Se podría definir como comedia, solo si se incluyese en ella a los momentos en los que las situaciones destinadas a hacer gracia se convierten en despropósitos fallidos.

Una historia en principio simple y contada en múltiples ocasiones de tantas maneras diferentes, se vuelve un suplicio para el espectador. Éste soporta durante casi dos horas un auténtico atropello de momentos absurdos e incoherentes con un hilo argumental que aparece, desparece y se retuerce a merced del guión.
Si acabas riendo, es de la vergüenza ajena que tanto los personajes como la historia produce en demasiadas ocasiones.
No conviene comparar nada con obras previas del director (Celda 211 por poner un ejemplo), porque entonces no sabremos a qué hemos asistido.

Supone una oportunidad perdida y el éxito del producto vendido antes de tiempo.
Logro perderme en un crucero cuando todo acaba, en el que lo que realmente siento son náuseas por los continuos mareos y una sensación muy desagradable saliendo del cine.

Ternura, inocencia, calidez, infancia... todos estos y algunos adjetivos más son los que nos vienen a la memoria con la versión de Dumbo de 1941. Casi 80 años después Tim Burton reversiona la historia del elefante al cual separan de su madre, sin que ninguno de estos sentimientos aparezcan en ningún momento en la pantalla. Es más, que Burton se hubiera hecho cargo de dicho remake hacia presumir la posibilidad de que un mundo de fantasía a parte o visión propia, a la que hacia años nos tenía acostumbrados, pudiera aparecer de un momento a otro. Pero no si quiera eso.

La película se sucede en dos partes claramente diferenciadas. La primera es una suerte de remake en la que Burton parece que quiere calcar escena por escena (salvo la famosa de los elefantes rosas) los algo más de 60 minutos que duraba la original, como queriéndose deshacerse del encargo de nostalgia y así quitarse de en medio esa obligación. En una segunda parte aparecen los personajes novedosos y escenarios novedosos, donde dejamos al pobre Dumbo en un segundo o tercer plano puesto que ya cumplió la función de rememorar al Dumbo en 2D por el que fuimos al cine.

No llega a conmover, no resulta acogedora y no cumple con la sencillez y perfección de la original. Ya que tuvo la opción de ser rompedora o eficaz, se queda a medio gas y defrauda por sí sola y mucho más con la comparación.

Tampoco me voy a explayar mucho, porque si ni el director, actores, iluminación, sonido, etc. han tenido el más mínimo respeto en hacer algo mínimamente decente, no voy a pasar yo ahora a enumerar las múltiples cosas que hacen de esta hora la más bochornosa que recuerdo.

Por momentos vergüenza ajena y por otros sensación de que no puede ser que se lo estén tomando en serio ni ellos mismos.

Enfrentándome a la película sin el referente previo de Clayton-Reford de 1974, y esperando encontrarme con lujo, derroche y espectáculo al más puro Moulin Rouge, me sorprende ésta vez Luhrmann contando una historia en tercera persona.

Esta tercera persona, encarnada por Tobey Maguire (¿dónde se había metido estos últimos años?) , quien comienza con un gran peso y fuerza argumental que va perdiendo a la vez que el más que notable DiCaprio la ocupa y satisface. Entre medio, claro está, nos encontramos con los toques del Moulin que nos prometían tales cómo los artistas más contemporáneos interpretando en fiestas de los años 20, un foxtrot de Crazy In Love o un rap de Back to Black.

Muy salvable y envolvente película que ya no solo por la triple interpretación protagonista, siendo la mejor interpretación de DiCaprio hasta el momento, si no por el modo de adaptar a la actualidad una vida de hace 90 años sin resultar histórica. La película posee un magnetismo que engancha desde el primer minuto pero una vez desentrañado el nudo argumental se vuelve algo lenta, aún así rebosando narración y espectacularidad, algo prometido y algo con lo que no contaba.