Es claro al final de todo el espectáculo que Bo nos odia. Nos aborrece por ponerlo en sitial en el que está, por no decirle que nada de lo que haga nos hará realmente felices, ni a él ni a nosotros. Pero no puede evitar volver a estar en medio de las luces, donde lo dará todo como artista, y donde quiizás se esté lentamente perdiendo como persona.
Make Happy puede lograr que te rías de vez en cuando, sin embargo a lo que apunta es a que comprendas que esa risa es para ocultar la amargura que todos, Bo incluído, estamos sintiendo. Es lo más honesto que jamás verás en un espectáculo televisivo.

El documental es un crudo relato de cómo un grupo de vecinos trata de lidiar con una justicia esquiva y que creen ajena. Tanto así, que su única esperanza de castigo ante los asesinos del jóven Manuel Gutiérrez está sólo presente en su fe y en el juicio por parte de su dios.
Vívido y realista, la película muestra con desgarro cómo todas las acciones de un pequeño grupo de accionar político es inútil frente al monstruo kafkeano de un Estado presente, pero tan vacuo y lejano como la misma idea de la justicia divina.
Horrendo y hermoso, remece profundamente en aquellos que confían en los resultados de cualquier movimiento social; grande o pequeño.
Sólo soledad y desamparo hay para la pobreza ante la ley.