Querida voy a comprar cigarrillos y vuelvo es una película inclasificable, ni cine popular ni cine para especialistas. La premisa es la siguiente: A nuestro antihéroe se le presenta la oportunidad de vivir diez años en su pasado conservando su mente actual a cambio de un millón de dólares. Ernesto, un ser sumamente mediocre, buscará redimirse en su pasado pero dejará a más de un espectador con un sabor agrio en la boca al notar su tremendo esfuerzo por intentar cambiar el orden de las cosas. En este film, su futuro no cambiará como en el efecto mariposa sino que se agotará en realidades paralelas. Una obra llena de frescura para el cine argentino que se nutre con la notable voz en off de el padre de la criatura: Alberto Laiseca. Fenomenal verlos a Disi y Lopilato en otra faceta. En definitiva, una película recomendable para aquellos que desan ver algo audaz y distinto.

La cámara de Gustavo Fontán desnuda los rituales, los silencios, las miradas, de un matrimonio durante su vejez. Los planos son hermosos, muestran los actos mínimos de la vida. El inexorable paso del tiempo esta presente en cada fotograma. Mención especial merece el hecho de que los actores son los padres de Fontán. Un presupuesto reducido para una película grandiosa. Abstenerse aquellos que tienen en sus mentes el vértigo del cine comercial. Bienvenidos quienes desean contemplar un film independiente y la sabiduría de las pequeñas cosas