cumplir las proporciones exactas. Los personajes son unos sosos que a veces parecen más robots que los robots que Garland ha escrito para otras películas. Incluso el vagabundo ocupa ordenadamente el lugar que le ha sido asignado, un hueco que parece hecho a medida para él. Todo encaja y todo parece muerto. Sin embargo la "supernaturaleza de Garland" está presente aquí también.

Me ha gustado la serie pero también me parece demasiado difusa y en general poco densa. Entendería que a alguien no le gustase. Es una serie impecable, para bien y para mal. Quirúrgica casi. Demasiado medida y con un tempo demasiado pausado. Me parece que la idea detrás de la serie es mejor que la serie en si, en mi opinión. Como siempre tiene momentos de auténtica genialidad, tanto en lo visual como lo narrativo, pero quizás entré a esta serie con expectativas demasiado altas. No es mala en ningún aspecto, al contrario. Es muy buena pero tenía potencial para ser aún mucho mejor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
mister
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8
7 de agosto de 2019
101 de 125 usuarios han encontrado esta crítica útil
Euphoria es básicamente una epopeya millenial, una mirada apasionada y magnificada a la vida de una generación muy concreta en un lugar muy concreto. Allí donde 13 Reasons Why estuvo cerca pero fracasó, cayendo en el melodrama, Euphoria triunfa en dar cara a las vicisitudes de esta generación Z americana. En términos de forma, es una maravilla. Narra la tragedia iluminada con tonos de pantalla de smartphone y cubierta de purpurina. Por la paleta de colores y la narrativa visual, que no tiene miedo a salirse del realismo crudo que el tema parece pedir, me recuerda un poco a las obras recientes de Gaspar Noé y Leos Carax, parece participar de ese cigoto de movimiento que llamaré vagamente "surrealismo psicotrópico francés" y que en mi cabeza está abanderado por Holy Motors y Enter the Void. Si os gustaron visualmente esas dos películas, probablemente os gustará visualmente Euphoria. Los chavales lo hacen bien aunque como siempre pasa, cuando tienes varias tramas y personajes y unos rozan la maravilla, algunos de los otros te tientan a mover la barra de visionado para saltártelos enteramente. En general la serie consigue que empatices con todos los personajes y te parte el corazón al ver como la cagan una y otra vez. No me entendáis mal no esperéis Edipo Rey en la generación del Instagram o algo así, es un culebrón solo que uno muy bueno. El slogan de la serie podría ser "vendrás por la estética y te quedarás por la telenovela", pero lo digo no con ánimo de faltar sino como advertencia, porque si os leeis la sinopsis os parecerá una serie de adolescentes con problemas más, y es una serie de adolescentes con problemas, pero no una más.

En cuanto al contenido, a mi me ha recordado a mi libro favorito, Los Demonios. El título del libro y sin spoilers (si tenéis un rato libre y dudáis si emplearlo en leer el libro o ver esta serie, leed el libro), viene de la parábola en la que Jesús sacó los demonios de un endemoniado y los introdujo en una piara de cerdos, que inmediatamente se arrojaron por un acantilado para tranquilidad de todas las almas excepto de la del estupefacto pastor. Dostoiesky nos habla de dos generaciones de personajes. Los mayores son todos falsos intelectuales, gente que usa sus ideales como complementos de ropa, charlatanes que viven de venderle humo a señores que solo quieren presumir de estar cambiando el mundo. En Los Demonios los intelectuales cumplen el papel de juglares y su labor es entretener, no convencer. El problema es que sus demonios se transmigran a la piara de cerdos, la segunda generación, los "jóvenes" y para ellos la revolución no es ningún juego de salón. Los personajes en Euphoria también parecen el resultado de una ideología fallida, de un positivismo capitalista al que los "mayores" se adhirieron más por lo bien que sonaba que por lo bien que funcionaba y que luego aplicaron a sus hijos solo para verlos saltar por un acantilado.

Me explico, la protagonista Rue es una adicta a las drogas, pero no llegó a su adicción por las vías que en mi generación eran famosas. No fueron malas compañías ni hogares desestructurados, fueron los médicos. Su madre creyó a los psiquiatras cuando le dijeron que la única salida de su hija era medicarla hasta las trancas. Sus drogas "puente" no fueron aquellas de las que se nos advertía en esas infructuosas charlas de los 90, sino pastillas con receta. Es más, todas las drogas que toman los personajes son medicamentos. Los que se enriquecen con la degradación de esta generación no son oscuros narcos colombianos sino ejecutivos de empresas farmacéuticas, que por vía del reparto de sus beneficio enriquecen a su vez a sus accionistas, estos son, la generación de los "mayores". En Euphoria hasta los narcos están pagando facturas médicas, en una de esas invencibles corrientes que siempre toma el río del dinero.

Allí donde Dostoiesky ve un pensamiento idealista pero vacío basado en el socialismo romántico que habría de consumir su país, Euphoria propone otro ideal vacío solo que basado en la libertad e individualismo romántico que también habrá de consumir el suyo, la perfección del alma por vía de la educación estructurada y el tratamiento farmacológico. Los "jóvenes" de Euphoria fueron criados en el mito de la libertad, de poder elegir, de poder expresarse, del individualismo llevado a su extremo. Esa ideología que era un juego para sus padres es su vida y en la adolescencia y aun antes, descubren que no funciona. Las opciones entre las que pueden elegir son todas mierda. Pueden expresarse con los móviles de su bolsillo pero al haber un millón de voces, ninguna importa demasiado. El personaje equivalente al diabólico Stavrogin, el quarterback por supuesto, puede elegir pero no le hace ningún bien. Jules, la chica trans, pudo elegir (previo paso por el infierno de los psiquiátricos y la medicación), pero una vez definida su individualidad a su gusto todo cuanto se encuentra es dolor y soledad. Todos los demás son individuos puros, cerrados, igual que ella. Todo son muros. Rue y Jules dejan caer sus muros y se agarran juntas, la una a la otra, en una relación desesperada que tiene que llenar ese vacío que las drogas y el autoanálisis no podrán nunca. Esa es la trama central de Euphoria, allí es donde hay que buscar la felicidad que evoca el título.

La serie me ha gustado mucho, el guión es especialmente bueno. La HBO parece estar volviendo a su edad dorada, quizás liberada del yugo financiero que eran Juego de Tronos. Sharp Objects, Chernobyl y Euphoria son quizás los títulos más interesantes de los últimos años, esperemos que la tendencia continúe.
mister
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