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Críticas de chandalito
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Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
Samurai Jack (Serie de TV)
SerieAnimación
Estados Unidos2001
6,8
2.794
9
2 de septiembre de 2019
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hoy que el volumen de producciones animadas no necesariamente infantiles está asentado en el mercado audiovisual de occidente, quizás no nos acordemos cuando esto no era así. Nos podríamos remontar a algunos de los primeros cortos de Disney o Warner, producciones que, con el paso de los años y los códigos sociales, se han vuelto políticamente incorrectas; a las psicodélicas y surrealistas animaciones de Terry Gilliam o Yellow submarine en los sesentas, al planeta salvaje en los setentas o a los cortos de Bill Plympton en los ochentas, por poner algunos ejemplos. Pero bastaría con volver a la menos lejana década de los noventa del pasado siglo para examinar que la acidez bobalicona de Beavis and Butthead o la irreverencia de Ren y Stimpy fueron producciones excepcionales para los standares acomodados y familiares con los que habitualmente se asocia el mercado de la animación. Con el nuevo siglo (y milenio) Adult Swim, la división juvenil de Cartoon Network, contribuyó, entre otras, para diversificar y eliminar de una vez este estereotipo. Y Samurai Jack fue (y es) una de sus banderas.

La producción cuenta la historia de un samurái que, a punto de vencer al demonio Aku, cae preso de una maldición y es enviado a un futuro distópico. Allí deberá encontrar el camino de regreso a su época para vengarse.

Genndy Tartakovsky, creador y director de la serie, revisa el cine de género con numerosos homenajes explícitos o sutiles, mima el encuadre y coreografía con destreza las omnipresentes escenas de acción. Y aunque, quizás por contar con dosis de humor sencillote y pueril, no podamos catalogar a Samurai Jack como una serie para adultos, estamos ante una rareza cuya identidad se cimienta en rasgos del cine oriental clásico como el tempo pausado y la violencia con fines estéticos; en una elegante dirección de arte, hija inequívoca del estilismo de Mary Blair y de las producciones de la UPA y en un metraje carente casi de diálogos. Por todo esto, el resultado contrasta con el vértigo anodino de las producciones contemporáneas, y dos décadas después de su aparición, pienso que el camino de este samurái en su honorable búsqueda continúa con un puesto destacado en la historia de la animación televisiva.
chandalito
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10
31 de marzo de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine producido para las salas comerciales apuesta por arrinconar al público con un lenguaje narrativo cuyos códigos recurrentes, afianzados a lo largo de casi ciento treinta años de tradición, no sólo resultan eficaces, sino que, de tan manidos parecen incontestables, atávicos diría yo exagerando.

Como espectador o simple receptor de un mensaje artístico, creo que son estimulantes, cuando no necesarias, las propuestas que se desvían de este camino homogeneizado. Obras cuyos creadores añaden caracteres particulares, dotandolas así de una identidad singular.

Considero a Terrence Malick como uno de estos autores. El director elige la metáfora poética; en este caso para hablar de la culpa y de la redención, de la influencia de la religión incluso en los sentimientos, de la inocencia de la infancia y de su pérdida. Personalmente creo que el uso de estás analogías audiovisuales, ejecutadas con una sobresaliente precisión técnica, pletóricas de sensibilidad artística, consiguen tener un profundo calado emotivo.

Espero equivocarme cuando pienso que las historias a contar pueden haberse agotado. No así la forma de contarlas.
chandalito
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8
19 de enero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta historia habla de obsesiones y manías y sobre todo de la manipulación del prójimo para conseguir las ambiciones propias, la vampirización del otro.

Daniel Day Lewis se enfunda en el cuerpo y el alma de Reynolds Woodcock, diseñador de moda obsesionado con el trabajo (workaholic que dirían los anglosajones. Palabro cuya traducción, a pesar de la riqueza del castellano, no acierto a encontrar) y lo hace con un control y contención al alcance de muy pocos, acertando a transmitir incomodidad e impaciencia hasta cuando calla. Sin aspavientos.

Woodcock es un personaje ensimismado que se ve cediendo al mundano magnetismo de Alma, una espontánea camarera interpretada portentosamente por Vicky Krieps. A esta historia de opuestos que se complementan, Thomas Anderson le añade una tercera pata: la protocolaria y severa hermana de Reynolds; su omnipresencia sirve al director para entibiar la relación esfumando cualquier conato de intimidad, devolviendo al modisto a la rutina.

Las tres personalidades están notablemente calibradas y, aunque no tienen demasiados recovecos, su carácter es profundo y está bien hilado. Mérito que, además de los talentos interpretativos , habría que atribuirlo al director. Thomas Anderson también tiene un control preciso sobre el tono y el ritmo o “timing” de la obra; resultado todo esto, seguramente, de mucho trabajo y perfeccionismo.

La ambientación agradece la bipolaridad entre intimista y neurótica de la banda sonora compuesta por Jonny Greenwood.
chandalito
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7
24 de diciembre de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es tan notorio el impacto, fundamentalmente estético, de Blade runner en la historia del cine que, facilmente se cae en la tentación de analizar esta secuela referenciando los logros alcanzados por su predecesora. Comparar el contexto cinematográfico del siglo XXI, con un público ahíto de virtuosismo técnicos y visualmente hiperestimulado, con el de los años ochenta resulta desequilibrado, por tanto, su análisis en este sentido sería infructuoso, injusto para una solvente dirección artística y técnica que, con mucho tacto y sutileza, reencuentran el aura de la obra seminal e incluso la expanden. El trabajo del departamento de iluminación, liderado por Roger Deakins, es sobresaliente, no sólo recreando las icónicas ambientaciones urbanas, sino especialmente en las delicadas penumbras de los interiores. Los efectos visuales y hasta los glitcheados créditos finales están enmarcados dentro de una cuidada y destacada uniformidad. En el apartado musical, Benjamin Wallfisch y Hans Zimmer asimilan los timbres de Vangelis, actualizando las armonías hacia una banda sonora más ambiental, menos melódica. Quizás, como siempre que se cuenta con Zimmer, la aportación de este se vuelva invasiva y el tono de la narración se apoye excesivamente en lo sónico. (En este caso para remarcar la extrañeza)

Es acertada la elección de Ryan Gosling, cuya carente expresividad le lleva a encarnar con eficacia al replicante K (Joe para los amigos) , un ser sintético, sin alma. Lo más interesante de la obra me parece el debate interior de K. A pesar de su origen artificial, el replicante quiere oler, fuma y utiliza ilusiones ópticas con las que simula una relación de pareja y hasta la comida. Es en ese deseo donde Denis Villeneuve parece fundamentar la condición humana. No es la genética ni la fisiología lo que nos define sino la ilusión y la búsqueda, eso que nos motiva como a Pinocho, ese anhelo de ser.
chandalito
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10
19 de abril de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pasado más de un siglo, todavía parecen difusas las causas que detonaron la gran guerra. Algunos la achacan a las postrimerías del colonialismo decimonónico. Otros quieren ver su origen en unas rencillas familiares entre las monarquías europeas. Creo que la respuesta está, como casi siempre, en una confluencia o amalgama de estos y de otros motivos, ya sea la propagación del concepto de identidad nacional o las disputas territoriales.

Lo que pienso que queda más claro, es lo que Stanley Kubrick denuncia con una rotundidad casi maniquea en Senderos de gloria. Esto es la relación terriblemente asimétrica entre los individuos que ostentan o alcanzan el poder y las clases subalternas de las que se aprovechan. Kubrick enmarca su discurso en el acontecimiento en el que se ambienta la película; un conflicto de escala mayúscula que ejemplifica como pocos en la historia reciente este desequilibrio, esa brecha que separa polarizadoramente a unos de otros. Para ello, el director subraya la arbitrariedad de las decisiones que toman los altos mandos contrastándola con el papel del coronel Dax, baluarte de dignidad y humanismo interpretado con solvencia por Kirk Douglas. Enseña también la reacciones diversas de los soldados que padecen la injusticia; todas ellas incapaces, desamparadas, como quizás se puede sentir el espectador que se posiciona.

Son notorias las poderosas secuencias de acción donde los movimientos de la cámara que recorre las trincheras, ejecutados con una maestría técnica que a mi entender continúa vigente, buscan transmitir la urgencia y la confusión de la batalla con su planificada coreografía.

También me parece memorable el emocionante epílogo. Quizás demasiado inverosímil, pero necesario para redondear la idea de una adhesión más profunda entre los individuos que, sin importar su origen, sufren las consecuencias de las decisiones ajenas, frente a otros, los que mandan, aunque estos pertenezcan al bando propio.
chandalito
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