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España España · santiago de compostela
Críticas de berenice
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Críticas 149
Críticas ordenadas por utilidad
1
20 de mayo de 2014
76 de 101 usuarios han encontrado esta crítica útil
-Ahivalohostia, Txomin, qué montón de gente riéndose!!!
-¿Dónde, Patxi?
-¿No los ves, chiqui? Ahivalaostia, pues. ¡Ahí! Disfrutando de vernos!!
-¿A nosotros?
-¿A quién si no, Txomin?
-Espera, que me pongo la txapela y me pongo con la pelota
-¿Y pa qué, pues?
-Pa todos estos que se ríen, Patxi. Pa tener más gracia.
-Eskarrikasko kakatua abertxandal, ahivalaostia, gorrotxategi, garaigordobil!!!
-Hostia, ha hecho efecto, tío... se escojonan!!!
-Que suene el txistu!!!

Ahora es cuando la sana masa nos dice, (a los dos o tres sabedores que esto del Martínez Lázaro es una mierda pinchada en un palo) que somos unos amargados, unos gilipollas, unos pedantes y unos listillos que van de intelectuales. ¡Qué le vamos a hacer!
Vaya por delante que la película es mala, pero inofensiva. No puede, (ni siquiera), hacer daño de ningún tipo. Algún otro como yo ya habló del bodrio, de su falta de ritmo de comedia, de sus lamentables actores, (siempre sobreactuados para hacer, supuestamente, más gracia, como en todas las comedias televisivas españolas), de su vulgaridad y, en el fondo, apatía vital y ausencia total de reacciones químicas positivas. No, el problema no es la tontuna de la película. El problema, a mi juicio, es su tremendo éxito.
Me limitaré a hacer dos reflexiones al respecto: si desde mañana, en este mi país, todas las fuerzas mediáticas y publicitarias se esforzaran en alabar la tortilla de excrementos caninos, (con el mismo incansable ímpetu con que han alabado "Ocho apellidos vascos", incluso cambiando el signo de la crítica cuando esta era contraria a los intereses del film, como ocurrió en el muy "imparcial" diario "El País"), podéis estar seguros de la tapa que, con vuestro beneplácito, os iban a servir mañana con la "servesita", amigos.
La otra reflexión parte del hecho, innegable, del éxito mismo: muchísimos españoles aplauden un bodrio que trata de una manera rancia y estúpida los tópicos más manidos con que, en el imaginario popular, se suelen diferenciar los distintos países o regiones de España. Para uno que, naturalmente, ha viajado, resulta descorazonador ver la ignorancia supina que gran parte de los españoles, (no necesariamente, ni probablemente, los artífices de la película,), tienen de su propio país, del desprecio que sienten por sus culturas, el desinterés por sus obras de arte, su historia, sus paisajes, sus gentes...incluso por sus "desviaciones", como el fenómeno totalitario de ETA. Este desconocimiento absoluto parte ya de las aulas, donde muchos alumnos no saben situar ¡¡¡Madrid!!! en un mapa, y sé de lo que hablo. Resulta descorazonador porque no estamos en el siglo XXI, ni en la aldea global, ni en nada de eso que nos venden. Nadie que haya recorrido tranquilamente, con espíritu curioso, (con amor incluso, aun a riesgo de ponerme cursi), España, toda España, (y nadie que haya visto buen cine, por supuesto), reirá con esta retrógrada y anti-transgresora cinta. En esa captación masiva de cierto tipo de público radica el único mérito, comercial, de la misma: los productores han sabido olfatear bien el percal que se mueve por la piel de toro. Está claro que no es una película dañina, o perniciosa. Lo malo es el éxito que ha tenido. Me encantaría ver el porcentaje de aprobación por comunidades autónomas. Sospecho que en el sur la disfrutan mucho más.
Conclusión lógica a la vista del acierto: "Nueve apellidos catalanes", que llegará pronto. No os la perdáis.

Crítica muy áspera, pero no puedo permitir que una comedia me aburra tanto.
berenice
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4
13 de abril de 2011
82 de 136 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pero no sólo reaccionaria vista hoy, en la era Bibiana Aído, (hoy no hay medio de digerirla salvo como reliquia arqueológica); aterrizado Murnau en EEUU, el éxito de la cinta da pistas de lo que arrasaba en la pacata sociedad americana, a la que se pliega sin pudor un tipo como él, que había conocido los excesos geniales de la República de Weimar. Y, en fin, ¿qué decir a tantos críticos benévolos? Me cuesta comprender que consideren esta apología de primate dominante contra cerebro hueco sumiso, (dos de los personajes más romos y sin sustancia de la historia del cine) como una preciosa historia de amor. Será que nunca han estado enamorados o, peor aún, que lo están hasta las trancas en el momento de escribir. No se olviden los hagiógrafos del poeta del amor Murnau que el maravilloso y cándido novio se folla a otra y ha matado ya a su féerica esposa, (aunque no consume el acto para dar paso a continuación a la redención-resurrección tolstoiana más rápida y asombrosa de la historia). No sé si Murnau no tenía ni idea del matrimonio, (creo que no por su condición homosexual), ni de la convivencia, ni del perdón, ni de ningún otro maldito tema...o es que los guionistas se limitaron a poner a un personaje femenino tan estólido y estúpido que sería del agrado del granjero arquetípico norteamericano, y de cualquier macho de bar de todos los tiempos. Uffff, para más inri, llora la infidelidad del marido al lado del hijo dormido, no sea que si llora sola iba a conmover poco al público. No recuerdo si era Cabrera Infante el que decía que poquísimas películas aguantaban la comparación con sus coetáneos literarios, filosóficos, musicales... (salvaba a Orson Welles), pero esa reflexión me viene viendo muchos clásicos. Este Amanecer, además, tiene poquísimo (o nada) de "expresionismo", etiqueta que tantos le cuelgan como una percha sempiterna sin tener mucha idea de lo que significa, (algunos de los que escriben piensan, incluso, que hace referencia a las expresiones del rostro de los actores). Tal vez las únicas escenas de auténtico sabor expresionista, las de la feria nocturna, se cuenten como lo mejor del film; curiosamente ahí se diluye la pareja para dar lugar al arrebato, a la espiral de imágenes, al cine más fantasioso, (me recuerda a aquel documental sobre Berlín, del mismo año, de Walter Ruttman). En fin, parece increíble que, formado en el mismo caldo de cultivo que, por ejemplo, Karl Kraus, Thomas Mann o Richard Dehmel, Arnold Schoenberg o verdaderos expresionistas, este Murnau se plantara con esta apología reaccionaria del matrimonio tradicional, (o más bien del primate masculino tradicional, porque en los buenos matrimonios reaccionarios (por ejemplo, los fordianos) se quieren, no se asesinan por el día para bailar enamorados por la noche). Ideológicamente, la película tiene un tufillo; psicológicamente parece la obra de un alumno de la ESO; técnicamente, me importa un huevo que esté bien hecha, que sea fantasiosa y a ratos deslumbrante. De eso ya estamos sobrados hoy. Una vez más, muchos clásicos lo son porque faltan revisiones serias. Ahora ya me da miedo ver Nosferatu, por miedo a lo que el tiempo la haya desgastado, y a la que recuerdo como una de las más grandes películas que había visto.
berenice
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7
27 de febrero de 2014
28 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una película sin esperanza, de las que hicieron Risi y Gassman cuando se hicieron mayores. Sus dosis de vitriolo son absolutamente letales porque ya no vienen diluidas,como antaño, en cierta ternura o piedad hacia los personajes. La decepción y la amargura impregnan cada fotograma, cada escena, desde ese palacio de justicia que se desploma, pasando por esas playas llenas de mierda, (en las escenas risianas de los sesenta estaban llenas de turistas despreciables, pero aún eran veraniegas), hasta llegar a la patética claudicación final del juez en una escena memorable que a mí me recuerda a cien mil merluzos empapados en una fuente, pitando con sus claxon y gritando "soy español, español, español" en medio de la putrefacción cultural, molicie moral y venalidad institucional que nos rodea, como un cáncer ya inextirpable.
Esa virtud de radiografiar nuestra propia miserable realidad española la ha tenido muchas veces el cine italiano, ya que aquí estábamos con Martínez Soria. Pero pocas veces, como en esta película, puede uno contemplar su propia realidad social con el calendario actualizado en la mano, aunque fuera realizada hace más de cuarenta años. Es tal el parecido que asusta.
Las actuaciones de los protagonistas están en sintonía con esta idea: el histrionismo de Gassman es el de la gente abducida que grita por la calle, el de la locura del boom inmobiliario, el de que siga la fiesta para tapar el olor a podrido. En la línea del gran actor italiano, los secundarios aparecen histriónicos, sobreactuados, (como los padres de la prostituta), inmersos en esa vorágine de suciedad en la que no se entretienen ni un momento en pensar. Por el contrario, la contención recargada,.valga la paradoja, de Tognazzi, intenta dar una triste réplica a ese mundo corrupto y vulgar, hasta que le estalla la cara de sobriedad en la apabullante secuencia final. Son dos extraordinarios actores en un mano a mano espectacular, pero también son dos maneras de ver la vida y el mundo. Y ninguna complacencia por parte de Risi.
Lástima que el ritmo cinematográfico esté algo descuidado, como si sólo importara la denuncia; o que el guión aparezca desmayado o el metraje con demasiados momentos sobrantes. Pero son muchas las virtudes de esta terrible, tristísima, claudicadora cinta que, como Benjamin Button, quizá nació vieja y hoy tiene una actualidad apabullante.
berenice
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8
1 de diciembre de 2013
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si exceptuamos un final imposible y demasiado sentimental, aquí tenemos otra maravillosa película de Dino Risi, el cineasta que mejor manejó el sabor agridulce. Plena de vida, de escenas de composición apabullante; plena del ruido y la furia de la vida pública italiana de los decenios posteriores a la Segunda Guerra Mundial, que componen no un magnífico telón de fondo, (en el sentido de algo decorativo, pero vacuo), sino una verdadera enredadera que va indisolublemente tejida a las voluntades de los protagonistas; ruido, furia y plena vida sobre los que se desarrolla una de las historias de desamor más notable e injustamente olvidada del cine amargo de parejas. Los extras, con Risi, nunca lo parecen: la calle es real, la gente es de verdad y, milagro, no miran a la cámara. Abundan, (repito, abundan!!), las escenas inolvidables, empezando por esa cena aristocrática en el advenimiento de la República; o el entierro en el pueblo, con la banda de música. Abundan apuntes ácidos de inteligente valor cinematográfico, aunque en ocasiones se exhiban con excesivo regodeo y bajones de ritmo, como en casi todos los momentos en que el protagonista ha descendido al infierno. Son oportunos los retornos románticos y sentimentales con los que los italianos, desde siempre, (y más si tienen talento), nos han hecho llorar, y aquí no es la excepción... En fin, desde el punto de vista "pareja italiana" la película es magistral, con una Lea Massari maravillosa, para enamorarse y un Alberto Sordi bufonescamente sobreactuado, a veces sin ningún tipo de mesura, pero competente. Por otra parte, despiadada crítica a un sistema social corrupto y un modo de hacer las cosas que ya apuntaba maneras y que nos ha conducido, algunos lustros después, al aniquilamiento del individuo en nombre de lo peor de un sistema capitalista podrido. Risi, terrible, nos deja una sonrisa, pero ni él se cree su final, y el sabor general para nuestro hombre será amargo, de fracaso, de derrota y, peor aún, de claudicación. Cuando llega ese momento, con la nueva Massari del abrigo de visón, la película se convierte en pura tristeza, y sólo echo de menos que Risi no haya medido el tempo cinematográfico de algunas escenas que se alargan en demasía. ¡Dios! ¿Dónde están los dinos risis de ahora? ¿Qué cojones han hecho del cine los imbéciles de los efectos digitales?
berenice
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6
26 de diciembre de 2013
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algo cansina con su empeño delirante de que no decaiga la joie de vivre, que se lleva todo lo que pilla por delante; algo exhibicionista en su movimiento frenético, que no deja momento ni respiro de tomar un traguito de absenta; algo lejana en su presentación de personajes, la mayoría demasiado secundarios, siempre obstaculizados por mil figuras que pasan a toda velocidad, casi siempre en poco carnales planos medios secuencia, excepto el gran Gabin...

Pero, pero, pero... en el último tramo de la película, desde que abre la puerta del Moulin Rouge, Gabin termina de perfilar lo que llevaba esbozando durante todo el metraje, y se produce una de las más notables reflexiones que he visto en pantalla sobre las gentes del teatro, sobre su pasión, su egoísmo, su definitiva diferencia con el resto de los mortales.
Es entonces cuando el reflexivo Gabin, aislado de un tumulto prodigioso, cobra sentido y redime a un film que sólo iba para colorista. Es entonces cuando el ruido, el vértigo, la locura, los sombreros de copa lanzados al aire y los chillidos histéricos cobran un sentido dramático que excede en mucho a un jaleo tonto. Lástima que ocurra tan tarde

Cuando se abren las puertas del Moulin Rouge, "French Cancan" se convierte en un film maravilloso pero, si lo pensamos bien, todo lo anterior ha cobrado sentido también.
berenice
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