Bajo la apariencia de una comedia ligera y "naif" esta más que amena película esconde sus encantos y profundidades:
Con lenguaje claro y simple el improvisado y circunstancial maestro revierte lentamente la empecinada rebeldía de un pequeño grupo de adolescentes, marginales o automarginados, (uno de ellos es una chica brillante que se ganó la expulsión pero no perdió su suspicacia, otro es un gitanito con problemas de lectoescritura), pero todos comparten el resentimiento contra la sociedad.
El improvisado maestro, él mismo es un buscavidas con una infancia terrible que lo obligó a ser adulto en la niñez e ir por todo o nada, que escapó de la muerte por un hilo de distancia, que desbarata la fe religiosa de una monja, cuando apenas despega del suelo enrostrando la realidad más cruel a toda teoría , reclamando a Dios aquí en la tierra y no “en el cielo”, tiene así mucho para enseñar porque, si la vida es dura para estos chicos, la de él supera con creces la de todos juntos.
Y a pesar de todo, estafador de poca monta, pícaro, dulce mentiroso, en el fondo de su alma surge el amor sincero por una mujer, también surge el amor del reconocimiento por su madre adoptiva, surge la empatía por eso adolescentes golpeados por la adversidad.
Véase a esta película con ánimo de cuento o de parábola, no se busque oro en la superficie trivial del relato con final feliz, mire más allá, y recuérdese a De La Fontaine en “El Poder de las Fábulas” porque, justamente, ésta es una fábula de gran poder.

Pedro ha roto lanzas definitivamente con su padre, quien representa sus orígenes pobres, rurales, y de un severo protestantismo decimonono. Entonces parte en busca de sus opuestos, la ciudad, la intelectualidad racional, como bien corresponde a un estudiante de ingeniería casi superdotado y encuentra el dinero a raudales de las familias acaudaladas, y la burocracia con poder.
Pero resulta que Pedro, idealista , no comulga con este sistema, y descubre que ese no es su lugar y que no puede aceptar esas reglas de juego, como no aceptó las puritanas e irracionales de su padre. Solo que cuando se propone volver dejando no sin dolor a su amada y a sus proyectos luminosos de ingeniería que amaba por igual, quedará en un limbo, la acuciante soledad , no física , sino del alma.
Es la historia de un doble desarraigo, la angustia existencial, la imposibilidad de librarse de las ataduras que como cicatrices lo persiguen desde su niñez.
Bellísima por la fotografía, escenarios, actuaciones; drama existencial donde la lucha se libra en la mente de Pedro ...

Green nos pasea por la excelsa arquitectura Barroca Romana, pero no de la mano , nos lleva en andas , nos lo hace ver sublime. Sin embargo tal prodigio es solo la escusa para introducirnos en la médula existencial ( del protagonista, del director , la nuestra ).
Un reputado arquitecto francés , racionalista a ultranza sospecha que todo el racionalismo del mundo no alcanza para explicar la vida , en general y la suya en particular . Se siente en ese racionalismo hermanado con el gran Bernini del Barroco Italiano pero se sumerge con desesperación en la obra - magnífica - y en la vida de su oponente en aquellas épocas, el no menos gigante Borromini.
"Borromini buscaba la luz" nos hace saber, sin detenerse ni importarle explicar el significado que da a término tan ambiguo. Solo la utiliza como metáfora de lo que hay más allá de la pura razón, sin nombre ni rótulo ( fe? , Dios ?, dioses? , alma?...)
Green exhibe su obra con una estética de clasicismo extremo . Las simetrías y la justa proporción brillan en todas las imágenes ( sí en todas) . ¿Nos está diciendo que en el arte, con mayúsculas, no existen antinomias tales como barroco , clasicismo ?.
El tempo es deliberadamente moroso y las actuaciones son marcadamente despojadas de expresión, hierática en extremo. Así logra llevarnos al terreno platónico , como si nos dijera : no son actores representando personajes, esto es el imperio de las ideas.
Obra impar como pocas, para gozar la belleza estética al verla y reflexionar luego ...mucho tiempo.

Sobre la locura y la genialidad, pero juntas.
No todo loco es un genio ni todo genio es un loco, pero aveces coinciden en una misma mente. ¿Será necesario citar como ejemplos a Van Gogh, a Diógenes , a Boby Fisher...etc?.
El profesor Muray, académico de rango, lucha, con raciocinio de científico, por llegar a reunir el conjuntos de todos los vocablos y expresiones en lengua inglesa, nada menos que en todo el mundo. Tarea titánica, o de locos, diríamos, para hacer un guiño a este film. Pero acomete igual la empresa seducido por la belleza de las palabras.
Un cirujano virtuoso lucha consigo mismo en un Hospital psiquiátrico, para encontrar al fin calma en el bálsamo de las palabras.
De más está decir que esto el lo que unirá indisolublemente a estos dos extremos de transitar por la vida.
Reflexión sobre la amistad sólida, sobre los límites de la razón y la sinrazón, y, sobre todo, sobre ese fruto que por suerte nunca termina de recogerse: el sabor, exquisito, de las palabras.

Si usted está interesado en pormenorizarse sobre la personalidad del psicópata le propongo dos opciones: el mejor tratado de psiquiatría que consiga o ver esta serie.
Thomas Hobbes parte de la premisa “el hombre es el lobo del hombre”. Entonces cada individuo cede sus derechos a defenderse por sus propios medios, a una instancia que llamamos estado, el que dicta regula y hace cumplir las normas a las que decidimos ajustarnos. Esto traza una línea divisoria, de este lado el bien del otro el mal.
Ahora bien sucede en la serie que un individuo entiende que esto es arbitrario y decide correr esa línea. Entiéndase bien, no me refiero a NO respetar las normas sino modificar algunas.
Por ejemplo considera que si “yo le doy a alguien lo que me pide y el otro me da lo que le pido, no estoy violentando ninguna ley.
Otro ejemplo: dice “la edad del consentimiento sexual es un capricho… de una moral mal entendida”.
Por su puesto esto es posible para alguien que puede esconderse detrás de una vida de hombre respetuoso y respetado, encumbrado en la sociedad que lo rodea.
Pero ¿a quién entonces semejante confesión? A un lobo herido, que lo podría atacar pero no puede, por herido o para ser exacto, enjaulado. A alguien que considera su imagen en espejo. A qué me refiero. Alguien que tiene impulsos semejantes pero que su conciencia ha podido enmarcarse (relativamente) en la ley, para decirlo en otras palabras pudo “NO pasar al acto” y he aquí la gran diferencia que los separa a pesar de sus similitudes mentales.
En suma, una excelente serie plena de matices y lejos de aquellas en que los buenos son siempre buenos y los malos siempre despreciables. Una pintura del psicópata como pocas y con actuaciones perfectas.