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Críticas de El Despotricador Cinéfilo
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Críticas 95
Críticas ordenadas por utilidad
7
6 de agosto de 2009
49 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
He de reconocer gratamente asombrado que no esperaba que me gustara tanto esta película, y como casi sin darme cuenta me fui metiendo en ella cuando tenía pocas expectativas de que me gustase, pues por regla general todas las películas de astronautas suelen ser bastante aburridas (inclusive las muy sobrevaloradas "Apolo 13" y "Elegidos para la gloria").

Pero Capricornio uno sabe combinar magistral e inteligentemente todos los elementos de varios géneros: el thriller político más intenso, la acción más trepidante, la denuncia social, la emoción más conmovedora, la intriga (al más puro estilo Hitchcockiano), el suspense, la aventura e incluso hasta unos afortunados toques de humor a cargo del personaje de Elliott Gould (y en menor medida del desmadrado Telly Savalas en un breve pero impagable personaje).

El Despotricador Cinéfilo
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9
13 de febrero de 2012
37 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo recordar que era Pumares el que decía que "Vértigo" de Hitchcock, a pesar de estar considerada de forma unánime hoy en día como una incuestionable Obra Maestra, sería una película absurda, incoherente y un despropósito total si no la hubiese dirigido el Maestro inglés. ¿Por qué? Pues porque roza continuamente la incoherencia, el absurdo y la incredibilidad, pero es gracias a la buena labor de su director lo que cuenta es cómo esta contada en vez de qué es lo que cuenta.

Algo muy similar, aunque a más de uno podría sorprender, se puede decir de este inolvidable clásico del cine español de los años 40 titulado "El clavo" de Rafael Gil (sí, hay grandes películas españolas en esa época y por desgracia la mayoría de ellas aún por redescubrir). Pues si nos ceñimos al guión en sí, o más concretamente a la historia que cuenta (pues el guión es espléndido), no hay por donde cogerlo y más de una incoherencia e inverosimilitud se presenta en la explicación del crimen que se está juzgando pero, sin embargo, y esta es la gran magia del cine, nos da igual, no nos importa, porque está contado y narrado de forma tan magnífica que no nos percatamos de ello.

Es realmente maravilloso, porque esa es la palabra, maravilloso, cómo está planteada toda la fatalista atmósfera de la película, como nos cautiva ese tono onírico, fantasioso, fantasmagórico, romántico, misterioso y muy fatalista de todo el relato; como los diálogos derrochan (y desbordan) ingenio y brillantez que ya quisieran la amplía mayoría de las sitcoms actuales; cómo la química entre todos actores (soberbios Amparo Rivelles y Rafael Durán) es simplemente perfecta; cómo la envolvente y sobrecogedora música de Juan Quintero te conmueve y cómo avanza la trama, como ocurre solo con las grandes películas, sin que nos demos cuenta. Todo un prodigio de dirección. Todo un prodigio de planificación. Todo un prodigio para demostrar, por enésima vez, que el cine, como arte que es, lo que importa es las sensaciones que produce aunque la historia que cuente tenga más cabos sueltos de los que serían recomendables.

Pero claro, ¿quién quiere películas académicamente perfectas cuando estas obras tan imperfectas son tan cautivadoras, embriagadoras y fascinantes?

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5
1 de enero de 2010
51 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace ya algunos años fui invitado, junto con otros cinéfilos, por un profesor, a la proyección, en la facultad de Filosofía y Letras, de la mítica película “El año pasado en Marienbad”. 94 minutos después terminó la película (menos mal que solo fueron 94 minutos) y empezó, entre los allí congregados, un espontáneo coloquio sobre dicho film.

Yo no podía salir de mi asombro viendo cómo todos estaban entusiasmados, fascinados y motivados por la obra de Resnais, derrochando ingeniosas justificaciones e interpretaciones de lo que acabábamos de ver; encontrando rasgos culturales, perturbadores y geniales en cada una de las escenas y diálogos. Yo permanecí callado, pues dudada (muy seriamente) si estábamos hablando de la misma película o, peor aún, si era tan intelectualmente pobre que no había captado ni apreciado todas esas cualidades, aciertos y magistrales toques surrealistas que inundan cada fotograma del film.

Ahora que mi criterio y mi sabiduría cinéfila se han ampliado considerablemente, hay una máxima cinematográfica que no consiento ni tolero: no aguanto que me tomen el pelo, ya sea con cine europeo (en su mayoría) o americano (por ejemplo, la amplia filmografía de David Lynch). ¿Tan difícil es decir, o reconocer, que “El año pasado en Marienbad” es un aburrimiento incomprensible? ¿Tanto cuesta asumir que no se han enterado de nada porque no hay nada de que enterarse? ¿No les da vergüenza tener que escudriñar rebuscadas justificaciones e interpretaciones para, así, no reconocer que la película es un vacío absoluto estirado hasta el hastío (y, en mi caso, la desesperación)? ¿No les revienta de verdad que un director (un ser humano, al fin y al cabo) sea tan pretencioso y prepotente como para hacer un cine tan poco asequible que haya que buscarle absurdas coartadas intelectuales y culturales?

Y luego querrán, sinceramente, que la cultura sea interesante y accesible para una mayoría. Pues mientras se sigan defendiendo (sin justificación alguna) bodrios de tal calibre, la gente seguirá huyendo de la cultura, y el cine europeo seguirá arrastrando el lastre de cine aburrido para minorías: una pena, sin duda, pues nos alejará y nos impedirá ver las grandes obras del viejo continente.

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8
22 de septiembre de 2012
27 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estrellas ha habido en la historia del cine desde sus orígenes y siempre las habrá, pues incluso hoy en día que todo el mundo hollywoodiense está más desmitificado siguen existiendo grandes estrellas del calibre de Brad Pitt, George Clooney o incluso Tom Cruise (que lleva incombustible instalado en el estrellato desde hace casi 30 años a base de instinto, constancia y talento).

Ahora bien, cualquier cinéfilo en el fondo de su corazón sabe que las verdaderas, esenciales y legítimas estrellas son las del cine clásico donde surgieron auténticas leyendas y mitos cinematográficos que atesoraron, consolidaron y mitificaron la magia del cine y la fascinación que nos cautivaron. Y si de estrellas clásicas hablamos, probablemente Clark Gable es su mayor exponente. ¿Por qué? Pues porque concentra y exhala en su dilatada e inolvidable carrera todo el carisma, talento, magnetismo, personalidad, fuerza, atractivo, simpatía y mitomanía que se le puede pedir a un estrella. Un digno Rey de Hollywood como fue apodado en su época por sus fans.

Por tanto, contar con Gable para "Los implacables" ya es el primer paso para aportar personalidad y enjundia a una película. Añadamos además que tras la cámara está Raoul Walsh, y decir Waslh es como decir John Ford, es decir, cine en estado puro y uno de los más grandes genios cineastas que jamás dará el séptimo arte. Además, para el director no era algo nuevo el argumento de la película, pues si nos fijamos con atención en ciertos momentos es como si fuese un remake de su memorable "La gran jornada" dirigida por sí mismo 25 años antes con otro mito del celuloide: John Wayne. Y si lo completamos con una muy sensual (y muy divertida) Jane Russell ya la receta es perfecta. Un plato perfecto para ser degustado sobre todo por los amantes del western y del cine clásico.

El resultado de "Los implacables" es el esperado pero no por eso deja de sorprender. Primero porque es un film muy compacto con algunas de las escenas de paisajes monumentales en cinemascope más bellas jamás rodadas. Segundo, contiene un impecable y firme pulso narrativo de Walsh para dirigir con su maestría habitual la acción, la aventura, el romance, el drama e incluso algunos afortunados toques de humor. Tercero, la química brutal entre Clark Gable y Jane Russell hace saltar chispas con algunos inteligentes y picantes diálogos con doble sentido. Cuarto, por si fuera poco, un solvente grupo de secundarios donde destacaba el siempre correcto y versátil Robert Ryan que siempre aporta más carisma a un film, como si con el de Gable no fuese ya más que suficiente.

De forma concisa y resumida se podría decir que "Los implacables" es el un western es estado puro, paradigma de los que engrandecieron el género y lo convirtieron en mítico y antológico. Vamos, una gozada, para que nos entendamos.

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6
5 de junio de 2010
23 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Según tengo entendido, en el momento de su estreno "Aeropuerto 75" fue vapuleada por la crítica, y no me extraña, pues estamos ante una lamentable secuela de la magistral y muy entretenida "Aeropuerto" de George Seaton.

"Aeropuerto 75" engloba en su interior todos los defectos del cine catastrofista tan típico de los 70 y sería interminable la enumeración de todos sus exasperantes e irritantes toques del peor cine-espectáculo. Pero, a pesar de la mediocridad del resultado final, no pude evitar esbozar una sonrisa constante durante todo el film, llegando, incluso, a gustarme la tremenda exageración con que está planteada.

¿Por qué?, pues sobre todo gracias a la sublime "Aterriza como puedas". Pero ¿cómo es posible que una película paródica e hiriente haga más agradable y llevadera la película original parodiada? Pues porque la genial e hilarante comedia de los ZAZ (todo un clásico a reivindicar, dicho sea de paso) hace que cada escena de "Aeropuerto 75" sea más entrañable y más simpática por el continuo derroche de escenas tan tópicas y susceptibles de ser parodiadas.

Es más, no sé si intencionada o accidentalmente, Jack Smight aporta a todos los pasajeros del avión un tono muy surrealista, casi kafkiano, empezando por esa Gloria Swanson, autoimitándose de forma magistral y grotesca, y siguiendo con el resto del elenco, a cual más divertido. Incluso me atrevería a decir que todo el reparto es consciente de estar en una comedia más que en un trágico y sobrecogedor film catastrofista. Todos menos Charlton Heston, claro, que intenta tomarse en serio un personaje que roza el absurdo de forma continua.

En fin, cuando un film tan terriblemente malo consigue que desees ver inmediatamente las siguientes secuelas ("Aeropuerto 77" y similares) algo bueno tendrá, aunque a veces nos cueste ver lo que es.

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