Es cutre, extraña, perturbadora, a veces sin sentido... Es una gran película. Lo pretenda o no, es una film de clase B de los 80 (esto lo escribo como algo positivo) cuyo personaje principal consigue una gran profundidad con su patetismo, su vulnerabilidad y su pasión por el cine clásico. Este antihéroe con escasas dotes sociales quiere convertirse se convierte en villano(s) como mecanismo de autodefensa y, junto con su inestabilidad psicológica derivada de una infancia traumática (como no), estalla en una explosión trágica y sobrecogedora que hace que la película sume la mayoría de sus puntos al final.

Humor con un toque macarra, esta obra de animación es entretenida y te hace escapar alguna malévola risotada, aunque puede parecer muy lenta en determinados momentos, probablemente por la propia plasticidad (quiero decir más bien plastilinidad) de los personajes, que se presentan como la una ristra de clichés y estereotipos muy autóctonos de los cuales, estarás de acuerdo conmigo, merecen ir directos al infierno.

Imposible no reír con esta obra maestra del género que hace clara alusión a la obra de H.P. Lovecraft (al principio me recuerda a mi relato favorito "El que susurra en la oscuridad") y a sectas dañinas, oscuras y perversas como el vegetarianismo. Como buena película gore, sangre, desnudos, miembros amputados, tontunas se salpimentan con gilipolleces y envuelven de encanto a una trama caótica para, al final, rebozarla en puro delirio sin sentido. Una delicatessen solo apta para paladares bien entrenados.

Este film evidentemente ochentero, solo hay que darse cuenta de los nombre de los protagonistas: George y Michael (wake me up before you go-go