Bien, démosles un papel basado en el estrés, una impostura de correctismo que revolvemos en ética, les ponemos pantalones de pega y luego con una copa y 2 frases sobre lo hijoputa que hay que ser en vida para estar en paz con uno mismo liberamos toda esa tensión y se los quitamos. Joder, mucho mejor ahora, el espectador a darle a la sin hueso sobre qué mierda es eso de la ética y lo genial que es que una farmacéutica te dé una patada en los huevos.

Más allá del efectismo sobre lo bien que se va sin pantalones si los que llevas, no son tuyos sino postizos (y en esto coincido) esta película me deja un revuelto de churras y merinas en una casa de Londres con 4 buenos actores en su papel, varios intentos de huída estúpidamente resueltos y un John Reilly que a mitad película decide cambiar de personaje porque Jodie Foster se equivocó de marido y vive frustrada intentando dibujarlo a su imagen.

Nada memorable que ver aquí a no ser que te sientas identificado con los personajes que sufren un problema emocional grave de hipocresía crónica que los acobarda en las formas y no saben liberar.

Claro que hay tensiones en la vida y en cualquier relación con otra persona pero de ahí a abrir las puertas del manicomio hay un trecho que los que ven una crítica social grandilocuente, se han saltado.

Las actuaciones están llenas de tics, son lamentables y los actores se golpean con las cámaras durante la película. No he llegado en esta donde algunos porque el sopor salía de la pantalla a borbotones cuando enfocan un lápiz y la música lo rodea. La tensión está en el lápiz y es "bic".

En nuestra mente hay una cadena de habitaciones donde para llegar a ciertos estados no nos sirven a todos los mismos pasillos, la prueba es que hay gente que ha aborrecido esta película y otros que han conseguido entrar en ella y fascinarse. Yo a veces miraba por la puerta, pero en esta.... lo siento pero 5 minutos de conversación documental en Polaco, sobredimensionar sin un contexto, escenas donde lees el pulso a Lynch y sabes que la ha metido por que sí. 3 horas donde de nuevo, en su sentido hay cordones que se pueden relacionar y otras piezas que sólo cuadrarán si las modelas a tu gusto.

Para mi no señor, no esta vez. Me falta guión y no por tirada sino por simplón, no la trama, la conversación (me disculpen el pareado). Actores que se cruzan frases con un lag abusadísimo. Y la realización entra en una palabra que no he podido quitarme, cutre, cutre, cutre y una cuarta parte de irregular. No ha habido inmersión en su mundo Sr. Lynch, creo que es capaz de más.

El problema de la locura es que en su propio intento de romper toda regla y lógica, se limita a sí misma y Lynch repite los clichés que ya hemos visto en él.

La primera vez que la vi me quedé en jaque, no sabía si me acababan de tomar el pelo o realmente la película gozaba de una resolución de algún modo, moderadamente lógica.

Tras verla de nuevo no tuve dudas, ¿Que importa?. Acabo de gozar como nunca con la tensión, el silencio, la atmósfera que imprime en cada fotograma...

¿Que importa si no puedo ordenar las notas de la canción?. Si hiciera esto perdería la melodía!.

No es un viaje por la lógica, lo es por los sentimientos y las emociones, por eso dispara críticas tan dispares. Según he leído en otra crítica, ¿De quién se ríe Lynch? Puede hacerlo de mi porque he vibrado con esta película y me importa un pimiento si fue dirigida jugando al ajedrez con fichas de parchís o atando la cámara a un pastor alemán.

Esto es el cine más artístico y personal, o te fascina o te sientes frustrado y con la sensación de haber perdido el tiempo, a estos últimos que busquen otra galería, yo me he maravillado con esta.

De esta prefiero las preguntas que suscita. Que la gente abra un ojo y verá que tiene los juegos del hambre en sus narices, comiéndose su tiempo. Que trabajen y lleguen a casa a tragar plasma del malo, que depositen ahí el resto de su tiempo. Lo que no refleja el film es que en la realidad somos mucho más estúpidos, nos meten carnaza y nos peleamos entre distritos, el rojo y el azul mientras los que llevan el cotarro se parten el culo porque tienen a los partidos a pedir de boca.

Show y espectáculo de la hipocresía de hoy, se les llena la boca de compasión por la gente cuando son ellos los que provocan la situación por sacar berridos del gallinero.

Por lo demás, tiene protagonistas mediocres y es una película entretenida que a ratos combina reacciones realistas y salidas por la tangente en cuanto te descuidas.

Eso sí, para lo que es le sobran secuelas por las orejas y lo que da miedo, se huele por dónde irán los tiros y se oye la caja registradora.

Estoy de acuerdo con otra crítica que dice que esta, a diferencia de otras de Woody Allen, no es tanta historia como lienzo. Es un lienzo de Barcelona, del arte y de la creatividad, de esos pequeños hilos sociales que determinan lo políticamente correcto y donde se ven tendidas algunas personas, como un esquema abstracto que reproducimos y tanto nos impide escapar y descubrirnos.


Me ha encantado la fotografía, el paseo por los diferentes ambientes que nos propone y esa porción de impredecibilidad que nos impide averiguar la siguiente tecla del guión, aunque sucede que una obra como esta, de un aroma tan bohemio, no va a poder calzarse en cualquier mente, sobretodo las que buscan la moraleja tras el telón.

Yo, particularmente he disfrutado mucho viéndola y desde luego es algo que se hace mucho más sencillo con la ayuda de unas actuaciones muy buenas.