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Argentina Argentina · Argentina
Críticas de Crotalus
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Críticas 31
Críticas ordenadas por utilidad
3
31 de diciembre de 2018
45 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comienza bien. Nos tiene entusiasmados. Seguimos con esperanza porque la desilusión no aparece a los cinco minutos, ni a los diez. Como está bien dirigida, captura nuestro interés un tiempo más.
Pero hay algo que tarda en aparecer, luego tarda un poco más y después tarda tanto que nos desahuciamos.
Eso que no aparece no es la cara mala de los monstruos que nunca vemos (excepto en unos dibujos en carbonilla) porque la directora tiene el buen tino de protegernos del suicidio. Eso que no aparece, que seguimos sin conocer cuando ha terminado la película es la naturaleza del ataque extraterrestre o satánico o de guerra del futuro o vayaunoasaberqué. Y digo esto porque, si bien entiendo el concepto de elipsis, me parece que acá se hace un uso desmesurado de este recurso tan valioso. Este recurso, que sirve para que lo no dicho cobre fuerza, aquí se usa para que lo no dicho se omita porque no se sabe qué es.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Crotalus
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9
19 de agosto de 2013
23 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace muchos años, en una escuela de la Patagonia, tuve una alumna a la que llamaremos D.
D. tenía catorce años, se sentaba en el primer banco, invariablemente sola, y llevaba una trenza gruesa de cabello crespo que le llegaba hasta la cintura. Nunca hablaba ni miraba a nadie. Cuando yo me sentaba a su lado para explicarle algo, contestaba con unos pocos monosílabos y ni siquiera en esa situación giraba su cabeza hacia mí: se ponía tensa, clavaba los ojos en el pupitre y sobre su labio superior, entre el vello sin depilar, brotaban gotitas de sudor. Yo sentía que su único deseo era que me levantara de la silla cuanto antes para ocuparme de otros alumnos. Logró atravesar la secundaria, haciendo un esfuerzo que creo ninguno de nosotros puede imaginar, ya que su vida era, según supe, igual o peor que la de Mouchette.
Y al igual que Mouchette, D. no podía aceptar nada bueno que llegara desde el mundo externo, porque simplemente nadie le había enseñado a ser digna de consideración. Hubo ONGs que trataron de ayudarla y también una escuela que tendió los puentes para que pudiera finalizar la educación media. Pero D. siguió hasta el último día de clases tan encapsulada y triste como siempre.
Mouchette es ella, Mouchette es D.. La sensibilidad de Bresson para captar y transmitir la tragedia de los pobres desdichados es infinita. Sin diálogos innecesarios ni golpes bajos nos hace saber que hay vidas en las que no existe el mínimo lugar para la esperanza. En el cine son frecuentes los guiones complacientes y moralistas donde cualquier desgracia puede y debe superarse. Pero la vida no es así, o al menos no lo es siempre. Y esto es lo que diferencia a un artista de un impostor: Bresson es una artista porque, además de manejar un exquisito lenguaje cinematográfico no finge para intentar seducir al público masivo sino que se limita a contarnos con la cámara lo que sus ojos ven en el mundo. Sin edulcorantes, sin eufemismos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Crotalus
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2
29 de noviembre de 2013
22 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
No tenía grandes expectativas puestas en esta película; luego de haber visto“Precious” sabía que su director es un especialista en manipular al público distraído y de lágrima fácil.
Esta vez la apuesta de Lee Daniels fue un intento descarado para ganar la estatuilla en los próximos premios Oscar. Como la astucia de Daniels se nutre de las limitaciones de su público, haciendo jugadas de la misma conveniencia política que quienes siguen detentando el poder, lo más probable es que este farsante del séptimo arte logre su objetivo en el 2014.
La película es banal. Y a la vez es perversa, ya que utiliza el sufrimiento que los negros han padecido en EE.UU. con el fin de hacer propaganda política para Obama. Lo hace contando un fragmento de la historia del país que le enseña al mundo entero sobre derechos y libertades desde la mirada de Cecil Gaines, un mayordomo afroamericano de la Casa Blanca, cuyas virtudes más allá de llevar bien la bandeja no podría precisar. En la sucesión de presidentes desde Eisenhower hasta Reagan, todos excepto estos dos y Nixon (por razones obvias: eran republicanos y uno de ellos fue además el borracho protagonista de un escándalo) son presentados como personajes afables, casi inocentes, llegando al paroxismo de la banalidad perversa el la figura de Kennedy: muchachito tierno de ojos claros y buen padre de familia que nada parece haber tenido que ver con la Guerra Fría, las intervenciones de la CIA asesinando jefes de estado, el ataque a Cuba o el sostenimiento de la guerra de Vietnam.
El poster que publicita la película merece un párrafo aparte. Presenta a este mayordomo con el puño en alto, en signo de protesta y a la Casa Blanca en su otra mano. Si algo no fue Eugene Allen (el verdadero nombre del hombre en quien se inspiró la historia) es un revolucionario. Fue un negro dócil, un “negro de casa”, como se decía siguiendo la lógica racista de la mayor parte de la población norteamericana. Como a cualquier negro de aquella época no le faltarían razones para crecer y vivir con miedo, y es entendible que así fuese, pero no es honesto que lo presenten como un Martin Luther King infiltrado en la Casa Blanca.
A los personajes les falta profundidad, nunca llegamos a sentir empatía con el pobre Cecil, a pesar del talento de Forest Whitaker, y mucho menos con los demás personajes. Demasiadas historias de vida cruzadas con el fin de mostrar la posibilidad de la pluralidad. Daniels nada por la superficie, no se pone el snorkel ni por medio minuto y el resultado es que el espectador sólo llega a construir sospechas sobre la naturaleza de los personajes y de los EE.UU. como nación que resulta luego demasiado aburrido tratar de confirmar.
La historia de Cecil está desprovista de ideología pero no de sus consecuencias. Como le sucede a mayoría de la gente. Quizás por eso, cuando la película terminó mi asombro fue inmenso al comenzar a escuchar los aplausos -conducta colectiva para mí inexplicable en el cine, salvo que se encuentre presente en la sala el director- de un público complacido con el producto mainstream que acababan de consumir. Y eso no fue todo: cuando se encendieron las luces pude ver que a mi izquierda una mujer sostenía un pañuelito para secarse las lágrimas y a la derecha de mi prima, sentada a mi lado, otra mujer estaba en idéntica situación. No pudimos evitar la carcajada ni comentar: “Qué mal que estamos”.
El Nobel de la Paz para Obama y el Oscar para Daniels. Esa es la realidad. De cine, mejor no hablemos.
Crotalus
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7
19 de septiembre de 2016
20 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
No tengo en mi casa un solo disco de cumbia ni me gusta bailarla en las fiestas, es decir no soy una fan de la música tropical y desde ese lugar fui a ver “Gilda”.
Se trata de una película que tiene dos rasgos distintivos: el primero, que su directora ha recreado el mundo de la música más popular de las clases más populares sin caer en lugares comunes ni rozar el grotesco, con buen gusto y sobre todo con muchísimo respeto por los artistas y el público que los admira (algo que lamentablemente no supieron hacer Cohn y Duprat en “El ciudadano ilustre”, cuya crítica escribí la semana pasada y parece no haberle sido muy útil a las clases medias que van al cine a reírse de la gente de menores recursos intelectuales de las cuales, por supuesto, las separa un abismo) Pero volviendo a Gilda, sostengo que uno de sus mayores logros es que aborda la vida de esta cantante de un modo ético en lo conceptual y grácil en lo estético.
El otro rasgo sobresaliente es la actuación impecable de Natalia Oreiro, nos captura con su belleza y su talento como actriz y como cantante durante toda la película. Si bien el director se excede un poco con tanto primer y primerísimo plano de su cara perfecta, esta repetición no resulta molesta. Y su despliegue al encarnar el personaje de Gilda tanto sobre el escenario como en su vida personal es más que elogiable.
Un párrafo aparte para los extras: el público de Gilda, todas esas personas que irradian devoción aparentemente sin filtro alguno. Memorable la escena en la que canta en la cárcel, una gema dentro de la película.
Quizás sean demasiados los minutos de rodaje dedicados a verla bailar y cantar sobre el escenario, pero eso es lo que ella era para el público y por lo que es recordada, como lo son todos los ídolos populares.
Una buena película, que reconoce sus límites y que se mueve dentro de ellos con elegancia, con verosimilitud y dando además la posibilidad de una lectura sobre la opresión que sufren en silencio tantas mujeres condenadas a no tener sueños. Y que además tiene el mérito de derrumbar prejuicios: me parece que en estos días me bajo algunos temitas de Gilda.
Crotalus
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3
17 de mayo de 2012
26 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante una película cuyo mayor desacierto es no lograr crear en el espectador la sensación de verosimilitud. Todos sabemos que cuando vemos una película adherimos a un acuerdo con el director en el que aceptamos que vamos a creernos lo que él nos cuenta. En este acuerdo, esta vez, yo puse todo de mi parte para intentar explicar por qué ese matrimonio (Alan y Nancy) permanecía innecesariamente durante los 79 minutos que dura la película en el departamento de Penélope y Michael. Pero ni Polanski ni Yasmina Reza (la autora de la obra original) me dieron en ningún momento la razón para poder entrar en el juego de la trama y que la historia me resulte creíble. Cuatro personas que atravesando una situación medianamente complicada sacan lo peor de cada uno atacándose y tejiendo y destejiendo alianzas para terminar todos contra todos, no es ningún hallazgo. Filmar entre cuatro paredes, tampoco. Pero si dentro de las cuatro paredes ocurre algo tan interesante como, por ejemplo, en “Tape”, de R. Linklater, la curiosidad del limitado escenario resulta anecdótica. Tengo la sospecha de que aquí tal vez se pretendió hacer de lo técnico algo central, pero en el sentido de prescindir de los recursos. A los personajes les faltó media hora de horno. Y la historia… ¿Alguien me puede contar la historia? En fin, una obra de teatro filmada que pretende declamar las contradicciones de los pobres mortales de occidente, pero que resulta panfletaria y a medio terminar.
Crotalus
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