Estamos vivos, ya que por suerte todavía un hecho en apariencia insignificante puede cambiar el rumbo de nuestra existencia, viaje a ti mismo a través de la carretera que une Berlín con Estambul, mostrando lo bello que es dejarse llevar por los sentimientos y eliminando lo superfluo que la cotidianidad nos va echando encima como lastre.
Fatih con su forma sencilla pero fuerte de hacer cine nos vuelve a resaltar las cosas maravillosas de la vida

Película de corte romántico, con historia de amor que se va fraguando a lo largo de la misma, es cierto que es la típica película en la que una frustración deja paso a un enamoramiento gracias a la candidez y optimismo de una persona, no aporta casi nada, salvo una fantástica banda sonora, pero no se puede obviar que al finalizar tu sonrisa es amplia y la vida parece un poquita más bonita. Fenomenal para pasar un tarde gris.

Ver sobrevolar las cometas en el cielo de cualquier país desde Oriente Medio a la India, nos muestra que la ilusión está muy por encima de la realidad a ras de suelo.
Porque esto es esta película, un canto a la ilusión y la amistad. Reflejada a lo largo de la vida de varias personas.
Su ubicación en Afganistán es una circunstancia más de ella, no nos intenta adoctrinar de nada, ni decirnos quienes son los buenos y los malos de la película, nos muestra una realidad en el contexto en el que se desarrolla la acción.
Lo importante es la rectificación del protagonista hacia sus propios miedos, que acaba venciendo, cuando defiende al hijo de su amigo ante su suegro, requiriéndole que no le llame más Hazara, que tiene un nombre y que no consentirá que lo llamen de otra manera.
La película basada en un estupendo libro, se acerca mucho al significado que en él se quiere expresar. Lo mejor de ella esa sensación de que todavía todo es cambiable y que cualquier situación por espantosa que sea siempre se puede mejorar, lo más flojito la falta de emotividad en los actores infantiles que no muestran en toda su crudeza y belleza la amistad que se procesaban los protagonistas.

Fatih nos vuelve a mostrar sus dos mundos, intentando cruzarnos continuamente de un lado a otro pero con menos suerte que en otras películas, como "contra la pared" o "corto y sin filo", donde se reflejaba con más realidad y convincencia ambos mundos. En este caso los protagonistas se pierden en contextos y situaciones demasiado estudiadas, perdiendo la frescura que había caracterizado a Fatih en sus anteriores películas. Técnicamente la película es perfecta tanto en su ejecución como en su realización, pero le falta algo, no conmueve no te llega al alma, los personajes son asépticos demasiado "limpios" e interpretativos, solamente el padre parece real en este mundo. En matiz político no muestra realidades, es poco convincente y la realidad de la Turquía actual queda lejos de lo reflejado en la película.

Pocas películas han mostrado tan acertadamente lo que la guerra desencadena en el ser humano, sacando a flote nuestros más sucios instintos. La rivalidad ya sea nacional, social, política o incluso deportiva se vuelve un ferviente odio a todo aquello que no comulga con nuestras ideas, prevaleciendo por encima de todo la destrucción del contrario a cualquier precio. Pero en las guerras modernas aparece una nueva figura, el observador imparcial de las naciones poderosas que velan por la seguridad de los inocentes, nada más falso y mentiroso, esas mismas naciones son las que siembran el rencor entre las gentes para luego lavarse las manos ocultando al mundo la verdadera realidad que encierra la contienda.