Perplejo acabo de quedarme tras ver esta película. Es uno de los relatos más complejos y enriquecedores que el cine europeo ha dado en los últimos años.
Constituye un punto de partida extraordinario, en el que nos introduce en la dinámica de grupo empresarial y más concretamente en la función que desempeña el personaje de Simon.
Lo que en un principio parece ser una simple misión de espionaje encomendada al psicológo del departamento, deriva en una búsqueda de la identidad de sí mismo, de los fantasmas que surgen por un pasado culpable y eximible al mismo tiempo y, lo que es más importante, de la memoria.
Rodada de una forma hermética y fría, con una narración austera, vendría a significar la deshumanización del mundo empresarial y por lo tanto, de las relaciones humanas.
El paralelismo que la película establece entre los viejos fantasmas europeos ideológicos de la primera mitad del siglo XX y la cultura de las empresas es aterrador.
La utilización de la música de forma certera, como contrapunto al estado emocional del personaje interpretado por Amalric.
El lenguaje en todas sus formas, pero sobre todo ese lenguaje tecnicista, inhumano, enmarcado en una situación detestable, que se erige en la voz principal de aquellos que marcan el curso de nuestro tiempo.

Hay una cierta tendencia en el cine patrio a exagerar o cargar los argumentos de películas que tienen un gran poderío visual. Ocurría con productos tan solventes como Los sin nombre o Darkness, ambas de Jaume Balagueró o en algunos tramos de El maquinista de Brad Anderson. En Hierro, ópera prima de Gabe Ibañez, pasa exactamente lo mismo. Parte de una premisa sugerente, aunque harto vista, para avanzar incierta y acabar en un final un tanto incoherente y artificioso. Es innegable que la película posee una factura brillante y una impronta visual con cierto estilo que allana el camino para futuras proyecciones del género, pero también es cierto que a la obra le falta vida, le falta garra, que en muchas ocasiones se siente distante.

Aquí está la crítica positiva. Twentynine Palms es una película de difícil digestión, algo absolutamente normal. Largos planos fijos, escenas sexuales explícitas y conversaciones entre la pareja protagonista marcan el ritmo y el, a priori, nulo argumento de la película.
Quizás el único problema del que adolece la película es que se hace por momentos demasiado larga, algo que se acrecienta después de saber que espera un final antológico.
Pero, ¡ojo!, todo el resto de la película es fundamental para comprender ese final. Película que se empareja formalmente con The Brown Bunny, si bien ésta última es mucho más comtemplativa que la que nos ocupa (sólo hay que recordar los interminables planos de Gallo con su moto corriendo por el desierto).
Las situaciones que suceden en la película son claves para observar el devenir de la pareja. Esta road movie parece ser el viaje redentor de la pareja protagonista, con sútiles momentos mágicos, premonitorios, que ponen el punto y final con un final seco, abrupto, sin paliativos...cuyo objetivo no es otro que el de hacernos estremecer ante la capacidad destructiva que puede jugar el azar y los hechos fortuitos.

Hace ya algunos años apareció una de las películas más perturbadoras que el cine reciente europeo ha visto. Michael Haneke filmó una crítica a los modos de vida burguesa; en esta ocasión (sabiendo de antemano que se trataba de un remake), esperaba una revisión desde otro punto de vista, pero, sin embargo, me encuentro con tal despropósito.
Recordemos el caso de Gus Van Sant cuando realizó el remake de Psicosis, película absolutamente prescindible, si bien en este caso Van Sant intentó aportar su visión personal al proyecto. En este título está la nada.
Es una desfachatez por parte de un director tan brillante como Haneke recurrir a realizar una versión exactamente igual de una película anterior de él mismo, ¡si hasta los personajes se llaman igual!
Me hago varias preguntas al respecto para tratar de entender su desvarío:
1- ¿Pretende acercar al público norteamericano una de sus mejores obras por medio de un cambio de actores, mucho más reconocibles para la audiencia?
2- ¿Acaso pretende moverse por los terrenos del cine comercial?
3- ¿Hay alguna reformulación oculta en esta nueva versión que no haya podido adivinar?
En todo caso, supongo que quienes la descubran por primera vez podrán disfrutar de todas sus vírtudes.
Para mí y supongo que para muchos otros que vieron la primera, Funny Games U.S. supone la falta de originalidad reinante en el panorama actual cinematográfico.
Por favor Haneke, replantéate tu carrera.