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Críticas de Angel Lopez
Críticas 1.025
Críticas ordenadas por utilidad
7
30 de septiembre de 2016
52 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
La novela de eso que llaman literatura para jóvenes adultos en la que está basada y que da nombre a la película se convirtió en todo un best seller del New York Times, siendo número 1 en ventas para niños en 2011. En principio se iba a tratar de un álbum ilustrado con fotografías, pero su autor, Ransom Riggs, quería más para su novela por lo que escribió está fantástica historia sobre un muchacho que descubre el oscuro secreto que iba a revelarle su abuelo antes de morir. Una aventura que le llevará a un orfanato abandonado y destruido por una bomba de la Segunda Guerra Mundial, situado en una isla de Gales.

Inmerso en una preocupante crisis creativa «que no alivia desde Frankenweenie», el director Tim Burton quiere volver a los años de Eduardo Manostijeras, Ed Wood o Big Fish, pero no puede o tardará un tiempo en salir de ese pozo oscuro en el que lleva metido unos años, sin embargo, con El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares consigue un buen intento de volver o al menos, logra despertar en mí algo de interés. Porque, la verdad, es que Burton para mí perdió totalmente el interés cuando escuché que iba a hacer lo que fue una espantosa adaptación de Alicia en el país de las maravillas de Carroll.

El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares es una película atractiva, sobre todo la apabullante primera hora, con momentos bellísimos «todos los relacionados con el uso de la técnica del stop-motion» y los peores momentos, cuando la dispersión narrativa y la cargante acción toman protagonismo. La película de Burton te deja con la sensación de que le falta más contenido macabro-oscuro, más universo suyo, con su poesía y melancolía, y le sobra algo: que sus obras se siguen midiendo en función de la calidad de sus ocurrencias visuales o que los efectos especiales toman el control hasta el punto de que la genuina y sensible convicción narrativa queda en segundo plano, perdiendo así todo el interés que había conseguido hasta entonces, o tal vez le sobran las dos cosas.
Angel Lopez
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9
9 de septiembre de 2016
42 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Potentísimo debut del actor, y ahora director, Raúl Arévalo. Construye un modesto thriller tan tenso como intenso, de cocción lenta pero de ejecución rápida. Una película sobre la gestación lenta y paciente de la ira. Tarde para la ira es un film que se muestra prometedor en ese impresionante arranque «rodado con cámara trasera», y satisfactorio en su resultado final. Muy buen thriller al más puro estilo Peckinpah, filmado con cámara casera y escrito con una asombrosa seguridad a la hora de contar lo que el director quiere narrar.

Pero lo que hace a Tarde para la ira realmente fuerte son unas exquisitas interpretaciones. Luis Callejo acojona, pero Antonio de la Torre da miedo, quien compone un personaje solitario angustiado, atormentado, desequilibrado, perturbado, incapaz de controlar sus impulsos y que no descansará hasta lograr su venganza «ya sea en esta vida o en la otra».

Con Tarde para la ira, Raúl Arévalo da sus primeros pasos, pisando muy, muy fuerte, con energía y seguridad. Unos pasos que indudablemente habrá que seguir. Una película con la que el espectador sentirá tantas emociones en tan corto tiempo que no conseguirá controlar, al igual que una venganza. Porque ¿quién sabe? Algún día puede que pierdas todo en la vida y quieras vengarte de alguien.
Angel Lopez
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7
30 de octubre de 2011
37 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta realmente curioso que el director francés Jean-Pierre Améris sufra de timidez patológica, y haya convertido su enfermedad en materia prima de una comedia capaz de endulzarnos el día. Sus 80 minutos de duración son exquisitos, dulces pero no empalagosos, que se hacen más bien cortos. La sencillez y la naturalidad con la que son tratados los personajes hacen de ésta comedia romántica toda una delicia.

Jean-Pierre Améris se sirve de dos personas con problemas de timidez y miedo escénico, que cada día luchan por superar sus dificultades. El buen humor, la mirada honesta de su director, la originalidad y la cotidianidad del amor se funden en una fina capa de amargura. El amor y el chocolate son compatibles, siempre funcionan, incluso cuando hay un poquito de irrealidad. La química entre Isabelle Carré y Benoît Poelvoorde se degusta con total satisfacción, que emociona de manera cómoda.

Lo mejor: la primera cita en el restaurante.

Lo peor: ciertas dosis de convencionalismo.
Angel Lopez
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7
1 de julio de 2017
43 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que nadie espere ver una película de monstruos al uso, al estilo Godzilla o Pacific Rim. El cuarto largometraje de Nacho Vigalondo se trata de una película de monstruos interiores, de frustraciones infantiles, de desengaños alrededor de una chica desastrosa que se coge borracheras monumentales. Es obvio que tiene terribles problemas, tanto sentimentales como con la bebida «que tanto magnifica y que para ella son tan grandes que tienen consecuencias trágicas, sobre todo para los habitantes de Seúl», pero que además a la protagonista le cuesta crecer, no se hace a la idea de que vivir es un doloroso proceso de renuncia.

Colossal funciona como un alegato contra el maltrato y la demostración de que todos tenemos traumas de nuestra infancia, y que todo ser humano puede convertirse en un monstruo. Pero, sobre todo, es una película sobre una fémina fuerte, poderosa y capaz, muy capaz de coger la iniciativa y mandar el pasado lo más lejos posible, posiblemente al país del olvido. Una comedia dramática «más que romántica» de filiación indie y del kaiju-eiga, en donde los problemas internos se representan como una lucha entre gigantescos monstruos que simbolizan la lucha interior entre supuestos fracasos personales, envenenados regresos a la tierra natal y opresivas relaciones tóxicas.

Nacho Vigalondo quizá ha realizado su película más excéntrica y madura, un director al que cada vez más se le nota que su cine evoluciona, coge cuerpo y nos va mostrando poco a poco su verdadera identidad. Un cine hecho por historias nada comerciales, compuesto parcialmente por ideas que a nadie se les pasaría por la cabeza «y que tampoco se les ocurriría», porque esto solo pasa en la cabeza de Nacho Vigalondo.
Angel Lopez
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9
17 de octubre de 2015
34 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fukunaga recrea la guerra civil de un país africano cualquiera con excelente realismo y fuerza visual, retratando siempre desde el punto de vista de niño. Beasts of No Nation «Bestias de ninguna nación en español» nos muestra la realidad de esos niños soldado cuyas vidas corren tan mala suerte «unos acaban en el hoyo y otros caen en manos de fabricantes de máquinas de matar» cuando no hay quien los ampare, ni siquiera Dios. Niños a los que se les impone convertirse en unos asesinos, reclutados cuando lo han perdido todo y están tan desorientados y necesitados de cariño que se aferran a cualquier muestra de protección. Esto supondrá el inicio de la pérdida de la inocencia.

El fascinante inicio de Beasts of No Nation nos acerca, a modo de prólogo, a la forma de distracción de un niño africano que no quiere pensar en que su país está en guerra «nadie quiere guerra», desde que la cámara se introduce en el interior de una tele imaginaria en la que se ve a unos niños jugando hasta una escena tan familiar como es la comida que, por culpa de una serie de eructos y otros actos groseros, la situación se vuelve esperpéntica. Lo siguiente es el horror de la guerra y todos los que son partícipes de ella, y pronto se hace evidente el objetivo del director: buscar la denuncia, llegar primero al corazón para que después nos duela a nivel personal todo lo que estamos a punto de presenciar.

Fukunaga nos atrapa con la voz de off del protagonista que se dirige a Dios como única persona culpable de lo que le está pasando, o con su madre perdida, una vez se da cuenta de que Dios lo ha abandonado. La dirección del californiano es precisa, firme y briosa, con extraordinarias escenas que se quedan grabadas en nuestras retinas: como la secuencia en la que Agu está atacando bajo los efectos de la droga, momento en el que ya no le importa nada y el verde de la vegetación es sustituido por tonos rojizos como roja es la sangre que es derramada por unos actos por los que nunca se podrá perdonar. La música de Dan Romer no destaca pero si acompaña al protagonista a adentrarse en un infierno terrenal.

Por último, destacar unos imponentes trabajos interpretativos de Abraham Attah e Idris Elba, que actúa a otro nivel encarnando a un personaje que por brutal es inolvidable. Un film tan duro y real que la crudeza de sus imágenes va más allá de la simple ficción.
Angel Lopez
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