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Escrito bajo el sol

Drama Un piloto americano, que vive completamente entregado a la vida militar, sufre un accidente doméstico y se rompe la columna vertebral. Paralizado en una silla de ruedas, comienza una nueva vida como escritor e incluso es contratado como guionista en Hollywood. Tras el bombardeo de Pearl Harbour por los japoneses, es enviado al Pacífico como supervisor de un nuevo y revolucionario prototipo de portaaviones. Su extraordinaria fuerza de ... [+]
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Críticas 24
Críticas ordenadas por utilidad
6 de julio de 2009
32 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sigue siendo un misterio para mí el observar que gran parte de la crítica sigue considerando esta película un trabajo menor de Ford. No soy capaz de entender qué puede llevar a ignorar una de las cumbres del cine de Ford y del cine americano, excepto tal vez su proximidad con Centauros del Desierto, realizada el año anterior, o porque mantiene en su primera parte un tono deliberadamente jocoso. Lo que es evidente es el impresionante momento creativo por el que pasaba el director. Sin ir mas lejos, ese mismo año realiza la también maravillosa Rissing to the Moon, un bellísimo film de relatos cortos que sigue siendo un punto referencial en los pequeños formatos (corto y medio metraje). Ford nos presenta en este caso un amargo retrato sobre las relaciones de pareja, la superación personal y ante todo sobre un personaje que por ser alguien en su profesión lo sacrificó todo. Para sacar adelante un personaje tan complejo Ford volvió a contar con su actor más representativo, John Wayne, que realiza un trabajo imponente, cargado de emoción y sutilezas en una de sus grandes interpretaciones. El resto del reparto soberbio, con especial mención a Maureen O’hara y Ward Bond. Aunque en su inicio no lo parece, es una obra enormemente íntima que se centra en pocos personajes perfectamente definidos por el esplendido guión y la impresionante puesta en escena de Ford. El director es capaz de componer planos imborrables, como esa prodigiosa escena nocturna en la cocina de gran carga emocional. Teniendo en cuenta la implicación personal de Ford, dada su vinculación con el personaje, no extraña que deje esa sensación de estar rodada con un especial cariño, y eso se traduce en un extraordinario trabajo del director. Eso no impide que sea un film agridulce, que pasa con gran rapidez de una escena amable o incluso cómica a una de un profundo dramatismo, creando ese equilibrio insuperable propiedad de solo unos pocos en las historia del cine (Satyajit Ray por ejemplo). Un gran clásico a descubrir. Para mí, directa al Top 10 de Ford, y se que eso es decir mucho.
cineoptero
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1 de marzo de 2015
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
La grandeza insuperada de Ford puede medirse por su capacidad para interesarnos por personajes que nos son totalmente ajenos para conmovernos hasta lo más hondo en contra de nuestra voluntad, al referirnos dramas que no podemos sentir como propios. Así, resulta que lo que más me emociona -con ser mucho- de The Long Gray Line -película que, para mi, se cuenta entre las más admirables que hizo y que se mueve en un terreno cercano al de The Wings of Eagles- no es el momento en que comunican al protagonista que su hijo recién nacido ha muerto, ni cuando descubre que su mujer ha dejado de vivir, experiencias que puedo imaginar y compartir, sino cuando llega a la capilla de West Point la noticia del ataque a Pearl Harbor y todos los presentes se incorporan para cantar el himno de su país o cuando ve desfilar en su honor, con lágrimas en los ojos, a los cadetes de la academia militar, y recuerda a sus seres queridos, ya fallecidos, cosa en grado sumo sorprendente, ya que el sentimiento patriótico me deja bastante frío (y más todavía el americano) y mi apego a la milicia es nulo. Lo que sucede allí, como en The Wings of Eagles, She Wore a Yellow Ribbon, They Were Expendable o Fort Apache, es que Ford sabe crear personajes nada esquemáticos, acercárnoslos, introducirnos en su intimidad, hacer que los conozcamos, y que -con un darnos cuenta- les comprendamos. No cabe duda de que Ford es de los que piensan que sólo se odia lo que se teme o se desconoce y que la proximidad es la base de la tolerancia y el afecto. Sólo así se explica que pueda haberle tomado tanto cariño a un personaje como el de «Spig» Wead (Wayne mejor que nunca), que destroza su vida familiar por amor a la Marina y cuya mayor tragedia estriba en tener que retirarse, inválido, del servicio activo: está tan lejos de mi como puede estarlo cualquiera que no sea, además, un canalla, y en otras manos podría resultarme odioso. Pero resulta que, pudorosamente presentado con Ford, con una sorprendente mezcla de ironía y ternura, de complicidad y lucidez, he llegado a conocerle mejor que a muchas personas vivas; sus contradicciones han acabado por parecerme interesantes e, incluso, dramáticas, y me han permitido entender ciertas conductas que me eran incomprensibles: lo que, desde mi punto de vista, son errores y fracasos, sacrificios absurdos a una causa que no comparto, son, sin duda, desde su perspectiva, elecciones válidas y a menudo heroicas, coherentes con su forma de entender la vida, y por ello merecedoras de respeto, cuando no de admiración. Además, resulta patético ver al alto y grandullón John Wayne reducido a la inmovilidad, desesperado ante la retirada forzosa del hogar que para él ha supuesto la Marina, perdido ya para siempre el que pudo formar con Maureen O’Hara y sus hijas (a quienes Ford dedica un brevísimo flashback, el más eficaz que he visto nunca). Con admirable concisión, Ford consigue no sólo retratar al protagonista desde todos los ángulos pertinentes, proscribiendo así la simplificación, sino pintar certeramente su época, su ambiente, sus amigos, sometidos a los embates de la historia y a la erosión del tiempo.
atletico
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30 de diciembre de 2009
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Historia de un marino-aviador de los EE.UU. que contribuyó al incremento de unidades de portaviones en la marina USA. Cuando estaba en lo mejor de su juventud, arrojo y vitalidad, volando, probando y batiendo records con aviones de la Armada, tuvo una nefasta caida por la escalera de su casa y se fastidió la médula espinal para siempre. Aún así, con empeño y gran ayuda de gente que le quería, siguió luchando y consiguió hacerse un famoso guionista de la meca del cine estadounidense e incluso regresar con un uniforme y con muletas a un puesto del alto mando en plena vanguardia de guerra en el Pacífico.

Bonita película, cierto que militarista, exaltadora del patriotismo y de animación para el ejército de los EE.UU., pero conmovedora gracias entre otras cosas al buen hacer de la pareja formada por John Wayne y Maureen O'Hara, que repetía después del gran éxito cinematográfico obtenido en "El hombre tranquilo" (John Ford, 1952).
pezpozo
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29 de abril de 2019
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Biopic de Frank Wilbur "Spig" Wead (24 de octubre de 1895 - 15 de noviembre de 1947), que fue un aviador de la Marina de los Estados Unidos que ayudó a promover la aviación naval desde su inicio hasta la Segunda Guerra Mundial . El comandante Wead era una autoridad reconocida en la aviación temprana. Después de una lesión espinal paralizante en 1926, fue retirado del servicio.

En la década de 1930, se convirtió en guionista., involucrándose en más de 30 películas. También publicó varios libros, cuentos y artículos de revistas.

Durante la Segunda Guerra Mundial, regresó al servicio activo. Inicialmente trabajó en un papel de planificación, pero más tarde emprendió el servicio marítimo en el Pacífico, donde luchó contra los japoneses en 1943–44, donde un infarto del que sobrevivió a duras penas acabó de jubilarle.

La película fue dirigida por John Ford e interpretada por John Wayne, con su habitual solvencia, y por mi musa, Maureen O'Hara con su explosiva belleza. Lástima su falta de minutos en la cinta, aunque su sola presencia ya basta para elevar un punto mi valoración.

Notable, 7.
andeltor
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17 de septiembre de 2017
11 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
196/06(12/09/17) No todo lo que hizo el maestro John Ford (que fue muchísimo), fue excelente, hubo entre algunas obras del montón, y esta “Escrito bajo el sol” es buena prueba de ello. El realizador de Maine hace un tributo-biopic sobre un amigo suyo (un amigo de quien había adaptado un libro en “Hombres sin miedo” (Air Mail, 1932) y que había escrito el guión de “They Were Expendable”, 1945), Frank "Spig" Wead (murió diez años antes, en 1947, a la edad de 52 años), un histórico de la aviación naval estadounidense, se basó en las memorias de Wead, "We Plaster the Japs", publicadas en 1944 en la edición de American Magazine. Spig fue un piloto de primera fila de la Armada, y se ganó el reconocimiento de la aviación y su reconocimiento al entrar en concursos de carreras de alto perfil. Fue un pionero que con su equipo rompieron varios récords de distancias y velocidades, una caída por unas escaleras le rompe el cuello y lo deja paralizado, convirtiéndose en guionista (escribió entre otros para Ford y Hawks). Fue la tercera colaboración de cinco en la que Wayne y O'Hara aparecieron juntos; otros fueron Rio Grande (1950), El Hombre Tranquilo (1952), McLintock! (1963) y Big Jake (1971). Fue un proyecto personal del director, embestido de mucha nostalgia, donde sobresalen temas propios de Ford como la amistad, el sentido del deber, la fuerza de la familia, la superación personal frente a la adversidad, pasando en su desarrollo de modo abrupto de la comedia (slapstick) de machos alfa (peleas, bravuconadas, borracheras, …), con muchas elipsis temporales que descolocan y confunden, conllevando arritmia en sus tonos, quedándome en una historia plana, donde encima el gran John Wayne es errado, pues que haya que creerse que es un jovenzuelo veinteañero cuando reluce su medio siglo de vida chirría más que el Titanic partiéndose en dos.Como curiosidad mencionar que en la escena en que a “Spig” lo contratan para escribir su primer guion, es John Dodge, al3er ego del propio John Ford interpretado por Ward Bond, muchas de las cosas de su oficina eran del propio director, los Oscars, el bastón hueco, etc.

La cinta está claramente partida en dos. En la primera el tono es de humor que roza el slapstick del cine mudo, con continuas peleas, incluso con el sello de tartas a la cara, con porrazos de aviones en medio de piscinas, más peleas, borracheras, más peleas. Este tramo resulta disparatado, mero artificio acartonado para querer reflejar la vitalidad de “Spig”, una parodia fordiana, rozando el ridículo una y otra vez en las situaciones. Con momentos sonrojantes por lo mal incrustados que están, me refiero a un momento dramático que parece afectará al matrimonio Wead, y lo superan en un plis plas, sin apenas darle relevancia, parece un mero bache (mal, muy mal), banalizar la muerte infantil de ese modo, penoso. Como lastimeros tener que aguantar como juvenil a un más que talludito John Wayne; La segunda parte se inicia con un accidente doméstico que torna el relato en un drama de superación personal donde el protagonista siente que debe sacrificar el amor a su mujer para salvarla de la carga que supone su cuerpo. Este tramo tiene su interés por lo de verla imagen poco habitual de un gigantón John Wayne desvalido, pero nos es presentado de modo elíptico rápido y sin que sintamos como algo más de un pellizquito democión, aunque se agradece el esfuerzo por la veracidad de Wayne pues fue la primera vez que aparece sin su peluquín. Aquí aparece el actor que mejor aprovecha su rol, me refiero Dan Dailey como “Jughead” Carson, un torbellino de energía. El resto me queda acartonado y muy reaccionario, me refiero al comportamiento posesivo de “Spig” con su esposa, ahora te dejo y ahora decido que debes volver conmigo. En esto cabe arremeter contra John Ford por el peso que da a Maureen O’Hara un mero florero, no sacando partido del huracán emocional que es la actriz irlandesa. Y es que en lo referente a la relación de “Spig” con su esposa queda muy mal parado el aviador, por muy simpático que me lo quieran hacer ver, es un tipo al que su familia le importa un bledo, que sus hijas de varios años no le conozcan al verle dice poco sobre el amor de padre de él a sus retoñas, dice mucho de su total ataraxia hacia ellas y por supuesto a su esposa, a la que deja y toma con la facilidad de un clínex, me carga este personaje que se nos quiere hacer ver tan glorioso, cuando rascando se ve a un tipo egoísta, machista, fanfarrón y pendenciero.

Es un relato disperso, hecho a base de set pieces, que nos quieren meter con cucharadas el amor a la patria y por ende al ejército (no hay atisbo del sufrimiento del guerrero), y me llega a empujones, sin veracidad. Todo me resulta de un liviano y trivial, sin sorpresas, todo inane, incoloro, insípido, como hecho por Ford por el sentido del deber, pero sin ganas, sin alma. Con un final que te deja frío. Una olvidable obra donde los destellos del maestros son tan escasos como flojos. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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