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Let's Get Lost

Let's Get Lost
1988 Estados Unidos
Documental, Intervenciones de: Chet Baker
7,8
1.665
Documental Documental sobre la vida del trompetista y cantante estadounidense de jazz Chet Baker, dirigido por el famoso fotógrafo Bruce Weber, y que adquirió un valor adicional tristemente inesperado al fallecer el propio Chet Baker durante el montaje del film. Baker fue una de las figuras más destacadas del mundo de la música del siglo XX. "Let´s get lost" surge de la enorme fascinación de Weber por este genio del jazz. Inicialmente la idea era ... [+]
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
11 de octubre de 2009
23 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fui a ver esta película porque Chet Baker es uno de mis músicos preferidos. Por eso mismo esperaba encontrar algo más que un repaso a sus temas, que ya conozco de sobra. El resultado no decepciona, aunque desconcierta un poco: revisa la vida del protagonista sin seguir un orden cronológico, a través de los testimonios de sus ex-mujeres, ex-hijos y ex-conocidos, de una forma que al principio parece algo caótica. No se empieza a comprender el asunto hasta que se va acercando el final, cuando uno se da cuenta de que lo que se nos está presentando es una mezcla de ficciones contradictorias, encabezadas por las del propio Baker.

Chet no fue un músico prometedor perdido por la droga. Chet fue, como el Charlie Parker que retrató Cortázar, un perseguidor. Alguien que desde el principio buscaba algo, ni él mismo sabía qué, y que como Parker logró sobrevivir aferrado a su trompeta, a la deriva (lo que sería una buena traducción del título).

Una de sus parejas lo presenta como un esclavo de la droga, pero probablemente las mentiras de Chet, su autocompasión, su afán de provocar también la compasión de quienes le rodeaban, se debían a algo más profundo. Algo que se intuye conforme avanza el documental.

Pero sólo se intuye: el documental no lo cuenta. Porque esta obra exige un esfuerzo del espectador, que debe, a partir de los materiales que se le ofrecen, reconstruir la figura de Baker. Una película que, como la buena literatura, es también obra del espectador.

Lo dificultan un poco (al menos para mí) la fotografía, ese blanco y negro tan duro, y la reiteración en ese movimiento de cámara que se mueve sobre una colección de fotografías mientras escuchamos conversaciones fragmentarias o mentiras de Chet.

Y es que sobre estas mentiras y ficciones, sobre el patetismo del rostro destruido del músico, sobre las no menos patéticas escenas de las películas de serie B en las que participó, sólo queda algo auténtico: su música.
Pepe L
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22 de septiembre de 2009
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
La voz de Chet Baker acaricia. Su ritmo pausado, tan cercano a la canción de cuna, acaba envolviendo. Como una mano que aprieta casi imperceptiblemente un hombro; como pasear al final de una tarde; como rozar una rodilla o como un abrazo de verdad. Calidez sería la palabra. Ternura magullada, la definirían.
Este documental, en que lo único interesante que sale de la boca de Chet Baker es su música, supone un acercamiento a su personalidad. Después de casi dos horas, por fin, los últimos minutos consiguen empapar al espectador de algo más que no sea pose o actuación. -¿Recordarás estos días como algo bonito?- le pregunta Bruce Weber al trompetista ya casi al final. -Diablos - responde - no puede ser de otro modo- y, pensativo, concluye: "Aún así, esto ha sido un sueño... Estas cosas no suceden en la vida real.
JRC
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12 de octubre de 2009
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Documental de 1988 sobre la figura de Chet Baker, sin duda uno de los mejores trompetistas del s.XX, tal vez no tan innovador como Miles Davis, pero de una sensibilidad, lírica y profundidad estremecedoras... tanto tocando la trompeta como cantando. Tenía una voz que era el complemento ideal a las notas de su trompeta, suave y profunda, alargándo las notas hasta parecer que fueran a romperse.

El documental recorre su vida personal a través de entrevistas y momentos con él, así como con personas que tuvieron importancia en su vida, creando un cuadro complejo, en el que se aprecia la dificultad de su personalidad. No se escatiman sus enormes problemas con las drogas, provocando una gran lástima ver su decadencia, aunque mantenía su talento como salta a la vista en su actuación en Cannes un año antes de morir.

La narración de Bruce Weber, en un acertado B/N como no podía ser de otra forma, no es complaciente en ningún momento y formalmente es muy bella. El pulso entre las respuestas de las ex-mujeres de Chet es vibrante, así como la posibilidad de ver la diferencia entre versiones de los hechos de Chet y la de las otras personas que los vivieron... Y es de agredecer que permita sonar la música de Chet Baker en varios momentos, porque sin ella no se podría entender el personaje y apreciar la tristeza, la belleza y el lirismo que hay detrás.

En resumen, imprescindible para cualquiera que aprecie el legado de Chet Baker pero también para todos aquellos interesados en la diferencia entre el personaje y la persona que vive detrás y con la que se ha de convivir. Es un acierto que se haya recuperado y vuelto a estrenar en cines tanto tiempo después.

Valoración: 7.
Cine: Verdi Park.
CarloS
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9 de octubre de 2009
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre me gustó Chet, ahora me gusta aún más.
Dicen que el talento es un bien escaso, en Let's Get Lost sobra: el magnífico montaje, la selección de canciones, las entrevistas, esa triste melancolía presente desde el primer minuto...
Lets Get Lost es genuina, sencilla, llena de historias apasionantes, de emociones fuertes, de vida, sentimiento y música. Cool, Baby, Cool!
WalterNeff
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3 de diciembre de 2010
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces nos acompañan prejuicios que no sabemos muy bien de dónde proceden, de qué ámbito social y cultural se nutrieron o qué arquetipos los fundaron, paralizándonos ante nuevos descubrimientos. Podemos pasar toda la vida madurando una idea de algo que desconocemos y al tropezar con la realidad, en cuestión de segundos, cambiar la gama de colores que de aquel retrato habíamos hecho a nuestro antojo sin recordar ninguno de los preconcebidos matices. En cambio, en otras ocasiones, sin prejuicio alguno, y sí con un juicio de valor meditado y definido, es conveniente refugiarnos en esa quimera para no ver más allá de donde nuestra dócil mirada pueda llegar a abordar sin trastocar el primer matiz, la pincelada inicial, la primitiva y fortuita respuesta en forma de emoción que alteró nuestro ánimo ante tal descubrimiento. Rara vez nos conformamos con dejar descansar en paz en lo más alto del olimpo a nuestros dioses, tratando de ahondar en sus miserias, sus hábitos, sus pasotes, en definitiva: en su vida privada. Es ahí cuando te das cuenta de que son de carne y hueso como cualquiera, que a veces andan a la deriva con sus debilidades, con sus manías y sus fobias, con sus endemoniados miedos o sus fugaces alegrías. Entonces llega la inevitable pregunta: ¿Cómo me puede gustar este fulano, si ni su madre hablaba bien de él? Si una de sus despechadas mujeres soltaba perlitas que conviene no recordar por su conducta excusándolo por sus adicciones. Si maquillaba la realidad como en el suceso en que perdió los dientes por una paliza según otras versiones.
“La mejor forma de estar al lado de Chet, es no depender de él, si sabes eso, logras salir adelante” - decía una de sus mujeres. En cambio, todas aquellas que pasaron por su vida – que no fueron pocas – aclamaban al unísono el magnetismo, la fragilidad, la personalidad y el aura de belleza que desprendía el encantador y mujeriego tejedor de melodías.
¿Cuántas obras de tantos músicos, pintores o escritores estaríamos dispuestos a desechar si nos dejáramos influenciar por la realidad de sus vidas?
Entonces uno deja el lado más trágico y salvaje del individuo para retornar de nuevo a su lírico y particular universo, a su estilo íntimo y susurrante, a la fusión delicada de su voz con la trompeta, en definitiva: a su música.

“Y así como algunos seres son los últimos testigos de una forma de vida que la naturaleza ha abandonado, me preguntaba si no sería la música el ejemplo único de lo que hubiera podido ser la comunicación de las almas de no haberse inventado el lenguaje, la formación de las palabras, el análisis de las ideas”. M.P.
Paco
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