Documental alejado de cualquier maniqueismo ideológico que ofrece una visión pulcra y objetiva de la reciente historia de Cuba, desde 1976 hasta la muerte de Fidel Castro en 2016. El devenir del país caribeño a través de los ojos de tres familias con las que el director del documental, Jon Alpert, crea un vínculo personal y de amistad verdadera que proporciona al espectador un retrato sincero de la realidad cubana. Momentos de la vida de un país.

Intentar mezclar géneros diferentes puede provocar, si no se acierta a conjugar bien los ingredientes, que el resultado final se quede a medias de nada. Y esta es la principal pega que se le puede poner a American Visa. Aunque con un evidente fondo de crítica social, centrar gran parte del metraje en el plan que urde y ejecuta el protagonista para conseguir el dinero necesario para pagar su visa a los EEUU, provoca que esas intenciones de denuncia se diluyan sin que la historia de cine negro que presenta consiga atrapar al espectador por lo previsible de su resultado.

Más allá de la dificultad de conciliar vida laboral y familiar que padece la protagonista de esta película y su familia, el film nos presenta la dicotomía entre los dos mundos dónde se mueve Juliette Binoche. Dos mundos que se dan la espalda. El llamado “Primer Mundo” donde quedan su esposo e hijas; un lugar de hogares confortables, buenas escuelas y bonitos paisajes. Un mundo apacible y sobre todo, seguro, del que mantenemos alejada la idea de la muerte, pero que la “ropa de trabajo” de Binoche hace presente hasta el punto que el marido, montado en cólera, arroja fuera de la casa enseres y cámaras que ella utiliza en sus viajes de trabajo porque “huelen a muerte”. Porque una cosa es comprometerse desde casa con la muy loable lucha contra la contaminación de los océanos y otra muy distinta es dejar que la seguridad de nuestras vidas, de nuestros hijos, se vea no solo perturbada sino amenazada. Pero la protagonista ha tenido la suerte o desgracia de ser una de esas personas “indignadas” ante tanta crueldad e injusticia que no pueden mirar hacia otro lado, sino que siguen adelante con aquello para lo que están llamados a hacer en la vida, aún cuando ello les suponga tremendas renuncias personales; renuncias cómo no poder ver crecer día a día a tus hijos y el convivir con el sentimiento de culpabilidad de saber el dolor que les causas con tu ausencia y con los peligros a los que te expones. Y aunque parezca que Binoche renuncia a su vida familiar por la profesional, es su faceta de “madre” la que prevalece; pero en un concepto de maternidad más amplio: ese que nos convierte a los adultos en responsables de procurar el bienestar y el futuro no sólo de nuestros propios hijos sino –dentro de nuestras posibilidades y capacidades- de todos los niños del mundo.

Cuando uno se acerca, bien sea por primera vez o a revisionar después de mucho tiempo, a un título clásico como el que nos ocupa lo primero que se debe hacer es tomar distancia entre el momento actual y el presente en el que se rodó la cinta. Porque de no hacerlo así se corre el riesgo de no creerse o considerar como muy inverosímiles circunstancias y diálogos. Hecha esta premisa, El Graduado consta de dos partes muy diferenciadas y, en mi opinión, de diferente factura y logros.
La primera parte nos narra acertadamente el desasosiego de un joven recién graduado ante su futuro inmediato, acechado y presionado por sus padres y su círculo social, que inicia una relación con la mujer de un socio de su padre. Mujer y madre insatisfecha, en ambas facetas, que también vive "encerrada" por su posición social. A lo largo de todo este metraje se nota la maestría de Nichols con las elipsis a la hora de contarnos la relación entre el joven y la mujer.
Pero el "pero" aparece cuando trata de narrarnos los motivos de la ruptura y todo lo que acontece hasta el final, imitado en un reciente anuncio de una compañía de telefonía móvil. Esta parte está filmada atropelladamente y se salva por algún diálogo que otro y por la disparatada huida con la que acaba la película.
Lo dicho, quien se acerque a esta película, tanto si es por primera vez como en un revisionado, tiene que poner distancia porque de entrada oir a Dustin Hoffman llamar "papa" a alquién puede resultar chocante.

Serie floja, pero floja floja. No despierta el interés más allá del primer capítulo y los siete restantes son una cuesta abajo permanente. No consigue crear intriga en ningún momento porque se intuye la trama y se sabe lo que va a ocurrir antes de que pase.