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España España · Miranda de Ebro
Críticas de la28
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Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
7
21 de julio de 2007
57 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando era niña, el mundo de los adultos me parecía muy complicado. Me refiero al mundo de lo cotidiano, que veía encarnado en expresiones como “tramitar un expediente”, “impreso de solicitud”, o en palabras como “hipoteca”, “interés bancario”... En mi mundo, las palabras que vivían conmigo eran “colegio”, “vacaciones”, “merienda”... y pocas más. Cosas concretas. Pura supervivencia. Así que me asustaba crecer, llegar a ser adulta sin saber tramitar un expediente para tener vacaciones. Tampoco me seducía engullir un bocadillo de hipoteca en vez de mortadela.
Y una, a su pesar, se ha hecho adulta. El transcurso de los días se ha cubierto de una serie de automatismos que me facilitan la mecánica ordinaria de la vida y me habían hecho olvidar aquellos miedos infantiles... hasta que vi la película Elling.
Pero Elling no trata de niños que no quieren ser adultos, sino de enfermos mentales que, como los niños, no tienen la madurez necesaria para hacerse cargo de sus propias vidas. Al menos, a primera vista.
Elling, uno de los protagonistas, ha permanecido dos años en una clínica siquiátrica. Los médicos deciden que es recomendable que se vaya a vivir con su compañero de habitación a un apartamento en la ciudad.
Imagínense: “sueltan a dos locos para que vivan solos en un piso...” Parece el inicio de un chiste políticamente incorrecto. Sin embargo, qué delicia. ¡Claro que es una comedia! Hay situaciones hilarantes. Llevar a cabo las actividades más elementales y corrientes, se convierte, para esta pareja, en un peligroso safari por la jungla urbana. Entre ellos surgen las mismas tensiones de convivencia que se producen entre los cuerdos... Pero todo está abordado con respeto, ternura y, a la vez, con realismo, consiguiendo así que nos pongamos en la piel de estos dos hombres y se promueva la reflexión sobre los enfermos mentales y los recursos y estrategias para su atención.
Elling es un filme noruego dirigido por Peter Naess, cineasta que procede del mundo del teatro, donde ha trabajado como escritor, director y actor. Este es su segundo largometraje. La novela “Hermanos de sangre”, de Ingvar Ambjornsen, dio lugar a una adaptación teatral, hecha por el mismo Peter Naess, que luego desembocaría en la realización de la película.
El cine noruego no tiene el peso histórico y la potencia productora de sus países hermanos, Suecia y Dinamarca, pero esta película supuso uno de los mayores éxitos de los últimos veinte años en su país de origen, consiguiendo un buena proyección internacional. Fue premiada en varios festivales y candidata al Oscar como Mejor Película Extranjera en 2002.
la28
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8
21 de julio de 2007
52 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para nuestra mentalidad occidental -especialmente, la ibérica-, que tiene como meta vital la consecución de un piso en propiedad y “vive al ritmo del crecimiento de su hipoteca”, La historia del camello que llora nos enfrenta a una realidad bastante más exótica. Asistimos al espectáculo de la sencillez, con la pura subsistencia como coreografía, protagonizado por unos seres -humanos y animales- envueltos de una innata dignidad.
En el desierto de Gobi, una camella no acepta a su cría recién nacida. Gran problema. Este suceso es el pretexto para hacer discurrir ante nuestros ojos la vida cotidiana de un familia mongola que alberga cuatro generaciones, y poder observar cómo influyen los nuevos tiempos, la inevitable globalización que se solapa con rituales mágicos -o no tan mágicos- donde la música es empleada como agente resolutivo. Éste, es un documental con formato de ficción: contiene introducción, nudo y desenlace. Sus creadores, Byambasuren Davaa y Luigi Farloni lo realizaron como proyecto de la Escuela de Cine de Munich cuando eran estudiantes de Dirección. Davaa nació en Mongolia en 1971 y pertenece a la primera generación sedentaria de su familia. Por eso la película es un documento auténtico, aunque tal vez muestre una visión demasiado dulce de un tipo de vida tan dura. En cualquier caso, la obra respira amor hacia una forma de existencia primigenia que se debate, a su vez, por querer saber del resto del mundo, como demuestra el anhelo de los más jóvenes que fantasean con la posibilidad de tener una televisión. La reivindicación modernizadora que asumen la nuevas generaciones de nómadas mongoles, mahoríes en Nueva Zelanda (como vimos en Whale Rider), u otras tribus de África o Suramérica, provoca un delicado proceso donde lo deseable sería conservar el patrimonio cultural ancestral y aprovechar la calidad de vida del siglo XXI; poder seleccionar aquéllo del mundo desarrollado que realmente sirva para vivir mejor y no sólo para consumir más.
La encantadora familia protagonista vive en el desierto de Gobi, los vecinos más próximos suelen estar a unos 50 km. Tienen 60 camellos y unas 300 ovejas y cabras. El rodaje se desarrolló a lo largo de 23 días en marzo de 2002, época de la paridera de los camellos. No obstante, por la frescura y complicidad de los protagonistas con la cámara se intuyen muchas más días previos de convivencia de los autores con esta familia y sus animales. La película es más que un documento etnográfico, es un poema elegíaco, una despedida. Tal vez, por eso lloran los camellos.
la28
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7
21 de julio de 2007
40 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque tengamos recién estrenado el carnet de conducir por puntos, si el Director General de Tráfico viera Tiempo de valientes podría añadir una nueva fórmula para mejorar el comportamiento de los conductores.
Una grave infracción de circulación, cometida por un psicoanalista, es uno de los elementos argumentales que inician esta película nacida, aparentemente, sin aspiraciones de epatar ni de ser original y que, sin embargo, utilizando un esquema casi tópico (thriller con dos personajes antagónicos convertidos en colegas a la fuerza), consigue ser una obra sin fisuras gracias a la perfección con que encajan todos los mecanismos que permiten que una obra cinematográfica sea redonda. Su director, el joven Damian Szifrón, nacido en 1975, es representante de una generación de argentinos que ha irrumpido en el cine y en la publicidad audiovisual armada de un inteligente sentido del humor lleno, además, de ternura. Existen mucho ejemplos disponibles en Internert. Szifrón ya era muy popular en su país por ser el creador de la serie de televisión “Los simuladores”, y con esta película ha arrasado en las taquillas de los cines de su tierra.
Tiempo de valientes parece una comedia, pero se sumerge en los fondos del thriller más violento, navegando, con asombroso equilibrio, entres esos dos mares. La comedia baña los brillantes diálogos que ironizan sobre los lugares comunes de los argentinos; el thriller salpica el relato con su ritmo de acción y el ambiente tenebrista de los clásicos del género. Si el guión ya constituye un cimiento sólido, las interpretaciones de Luis Luque y Diego Peretti, matizadas, evitando la caricatura, consiguen simultanear una duplicidad hecha de humor y drama que dan todavía mayor consistencia a la intriga. Luis Luque fue galardonado con la Biznaga de Plata al Mejor Actor en el último Festival de Málaga, y, en el Festival de Peñíscola, el Premio a la Interpretación se lo llevó Diego Peretti.
Szifrón, que se crió viendo lo mismo películas de Bud Spencer y Terence Hill que de Sam Peckinpah, dice que no le suelen gustar “las películas que desatienden el entretenimiento, son pura pirotecnia, sin que a los personajes les pase nada orgánicamente”. Su filme es plenamente coherente con dicha preferencia. No obstante su aspiración a entretenernos, se apuntan temas relacionados con el mundo real y actual, cuestiones que invitan también a reflexionar; por ejemplo, sobre el nivel de compromiso que se debería asumir ante el conocimiento de asuntos turbios, ante la corrupción en las instituciones... Pero, como ya he dicho, el director quiere, sobre todo, “atender nuestro entretenimiento”; así que, cuando más instalados estamos en el desasosiego y en la tensión, se puede oir una música que recuerda a la del Morricone de los legendarios spaghetti-western subrayándonos “tranquilos, esto es sólo una película”. Y saldremos tan contentos.
la28
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8
21 de julio de 2007
38 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si la vida es la guerra y la guerra es un drama, entonces,la vida es una comedia. Aunque sea una deducción disparatada para un filósofo, ésta, parece ser la conclusión voluntarista de la inusual lógica de Emir Kusturica. El director ¿bosnio? ¿serbio? ha firmado una ¿comedia? ¿drama? No hay forma de confirmar estas precisiones recorriendo los territorios de internet. Cierto es que nació en Sarajevo, en la actual Bosnia-Herzegovina, y la valoración de si el filme es una comedia ,drama o qué, dependerá, al final, de la mirada de cada espectador.
Parecido desconcierto o desacuerdo ha merecido para la crítica la llegada de la película a las pantallas. Algunos opinan que Kusturica se repite, que no aporta nada nuevo .Otros, a quienes me adhiero, reivindican este trabajo como una obra con fuerza y valor notables. Es verdad que hay elementos muy reconocibles que se asocian con la anterior filmografía del director, pero, ¿es eso un defecto? Cierta locura de los personajes, que albergan una entrañable comicidad; situar la acción en un escenario popular, con gente sencilla; la presencia importante de la música, son características que dibujan su firma inconfundible. La excentricidad que otorga este Fellini balcánico a sus criaturas - humanas y animales- en la película, podrá exasperar a algún espectador carente de sentido del humor, que creerá que Kusturica frivoliza al abordar así, el dramático conflicto de la antigua Yugoslavia. Pero alguien que, como él, ha nacido y vivido allí, está moralmente autorizado a tratar esos acontecimientos desde el tono anímico que quiera. Ya, hace algunos años, fue malinterpretado por unas declaraciones por las que se le adjudicó la etiqueta de proserbio, que en este contexto viene a ser sinónimo de fascista o nazi. Y no iban por ahí las cosas. Descifrando, por ejemplo, el discurso de la película de hoy, habrá que pensar que sus declaraciones irían más en el sentido de la canción de Jorge Drexler, cuya letra empieza así: “Yo no se de donde soy, mi casa está en la frontera y las fronteras se mueven como las banderas....” .Además , quienes hayan visto otras películas de Kusturica como El tiempo de los gitanos, Underground, o Gato negro, gato blanco, tendrán la seguridad de que no es un nacionalista proserbio sino alguien que ama al ser humano por encima de las banderas, y que es un optimista incurable,. como Luka, uno de los protagonistas de La vida es un milagro. De todas formas, claro que choca ver una película así, si la comparamos con otras, tan sólidas y necesarias como Las flores de Harrison, que también penetraba en esa guerra todavía caliente. Pero de todo tiene que haber en la viña cinematográfica; la diversidad siempre enriquece. Por otra parte, La vida es un milagro cuenta, sobre todo, una gran historia de amor.
la28
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7
21 de julio de 2007
37 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Posiblemente, a gran parte del público cuando le ofrecen la posibilidad de elegir entre ver una comedia, un drama o un trhiller españoles, lo último que escogería sería el thriller. Estamos tan acostumbrados a las producciones estadounidenses con su marca de fábrica, sus arquetipos tan reconocibles, que cualquier filme policíaco “made in Spain” nos parecía hasta ahora una burda imitación. Es cierto que es un género difícil de abordar, pues necesita siempre de un guión complejo y bien elaborado, una puesta en escena original, pero que a la vez cumpla con los códigos del género, una gran tensión narrativa e interpretaciones que no sean caricaturas de los modelos clásicos.
Precisamente, uno de los aciertos de El alquimista impaciente es no imitar a los detectives americanos de sombrero y gabardina o a policías desahuciados del Servicio y resentidos con el mundo. El acierto ha sido optar por una pareja de la Guardia Civil como motor investigador del crimen que ocupa la trama. Esta pareja, encarnada por Ingrid Rubio y Roberto Enríquez da vida a unos personajes creíbles porque encajan en la España que ilustra la película. No son sólo instrumentos al servicio de la investigación que vertebra el relato, sino que sus circunstancias personales y profesionales, tienen que ver con la situación social, política y cultural del país en que vivimos. El alquimista impaciente es más que un filme policíaco; Patricia Ferreira ha querido, de nuevo, servirse de este género cinematográfico para denunciar a una sociedad en la que el principal valor es el dinero, y conseguirlo con extrañas y rápidas alquimias es su objetivo prioritario.
No es frecuente utilizar el thriller como cine de contenido social; esta directora ya lo hizo en su primer largometraje Se quien eres donde se aproximó a la memoria histórica más reciente,la Transición, a través de una historia de intriga.
El filme que proyectamos hoy está basado en la exitosa novela de Lorenzo Silva que consiguió el premio Nadal en el año 2000.
Algún crítico aprecia excesiva fidelidad al texto literario y hubiera preferido un toque personal del guionista a la historia . También aduce que algunos diálogos parecen saltar del papel mientras se escuchan. En fin, es el eterno dilema de las adaptaciones literarias al cine: nunca satisfacen a todos. En cualquier caso, ante un cartel anunciador que reza: “Pocas veces el asesino muere antes que su víctima” nadie negará que no sea tentador entrar a ver la película.
la28
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