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España España · Barcelona
Críticas de Paranoid
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
5
13 de diciembre de 2014
114 de 148 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fui al preestreno de Musarañas sin saber muy bien qué iba a ver, simplemente atraído por el nombre de Álex de la Iglesia, con el que bien se han encargado de darle publicidad a la película, para luego ver que no era él el director. No obstante, es evidente que su mano está detrás de todo o, al menos, los dos directores que firman la cinta se han encargado de transmitir su espíritu a la perfección.

Musarañas se presenta como un clásico thriller, de esos en los que un personaje perturbado nos lo hace pasar realmente mal con su locura. Y precisamente ese personaje, Montse, interpretado por Macarena Gómez, es el que más brilla en la película. La actriz demuestra que sabe dominar muchos registros, y aunque su interpretación quizás es demasiado exagerada en ocasiones, da la talla y sale airosa del difícil papel que le han propuesto.

También me ha gustado la ambientación de la película, la atmósfera malsana y de locura que consigue reproducir y, por supuestísimo, su delicioso humor negro. Además, el ritmo es muy correcto: realmente entretiene y no deja que sus evidentes defectos la terminen de hundir (sigo en el spoiler).
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Paranoid
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4
8 de junio de 2015
30 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ver cine es como un juego o, al menos, así siempre me lo planteo yo. Un juego en el que el director establece unas reglas, y tú, como espectador-jugador, decides seguirlas o no. A mí siempre me gusta seguir esas reglas y creo que soy un jugador entusiasta: me esfuerzo en aceptar lo que me están planteando y cuestiono pocas cosas. Sin embargo, hay juegos mejores y peores, y ello se debe, principalmente, a la calidad de dichas reglas: a veces, se cambian a media partida, por lo que el juego se vuelve tramposo, y otras, simplemente son difíciles de entender o no siguen una lógica y una mínima verosimilitud.

Horns se incluiría en este último grupo: reglas arbitrarias, caprichosas y realmente confusas. ¿De qué va este juego? ¿Quieren hacerme reír, quieren hacerme llorar, quieren mantenerme en vilo? Creo que Alexandre Aja quiere crear en el espectador todas esas cosas, pero en mí solo ha conseguido la primera de ellas.
Horns empieza con fuerza, con mucha fuerza. El protagonista, Ig Perrish, interpretado por Daniel Radcliffe, es un personaje atormentado por el asesinato de su novia (Merrin), del que se convierte en el principal sospechoso. Después de tan nefasto acontecimiento, empieza a sufrir una transformación. ¿Por qué? No lo sabemos, pero en este punto de la película lo cierto es que no importa, y aceptamos el juego.

No es un factor original, ni mucho menos. La metamorfosis es un motivo recurrente en el cine (quizás La mosca de Cronenberg es una de mis películas favoritas de esta temática), pero, para mí, siempre es bienvenido, sobre todo si está bien llevado.

Y precisamente eso es lo que parece en un principio: al personaje de Radcliffe no solo le salen cuernos, sino que empieza a crear efectos extraños en la gente de su alrededor, que parecen dar rienda suelta a sus deseos más oscuros, lo que crea unas situaciones cómicas muy divertidas y acertadas en mi opinión.

Sin embargo, el desarrollo de la trama no está bien logrado ni mucho menos bien resuelto. A la vez que se profundiza en el argumento, vemos cómo el tono de comedia va dando paso a la severidad y la tragedia, y a partir de aquí la película empieza a perder fuelle. La motivación principal del protagonista se desarrolla a la manera de un thriller, durante el que se va revelando qué pasó en realidad por medio de unos flashbacks que, en mi opinión, se alargan demasiado y le restan ritmo e interés a la narración.

Podríamos decir, en resumidas cuentas, que estamos ante una película en ocasiones divertida, con un tono de comedia negra bien conseguido que va degenerando en un dramón azucarado y ñoño, desarrollado a través de una narración propia de un thriller tirando a floja y aburrida.

El director me ha mostrado sus reglas, y yo las he querido aceptar, pero he salido confundido y desorientado en el intento. O son unas reglas sin sentido, o yo soy un mal jugador.

¿Mis razones para concluir esto? En el spoiler…
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Paranoid
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3
27 de octubre de 2014
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre que me guío con Filmaffinity me suelo fiar más de los que critican las películas que de la media de votos, porque muchas veces los puntos positivos que enumeran los usuarios suelen pesar más que los defectos de estas. Sin embargo, esta vez, aunque lo entiendo, discrepo profundamente.

La maldición de Chucky es una especie de precuela de las dos últimas películas en la que se pretende recuperar las características de la genial primera entrega de la saga: una película de terror ligera y entretenida protagonizada por un carismático asesino que le da toques de humor, es decir, lo que yo entiendo por slasher. No obstante, creo que la película fracasa en todos sus propósitos.

Para empezar, no entretiene, y esto es uno de sus principales fallos: la convencional estructura de la cinta se desarrolla con suma pereza, con sustos que ni sorprenden ni asustan (es como oír una canción comercial, sabes cuándo va a venir el estribillo y sabes qué nota va a seguir a la siguiente), con momentos tensos que transcurren con cierto sopor (pero qué lento va el muñeco cuando quiere), con muertes nada originales ni elaboradas.

Otra de las grandes decepciones es el propio Chucky. Sus chascarrillos no son tan graciosos e inspirados como en otras entregas, y la tecnología utilizada para darle vida está mal aprovechada y es pobre: se le ve muy extraño cuando camina y el contraste cuando lo interpreta un actor humano hace que se le vea más la costuras, y no me refiero a las de su cara. La recreación del muñeco en la original de 1988 es mucho mejor, dónde va a parar... [continúo en el spoiler].
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Paranoid
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4
10 de febrero de 2016
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soy un patriota. Pero no porque me exciten las banderas o los himnos —no me gustan los símbolos, siempre fui un iconoclasta—. Más bien porque pago mis impuestos, me porto bien con la gente de mi alrededor y procuro comprar productos de proximidad o, al menos, hechos en mi país. Y, por supuesto, el cine no iba a ser menos.

Pero ¿qué pasa si te ofrecen una naranja que te aseguran que es de tu tierra, pero que, en realidad, ha sido cultivada en el extranjero? ¿Qué pasa si el agricultor ha viajado a Estados Unidos y, valiéndose de técnicas agrícolas americanas, ha intentado sacar una cosecha para abastecer a 300 millones de potenciales consumidores, solo que con una inversión pensada para 45? ¿Qué pasa si se ha adecuado el producto al que ya circula por allí, intentando imitarlo en lugar de diferenciarlo? ¿Qué pasa si admitimos que allí los hay peores, pero abundan los mucho mejores? Y, por último, ¿qué pasa si las pobres naranjas, que ya no estaban muy buenas, nos han llegado al mercado un poco resecas por el viaje y, encima, etiquetadas en inglés? Pues, en mi humilde opinión, lo que pasa es 'El mal que hacen los hombres'.

Y no puedo decir que la película que nos ofrece Ramon Térmens sea totalmente un bodrio; el problema es que es tan mediocre que ni tan siquiera puede considerarse como tal. He visto bastantes películas; algunas de ellas, las que menos por fortuna, son auténtica basura. No obstante, en ocasiones la basura te impacta lo suficiente como para que te quedes embobado mirándola, recreándote en su asquerosidad; es repulsiva y, a la vez, fascinante. Y, a veces, incluso, algo te hace recordarla y de repente evocas su pestilencia de nuevo; te ha dejado, de alguna manera, una huella nauseabunda en tu espíritu. Ahí está la clave: la mediocridad ni siquiera te produce emociones, ni recuerdos, ni nada; te deja totalmente frío, apático, indiferente, lo que es más grave.

“Hacemos lo que podemos”, decía el director de la película en el preestreno en el que estuve presente. No es del todo cierto. Competís contra lo que no podéis competir. Dejáis de lado la originalidad. Os conformáis con intentar ser como ellos, pero no mejores que ellos. Buscáis el cinco raspado y suspendéis por unas décimas. Queréis seducir a la bestia con ofrendas baratas (actor estadounidense, rodaje incomprensiblemente en inglés [hubiera estado más que justificado que fuera en español], temática y localizaciones familiares para el público americano), y os olvidáis de la gente más cercana a vosotros. Lucháis contra Goliat y no sois David, pero porque no queréis serlo; renunciáis a armaros con la creatividad, la única bala que podéis disparar con vuestra honda. Seguid así. Seguid estrellándoos contra el muro; total, ya estamos aquí todos los demás para recogeros cada vez que os caigáis con nuestros impuestos (y que conste que estoy a favor de que el cine reciba subvenciones, pero creo que se deberían revisar los criterios para concederlas).

En fin, tras esta parrafada, con la que me he quedado muy a gusto, pasemos a hablar de la película en sí. Como decía, 'El mal que hacen los hombres' es mediocre, un 'thriller' muy mediocre para ser exactos. La película se construye en torno a Santiago, un sicario con muy malas pulgas y un corazón tan negro como su bigote. No me desagrada la actuación de Daniel Faraldo, a quien se le nota la pasión y el trabajo que ha depositado en su personaje, Santiago —de hecho, él es también el guionista—, pero, a medida que avanza la cinta, vemos cómo la previsibilidad y convencionalidad de su apuesta acaban ensombreciendo los contados buenos momentos que nos ha ofrecido.

El resto del reparto, en cambio, o bien cumplen lo justito, o bien patinan y hasta te llegan a sacar de la película. Cuando digo esto, hablo especialmente de algunos extras o personajes muy secundarios, aunque también de Andrew Tarbet, quien, en ocasiones, me ha parecido muy forzado, como si no hubiera tenido tiempo para ensayar lo suficiente —por cierto, es el único personaje por el que parece que los demás tienen que hablar en inglés (pinche güero cabrón, que ladra en gringo nomás)—. Todo ello en un escenario que logra una ambientación aceptable: consigue transmitir la sensación de estar en medio de ninguna parte, la incomunicación y la aridez del desierto texmex que, no obstante, hemos visto unas mil veces.

Continúo en el 'spoiler'.
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Paranoid
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5
8 de marzo de 2014
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es la principal sensación que me ha producido '300: El origen de un imperio'. Sé que las comparaciones son odiosas, pero no he podido quitarme de la cabeza la increíble primera parte de la saga durante todo el visionado.

En esta nueva entrega, creo que, en líneas generales, todo funciona, pero, a la vez, todo es un pálido reflejo de su predecesora: las escenas de acción, la fotografía, los momentos épicos, la narración, el protagonista, los secundarios... Y continúo en el 'spoiler'...
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Paranoid
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