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Críticas de pablo garcia del pino
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Críticas 47
Críticas ordenadas por utilidad
9
13 de enero de 2008
44 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pedro Olea adapta con perfección una de las mejores novelas de Galdós. Se adentra en ese clima helado de su Madrid deshumanizado por los prejuicios, los amores tristes y la mala suerte, como mosca fatídica que se cierne sobre cada uno de los protagonistas, realzando el peso dramático (la bondad, la soberbia, la envidia) que define a cada uno de ellos. La escenografía galdosiana se halla casi siempre ilustrada por una especie de codificado martirio social que es el que mantiene cierta cohesión entre sus personajes. Olea mueve bien los hilos. La ambientación es magnífica. El reparto más que adecuado. Hay una espléndida galería de secundarios. Francisco Rabal y Javier Escrivá viven a la perfección sus peligrosos encuentros entre el amor desesperado y el envenenamiento con que los azota ese ridículo hilo conductor del honor. Ana Belén preludia su maravillosa Fortunata televisiva. Y aunque más recatada, también acabará escandalizando a ese pacato mundo madrileño del diecinueve, tan beato, puritano y nauseabundo. Pero el mayor peso específico del film recae sobre Concha Velasco. Olea cambia el signo de su carrera por el riquísimo, sobrecargado y odioso papel de Doña Rosalía de Bringas, felicísima en su egocentrismo y maledicencia. Y como hada madrina perversa reparte premios y castigos a tono con esa bajeza ignominiosa de un corazón ruín. Compone la Velasco, con una excelencia apabullante, ese personaje atormentado por la envidia y la alevosía y (caracterizada) nos deleita con esa hermosura perdida, de otro tiempo, ya irrecuperable. Se convierte así en una clara convicta de esa tragedia que conlleva la codicia. Y nuestra Concha, como si Galdós hubiera previsto su existencia futura, nos pone a todos en el disparadero de reconocer que es la auténtica Rosalía Pipaón soñada por el gran escritor. Su inteligencia interpretativa hizo historia en nuestro cine. Fue tan auténtico, tan maravilloso y emocionante su prototípico retrato de cautelosa perversidad, que hasta Marco Bellochio se la llevó a Italia para que lo repitiera en una extraña película suya, hoy olvidada. Concha Velasco nos lega en "Tormento" el más morrocotudo túmulo con que pudo contar la envidia en este mundo. Su interpretación es tan genial que se convierte en majestuosa. ¡Lástima que Olea no se hubiera decidido a rodar con ella esa segunda parte galdosiana, magna e inolvidable, que fue "La de Bringas" Habría sido como para relamerse de gusto. Pablo García del Pino
pablo garcia del pino
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10
17 de noviembre de 2007
43 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
De todas las películas que Roberto Rossellini rodó con su mujer de entonces, la lúcida y exquisita Ingrid Bergman, "Europa 51" es mi preferida. Susan Sontag, la escritora norteamericana (¡y no es por darme pisto!) opinaba igual. Ingrid Bergman que besó los pies a Rossellini, y que dejó por él su look hollywoodense, pasando de críticas acerbas y moralistas protocolos, le dedicó parte de sus mejores años. Se entregó así, como inmensa prueba de amor, a rodajes infernales, consiguiendo, ya que no enriquecerse crematísticamente hablando, sí muchas de sus más geniales interpretaciones cinematográficas (papeles que, probablemente, aguardaban a Anna Magnani, y que la romana también habría aceptado de mil amores. Las comparaciones son siempre odiosas, ya lo sabemos. Pero si la gran actriz sueca no hubiera aparecido por los horizontes de Cineccitá, no dudamos en que la genial Anna, interpretándolos, nos habría dejado también un imborrable recuerdo a todos los cinéflilos). Pero la Bergman no es menos incomparable que la Magnani. En esta "Europa 51", pierde (mediante el suicidio de su hijo,¡audacia inaudita de Rossellini!) su aborregada conciencia de burguesita estúpida, únicamente ocupada en lo que hoy se llamarían “stressantes” reuniones sociales y cenas absurdas con empalagosos comensales. El niño no se lo perdona, y ella lo acuna por segunda y única vez.. Y cuando muere, nos deja a todos hechos polvo. La Bergman, destrozada, se santifica. Se aleja de su insoportable marido, en busca de una nueva perfección moral, y se desprende de todos sus lujos inútiles. Ansia redimirse, busca la purificación y hasta el martirio. El pueblo llano la ama y absuelve; su reaccionario esposo y su conservadora y estupidísima madre la llaman loca. La Bergman acaba en un manicomio, atrapada y aherrojada como aquella otra Juana de mala memoria, aunque, esta vez, por una “Locura de amor” completamente diferente. Y por ello sabemos que nuestra gran Ingrid no se dejará devorar por el “Pozo de las serpientes” ¡El rostro de la sueca, de tan bello y expresivo, resullta escalofriante!.... Giulietta Massina preludia los ardientes vientos de su "Cabiria". "Europa 51" sigue siendo la más preciada joya en la corona de la Bergman y Rossellini.
pablo garcia del pino
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10
19 de noviembre de 2007
38 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que este gran film de Juan Antonio Bardem es deudor de "Cronaca d'un amore" del maestro Antonioni, nadie lo pone en duda. Pero Bardem lo mejora: es muy superior a su predecesora. Sorprendió en Cannes en 1955 y se llevó el premio. Pese a retratar una época, puede ser muy bien una película intemporal, puesto que el detonante moral, el egoísmo de las altas burguesías sociales, y las crisis de conciencia, permanecen en el tiempo de los hombres, hoy lo mismo que ayer. "Muerte de un ciclista" tiene ese aura de un cine que, precedido de tanta rancia y folklórica frustración en la deprimente España de posguerra, madura por primera vez y se hace adulto. El ojo de Bardem recorre ese Madrid grisáceo, de húmedos adoquinados, sus barrios empobrecidos, y esos aledaños paisajes desolados, con la misma fuerza que un entusiasta del thriller. Pero es más que eso. La película es como un documento precioso de esas interioridades arruinadas por una repugnante guerra civil, que daría larga vida a las nuevas miserias éticas de sus vencedores. Sus capas sociales son atarugadas, vomitativas (y hasta criminales inconfesas). Closas las aguanta hasta en el Noticiario Cinematográfico, y ha de contener sus náuseas. Su beatería y sus fiestas benéficas ("¡para los niños pobres, para los niños tontos!" exclama irónica y burlonamente una reaccionaria e insoportable amiga de la Bosé) son como una parábola de aquella putrefacta sociedad adinerada y, por supuesto, adicta al régimen franquista. Alberto Closas demostró su gran categoría de actor. Su carrera (¡a la fuerza ahorcan!) tomó un rumbo equivocado al dedicarse a la comedia. A Lucía Bosé (exquisitamente doblada por Elsa Fábregas) Bardem la cuida, la mima. Está mejorada, muy superior a su etapa italiana. Guapísima y excelente como actriz. Se la tuvieron que cargar al final, no por conservadora egocéntrica y asesina, ¡sino por adúltera!. ¡Las "moralinas alcanforadas" de la censura eclesiástica no perdonaban!, aunque, en lo que respecta a la parte estatal, se despistaron un tanto con la huelga estudiantil. Carlos Casaravilla (en su mejor papel) es el Pepito Grillo perfecto, un aldabonazo necesario, aunque inútil, a la conciencia de aquellas capas pestilentes. El apogeo de miradas, de dudas, miedos y enfrentamientos, en el tiberio que se organiza en el "tablao flamenco", es electrizante, ¡genial!; una traducción definitiva de las crisis de sus personajes que, por un momento, parece que van a destrozarse los unos a los otros. Bardem fue valiente, polémico. Y su llamada, ¡apremiante!, a que Europa se solidarizara con el buen cine que podía hacerse en nuestro país, aún nos conmueve y admira. Fue un estilista prestigioso e inolvidable. "Muerte de un ciclista" será tan eterna y perfecta como cualquier monumento indeleble al paso del tiempo.
pablo garcia del pino
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8
18 de noviembre de 2007
38 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡3 locazas increíbles! Correcher un ligón pedante, Mollá un sátiro místico, y el Pepón un epiléptico consentido. El culo de Lucas enloquece a todo el puterío, ya sea masculino o femenino. La detective Lucina Gil anda de los nervios, y vomita escorpiones por la boca, aparte de algún que otro flujo. La Pujalte, embutida en un traje de boda, parece una apetitosa morcilla malagueña. Y Esperanza Roy nos ofrece un recital lingüístico que a Berlanga le habría sabido a pirulí de fresa. Es una película loca, loca, loca, loca... Tan divertida y redonda, que puedes pasarte toda la semana saboreándola sin cansarte. Antidepresiva total. Mas que visible.
pablo garcia del pino
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10
17 de noviembre de 2007
34 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué tendrá este "Free Cinema Inglés" que se atrevió a poner en solfa usos y costumbres, mojigatería e ira, de una Gran Bretaña gris, sucia, lluviosa, entre fabriles ciudades humeantes, proletarias hasta el infortunio neorrealista; y que, tras pergeñar definitivos retratos de conciudadanos europeos que gritan su rabia a los cuatro vientos, aún hoy se permite el lujo (¡y qué lujo!) de convencernos con sus razones y corrientes defensivas? A la inteligencia no la mueven las modas. El Free Cinema sigue fiel a sus ideas, a los conocimientos comprobables de nuestra existencia de cada día. John Osborne creó su sustento, Tony Richardson fomentó su sinceridad, y Richard Burton (¡espécimen perfecto de los "angry young men"!) nos demostró que el hombre fue y sigue siendo un lobo para el hombre. Burton es cínico y mordaz, utiliza su intelecto y su verborrea privilegiada para amar trifulcas con quienes necesitan de su calor y afecto. No se acepta a si mismo, le oprimen las estructuras de todo lo humano. La convivencia con él se hace imposible. Parece haber puesto en marcha su autodestrucción. Su mujercita (ante semejante egocéntrico, tan "antisocial" como malhablado) decide abandonarlo. Pero como el destino siempre reparte sus misteriosas cartas, aparece otro ser extraño, de acusada personalidad, más acorde con el "espinoso joven desengañado". Sus punzadas de soledad y de morboso deseo la conminarán a aceptar las mascaradas de insatisfacción del airado Burton (que también pudo ser Finney, Harris, Courtenay, o Bates) ¡Los arquetipos son perfectos! Mary Ure, la mujercita maltratada, tiene cara de gatita de peluche, es mona, pero parece tonta (su papel es así), cumple con corrección, pero no nos cae bien. Fue una estrella fugaz en el firmamento inglés. Claire Bloom es una magnífica "young angry woman". Sus airados actos (primero en defensa de la Ure, luego atraída por el desenfreno verborréico y animaloide del Burton) la someten a esa otra medida de loba hambrienta, que augura su oculto fuego libidinoso. Es una actriz maravillosa. Una auténtica "zarza ardiente" frente a los dialécticos desmanes mesiánicos que el Osborne, a través de Richardson, pone en boca del más espléndido y genial pupilo de esa generación de desheredados de la fortuna que compuso para nuestro deleite el gran Richard Burton. ¡El condimento es mucho más exquisito si se saborea en inglés!
pablo garcia del pino
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