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España España · sevilla
Críticas de brulote
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
9
9 de enero de 2010
90 de 130 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un mindundi de la prensa rosa le preguntó a Cela por su afición a resolver a puñetazos sus querellas. Con precisión académica, el Nobel rectificó:

- En España no nos peleamos a puñetazos, nos liamos a hostias.

En aquel magnífico programa de Méndez Leite sobre el cine español, Fernán Gómez también dijo algo parecido a propósito de "Surcos". Hay una escena en la que dos se pelean y se ve exactamente lo que dice Cela. No se pegan puñetazos, como en una peli del Oeste, se dan de hostias en mitad de la calle, mientras el público transeúnte se acerca para ver mejor.

Esta película, hecha por falangistas, refleja mucho mejor la mísera época de la posguerra que mil series y películas de hoy filmadas por los rojeras de diseño que se sientan en la mesa camilla del zetaperismo. La lucha por la supervivencia, la degradación, la chulería del poder..., todo servido con una crudeza y un grado de verosimilitud inauditos.

Vicente Aranda, Martínez Lázaro, Amenábar, Bollaín y compañía hacen una película sobre "la realidad social" (qué sabrán ellos, pijos subvencionados) que pretende ser "un puñetazo en pleno rostro del espectador" (cito a cualquier crítico de cualquier periódico) y a mí no me hace ni cosquillitas.

"Surcos" me lanza una hostia y me deja KO en el primer round.
brulote
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3
23 de enero de 2010
71 de 119 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anestesiante. Evanescente. Vacua. Como comer sin pan. Indiferente. Como tomarse un té. Desnatada. Volátil. Eso es “Up in the air”. No se ven críticas negativas aquí porque los que nos hemos aburrido hasta la muerte también nos aburrimos hasta la muerte escribiendo sobre ella. Yo ya estoy bostezando.

Están bien los montajes de los pobres tipos despedidos. Son buenos momentos, sinceros, notas que te llega. Pero sumados serán unos cinco minutos, y me voy de largo. El resto es previsible, monótono. Clooney pone cara de anuncio todo el rato, con su nudo de corbata estratégicamente aflojado, el botón del cuello desabrochado, y su pelusilla en el pecho, todo un detalle que haya dejado de depilárselo para esta película y así conseguir ese aire de macho maduro despreocupado. Escuela del método pura, vamos.

Los demás están insípidos. Y cancioncitas por aquí y por allá. Y un par de sorpresitas que se adivinan incluso sin prestar atención. Y el culito de una rubia. Y diálogos de yupis maduritos sobre tarjetitas de crédito. Y más cositas que si las pusiera también irían en diminutivo. En fin, a muchas películas les hace falta un buen lingotazo de alcohol para remontar el vuelo. Yo me habría conformado con que Clooney se dejase de zarandajas y hubiese pedido un nespresso. Eso sí que lo hace bien.
brulote
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5
7 de marzo de 2010
24 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Según la wiki, Sara Montiel hizo esta película como favor a Juan de Orduña por haberle lanzado al estrellato diez años antes en “Locura de amor”. La verdad es que en 1957 Sara era una actriz amortizada en el cine americano, en donde apenas tenía futuro si no era como esposa de Anthony Mann, y “El último cuplé” supuso el mayor acierto de su vida, descubriendo su auténtica vocación de vedette de revista “retro”, ideal para un país como España en el que cotizan al alza siempre los perímetros mastodónticos.

Me gusta ver “El útlimo cuplé” y no por Sara, que me molesta sobremanera, ni por Orduña, que era un mal director, no sabía dirigir a los actores, su sentido del montaje era casi ofensivo (escenas que irrumpen unas en otras como quien corta maleducadamente una conversación) y narraba horriblemente mal. Me gusta por su homenaje apasionado a un género olvidado como el cuplé, que se quiera o no, es parte de nuestra historia. Canciones como “El relicario” o “La violetera” (maravilla del maestro Padilla que Chaplin inmortalizó al plagiarla nota a nota en “Luces de la Ciudad”) participan de eso tan indefinible llamado memoria sentimental, además de ser en sí mismas hermosas piezas musicales. El éxito de la versión aflamencada del cuplé, llamada copla, la censura franquista y la irrupción de los horribles espectáculos de Revista acabaron con el cuplé y esa podía haber sido la historia que contase esta película, pero obviamente no lo hace.

Me gusta también porque en “El último cuplé” se disfruta del enorme nivel que el cine español de la época alcanzó en algunos aspectos técnicos. Aquí es especialmente reseñable el trabajo de dirección artística de Sigfredo Burmann, que en complicidad con el operador José Fernández de Aguayo (y a pesar de Orduña, añadiría yo) ofrece una amplia y colorista gama de interiores de época, tan brillante, cuidada y matizada que uno se pregunta si fue una buena idea el desmantelamiento de los estudios de cine que los cineastas jóvenes propiciaron a partir de los años 60. Gente como Burmann, Aguayo, Enrique Alarcón o Manuel Berenguer hacían visibles muchas películas infumables, por no hablar de la abundante nómina de secundarios extraordinarios, que son la gloria del cine español. Aquí puede verse a la estupenda Matilde Muñoz Sampedro, en el papel de tía de la protagonista, que aporta algo de dinamismo a la insoportable languidez de Sarita y su rendido y devoto director.
brulote
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7
7 de mayo de 2010
19 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo creo que para ver “Spanglish” es imprescindible no haber leído ninguna de las críticas que me preceden, no porque estén equivocadas o sean malas (al contrario, algunas son estupendas) sino porque inevitablemente tanta unanimidad acaba por condicionar. Y es que a mí sí me gustó “Spanglish”.

Estamos de acuerdo en una cosa importante. Es irritante tanto tópico latino en Hollywood (la mujer sanguínea, pasional, peligrosamente curvilínea y en el fondo casta es un cliché inexistente, los españoles sabemos que los mexicanos y los hispanoamericanos en general son las personas más educadas y dulces del mundo), y es sencillamente imposible que una niña chicana le diga la siguiente frase a una mujer americana: “Es usted la mujer blanca más buena que he conocido en mi vida”. Nunca di con un mejicano que se considerase descendiente de Mami, la criada de “Lo que el viento se llevó”.

Esto afecta a la película. No es culpa suya, pero Paz Vega actúa como en permanente síndrome de abstinencia. Si en su casa de Sevilla tuviese una sirvienta que se comportase así, pensaría que bebe a escondidas, seguro. Además, como se ha dicho, la convención romántica impone que el personaje pase de no entender ni patata de inglés a conversar con fluidez encadenando dobles sentidos. Era previsible.

Sin embargo, me parece que es una buena película, no sabría decir muy bien por qué. James L. Brooks tiene un manejo maravilloso con los actores y mucho ingenio para los diálogos. Digamos que convierte las situaciones más tópicas en interesantes gracias a estas virtudes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
brulote
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El desencanto
Documental
España1976
7,9
6.931
5
17 de marzo de 2010
18 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ver “El desencanto” treinta y cuatro años después de su estreno no es encontrar un epitafio apóstata del franquismo, como entiendo que sucedió en su momento. Esta película debió impactar como pocas, sobre todo por la ausencia absoluta de catarsis: sólo hay indiferencia, desolación y exhibicionismo desganado.

Después de tantos años “El desencanto”, tres hijos y una madre destrozando a un padre muerto que no puede defenderse, se ve más como un “Reality”, con fotografía en blanco y negro para otorgar una pátina de qualité. Cuatro personas mediocres –lo lamento por los seguidores de Leopoldo María, no es más que un mal poeta con apellido y esquizofrenia- se prestan a culpar de sus respectivos fracasos vitales al que no está; uno de los hijos lo detesta por inercia generacional; otro, por haber sido lo que él nunca será; y el tercero se reviste de lamentable narcisismo para justificar su nada absoluta. El valor que tiene “El desencanto” es el de mostrar el grado de ridiculez que puede alcanzar la mediocridad cuando no es aceptada.

Capítulo aparte merece la viuda, Felicidad Blanc. Blanca y feliz por fuera, gris y amargada por dentro, despelleja a Luis Rosales sin piedad por su amistad con su marido y deja entrever que la muerte de Panero supuso una liberación personal. Apoyada en sus hijos y con la marca Panero como aval, inició una vida social a la que siempre aspiró y que su propia valía como escritora jamás le hubiera dado. Su intervención en “El desencanto” no sólo es impúdica, es directamente obscena.

Desgraciadamente a Leopoldo Panero se le recuerda por esta película, en la que ni siquiera aparece. Fue un poeta espléndido, superior a Luis Rosales y cercano en calidad a Gerardo Diego; recomiendo a los que hayan visto esta película que lean “Escrito a cada instante”, como antídoto.
brulote
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