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El instante más oscuro

Drama. Bélico Mayo de 1940. Winston Churchill (Gary Oldman) se convierte en primer ministro británico en un momento realmente crucial de la Segunda Guerra Mundial, pues los nazis avanzan imparables conquistando prácticamente la totalidad del continente europeo y amenazando con una invasión a Inglaterra. Churchill deberá entonces explorar la posibilidad de un tratado de paz con Alemania, o ser fiel a sus ideales y luchar por la liberación de Europa. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 117
Críticas ordenadas por utilidad
12 de enero de 2018
125 de 149 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Unwanted".
Indeseado.

Así se percibía a sí mismo Churchill antes de ser nombrado primer ministro; así era percibido por el rey de Inglaterra, por su propio partido y por buena parte de la población. El desastre de Gallipolli y ciertas acciones que llevaron a la muerte por fuego de varios anarquistas lo pusieron en solfa, así como sus actitudes hacia las huelgas mineras debido a la ojeriza que tenía a los sindicatos anarquistas, socialistas y comunistas.
Pero era el único que, a parte de Hallifax, podía tolerar la oposición cuando se descabeza a Chamberlain.

La película parte en este punto y termina con el salvamento de Dunquerke. Entre tanto, podemos disfrutar de una fotografía maravillosa que remarca los claroscuros al más puro estilo de Rembrandt o Velázquez; de una banda sonora correcta y de una cinemática que tiene sus momentos más logrados en los discursos en el Parlamento.

Sin embargo, lo más destacable son las palabras y quien las pronuncia, pues fueron sus discursos (según la película, no según la Historia), las que hiceron del 'Never Give Up' ("No rendirse jamás") casi un lema nacional.
Y es Gary Oldman el que se mimetiza con el personaje, tanto en dicción (asomboroso cómo lo hace. Por favor, vedla en versión original), en lenguaje corporal y en expresión facial aún bajo las extensas capas del oscarizable maquillaje. Magnífico. Lo borda en la que, creo, es la mejor actuación de los últimos quince años.
Y con Oldman es mucho decir.

Volvendo a las palabras, donde más deslumbran es en ese momento populista en el tren, muy bien filmado y guionizado, y en las dos arengas finales, que llegan a emocionar por más palpable que sea la manipulación emocional en la que se basa la susodicha escena del tren, pues es bien sabido que el propio Churchill era firme defensor de una coalición anticomunista y para eso estaba disspuesto a pactar con la Alemania nazi bastante antes de que pasara todo esto. Concretamente, en una reunión mantenida en 1938, Von Ribbentrop (embajador de Alemania en el Reino Unido), ya le confía a Churchill que Alemania iba a invadir la URSS. Y no dice nada. Es más, se alegra.
Cosa que se le olvida mencionar a los pasajeros del tren. Curiosamente.

Pero como la vida te da sorpresas, el que estuviera dispuestísimo a pactar con Hitler contra las soviéticos, como el novio desengañado, como el fumador desengachado por fin, se revuelve como un loco y pasa a ser el mayor enemigo de lo que antes deseaba: HItler. Y los periódicos de esa época, tras poner verde a los rusos y sus atrocidades en Finlandia y otros países, de repente pasan a ser no tan malos y el demonio pasa a ser Alemania. La prensa y su objetividad, ya saben. Cosa que dura hasta hoy.
Y debido a ello (y otras razones, pues es política, donde la integridad brilla por su ausencia y dado que, como dicen en la película, Churchill solo miraba por él mismo), se opone con uñas y dientes a cualquier tratado de paz (que ocupa buena parte del film). Y tuvo razón, por demás. Y supo ganarse a los políticos y al pueblo, al menos durante la contienda, pues al acabar esta fue vencido y desalojado del 10 de Downing Street.

Nada de esto aparece en la película, por supuesto. Como el Lincoln de Spielberg, es una especie de hagiografía donde hasta sus exabruptos nos parecen encantadores y donde se le engalana con unos valores que están en el imaginario nacional y colectivo, pero no en la realidad.

En definitiva, una película dignísima de ver, cuyos 120 minutos pasan en un suspiro y donde a veces te olvidas de que Churchill está muerto gracias a la intensidad discursiva y a la interpretación de Oldman, quien opaca al resto de excelentes secundarios hasta convertirlos en meras comparsas, por más entidad que quieran darles, como en el caso de su mujer (Kristin Scott Thomas) y su secretaria (Lily James).

Creo que no os defraudará. Incluso os puede gustar.
Eso sí, olvidaos de la historia detrás de la Historia que han dibujado.
Áralan
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10 de febrero de 2018
216 de 332 usuarios han encontrado esta crítica útil
(Esta crítica me va a costar la vida hacerla. La lucha entre las risas y las lágrimas, al recordar lo visto, va a suponer un enorme obstáculo para que fluya con soltura mi prosa y su desmesura. Coraje. Lo intentaremos)
El soberano sueco fue saludado por los soldados con siete salvas.
Hay muchas formas de aproximarse a los acontecimientos históricos más señeros. Por ejemplo:
- Con sarcasmo feroz y compasivo humanismo. "Senderos de gloria". Viva.
- Con humor salvaje y libertario. Esperpéntico y voraz. "M.A.S.H". Bravo.
- Con mirada documental, muchos testimonios y largas horas de observancia pasmada. "Shoah". Bien.
- A través de series que recreen esos hechos con atenta exhaustividad. Ya sean documentales o ficcionales.
Pero sobre todo hay un modo que triunfa como la cerveza y agrada a toda la platea. La solemnidad sentimental propagandística patriotera patotera. O digámoslo de otra forma: el espectáculo circense que traduce la Historia a una gran farsa, gran guiñol o monstruos de feria que maquillados casi parecen superhéroes (de la Marvel). O casi mejor: como el concierto de un solista genial, elegido, iluminado y bendecido por la gracia de Dios que nos salva a todos del mal, la oscuridad y el miedo.
No sé por qué pero empiezo a tener la extraña sensación, dos y dos suelen ser más que tres, de que el Imperio Británico que parecía muerto y enterrado está renaciendo de entre sus cenizas como el ave Fénix. El caso es que han puesto la maquinaria de propaganda a todo trapo. ¿Quieren lavar su imagen por los últimos acontecimientos y sus dudosas actitudes como serviles del amo americano y tahúres en el espacio europeo? ¿Nada que ver?
Juntemos varios hechos (artístico-peliculeros).
- Dunkerque. Nolan. Los ingleses somos héroes y salimos de todos los atolladeros con el apoyo de nuestro hermoso pueblo.
- The Crown. Serie sobre la corona británica de alta calidad pero de evidente regodeo patrio y ensalzador de su máxima mandataria regia que casi ya a los cien nos llega. La condenada.
- Casi que la última de Branagh, aunque de producción americana, en su sorprendente desenterramiento in extremis de su diosa literata popular Christie y de sus, por añadidura indirecta, patentados métodos filosófico deductivos inductivos. Por no hablar de la un poco más fuera de fecha aunque en la misma línea cachondo histórica de cuchufleta, la recordada "El discurso del Rey".
Hagiografía o loa o genuflexión o felación serían términos ralos, chabacanos, cortos.
Nos muestran a Winston como un superhéroe de tebeo (grotesco). Por muchos momentos, aquello parecía una película de Spiderman o Superman más que el retrato de un alcohólico y rechoncho gobernante/gerifalte.
"Sobre ti recae el peso del mundo". Le comenta su santa esposa. Y claro, no pude evitar pensar en frases como "un gran poder conlleva una gran responsabilidad". Es decir, reducen un asunto de una envergadura monstruosa, la Segunda Guerra Mundial en sus inicios, a las bravatas, ocurrencias y barrabasadas del bueno de Winston. La reduccion infinita de un problema gigantesco supone un proceso (anti)intelectual de simplificación, puerilidad y mala intención que casi no se puede creer (¿por quién nos toman, a nosotros, a todos, nada menos?).
Vayamos al spoiler que hay mucho más.
Nos sacan a Winston con todas las cualidades tópicas (hasta el vómito) de los grandes hombres que en el mundo han sido, mala leche, brillantez, espontaneidad, valor, generosidad, improvisación, gruñón, cachondo, enfadado, salvaje, libe y muy hermoso (en espíritu, como un mesías que nos redime).
Hasta sus, al parecer, abundantes y celebradas cagadas nos (casi) enseñan. Del cerdito (así se tratan en la tierna intimidad los sempiternos enamorados, entre mimos y delicados gruñidos -los dioses cuando se visten de humanos también son vulgares, como todos, aunque no lo parezca) todo tiene provecho y gozo.
Y hay que arroparle, darle un coro, una claque que le inspire, apoye, aliente y aplauda. Algún mediador que insista en su humanidad y cercanía, que resalte el aspecto más sentimental del brutal titán.
Para esa digna, encomiable función tenemos a la secretaria. No se puede ser más guapa, pundonorosa y buena. Le mataron al hermano y por su país ella daría su misma mano. Quiere a Winston como al Papa o a su papa. Enamorada de su fulgor y verdad, de su talento y grandeza hasta las trancas de su bella alma. Si ella le adora tanto, que es tan pura y plena, cómo tú no, truhan.
Y la santa parienta. Que no, que aquí no es un simple florero, que le da los mejores consejos y le recuerda, en los raros momentos de flaqueza del gran hombre, lo mucho que vale y lo importante que es para el futuro del mundo libre. Por si se le ha olvidado ya que anda tan ocupado que no tiene descanso ni un segundo.
Y también tiene sus enemigos (de pega, pura fachada, todos en el fondo del fondo de sus corazones le quieren mucho, así es, algunos tardaron más en darse cuenta, eso es todo), intrigas y dudas.
Y unas naciones y compays presidentes de otros países que le dejan tirado para que él tenga que luchar solo contra los malos (hay que ver... ).
A la heroica Gran Bretaña la abandonaron a su suerte Francia y los USA (y Holanda y Bélgica y... ). Así que ella/ellos tuvieron que ganar la guerra solos contra los nazis demoníacos.
¿Y los rusos algo hicieron? ¿O no? Parece que no, aquí ni se les nombra. ¿Para qué, si fueron pura comparsa, chirigota gaditana, solo pusieron los muertos, más de veinte millones, dicen? Eso fue después, casi al final, cuando Winston ya se había hecho cargo y tomado las riendas del caballo. Él solo y sus súbditos fieles. Ya, por entonces, estaba todo ganado.
¿Y los rumores que dicen que hubo al principio ciertas dudas respecto a una posible alianza con los nazis diabólicos? Nada, imposible, Winston dijo que no y no, y a callar, que a los malos ni agua. Ya los conocía. No se equivocaba. Los vio venir con su habitual perspicacia y lucidez.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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14 de enero de 2018
36 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Corren nuevos tiempos para el biopic, y eso lo sabe ya hasta el más pintado. Ahora ya no se lleva eso de contar de punta a cabo la vida y milagros de la celebridad de turno, y más bien de lo que se trata es de centrarse en un momento concreto de su existencia y desarrollarlo con profundidad, independientemente incluso de si éste supone un antes y un después dentro de la trayectoria del homenajeado. El cine nos ha dado ejemplos recientes al respecto en películas dedicadas a Lincoln, luchando para que el Congreso apruebe su famosa enmienda contra la esclavitud, a la reina Isabel, en los días posteriores al fallecimiento de Lady Dy, o a Hitchcock, intentando ligarse a Janet Leigh durante el rodaje de “Psicosis”. Dentro de esta misma variante, “The darkest hour” vendría ahora a relatarnos lo que fueron las primeras semanas de mandato del presidente británico Winston Churchill, en unos tiempos especialmente delicados para el mundo tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Son momentos cruciales también para el propio Reino Unido, que no deberá demorarse demasiado en determinar cuál va a ser su verdadera posición en el conflicto. Churchill accede además al cargo después de un vacío de liderazgo en su propio partido. No es el candidato deseado por la mayoría, y sus primeras decisiones tampoco van a ser del agrado de muchos. En esos primeros días, el nuevo presidente tendrá que lidiar entre otras cosas con la operación Dynamo que supondrá la célebre evacuación de las tropas aliadas en la playa francesa de Dunkerke, muy de moda últimamente por cierto en las pantallas de cine (¿será cosa del Brexit?)

A priori, podría presuponerse que “The darkest hour” no es sino una gigantesca excusa para hacer que su protagonista principal, Gary Oldman, arrample con todos los premios habidos y por haber, y consiga- por fin- el primer Oscar de su carrera. Lo que el tópico llama un vehículo de lucimiento, vaya. Y es cierto que Oldman está soberbio, con su dicción – ver esta película doblada es pecado mortal-, con sus gestos, con su sola presencia, con una caracterización perfecta además. Pero no es menos cierto que, afortunadamente, el film es algo más que Gary Oldman. Tampoco, en principio, el proyecto parecía encajar con la personalidad de un director como Joe Wright, y eso que su fijación por el episodio de Dunkerke le viene de lejos, como quedó sobradamente demostrado en aquel recordado plano secuencia circular que aparecía en “Expiación”. Wright hace gala de su habitual virtuosismo, que en esta ocasión resulta menos irritante que otras veces, con una esmeradísima puesta en escena y los aderezos imprescindibles de la dirección de fotografía de Delbonell y la banda sonora de Marinelli. Por si fuera poco, el guión esta vez también acompaña, y “The darkest hour” termina siendo la lección de historia amena y eficaz que todos esperábamos que fuese desde el principio.

No spoilearé la que sin duda es la escena más memorable y emotiva del film, pero nos habla de lo bien que le vendría a los políticos mezclarse de vez en cuando con el vulgo y con el pueblo llano. Tiene algo de ese espíritu humanista del cine de Clint Eastwood cuando, por ejemplo, se detiene a reflejar la dimensión moral de Mandela codeándose con su selección de ruby o con los empleados de su residencia oficial. En este sentido, yo me acuerdo también del biopic dedicado a Jorge VI- en la línea también de los dedicados a Lincoln, a Hitchcock o a la reina Isabel- aunque sólo sea por mera asociación de ideas y porque el personaje protagonista de allí aparece aquí como secundario en la trama. Qué importantes son también los discursos en esta película, no sólo vemos como se declaman, también como se ensayan o se redactan. A Churchill, un mago de la elocuencia y la oratoria (no olvidemos que ganó el Nobel de Literatura) le precedían su bombín y su puro, pero también su perseverancia, su famoso “Never, never give up”. De ella se sirvió para fraguar su leyenda; “The darkest hour” da cuenta de cómo ésta empezó a forjarse.
Juan Solo
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3 de febrero de 2018
31 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.” Al terminar de ver esta cinta británica que nada a contracorriente del pensar mayoritario y cándido que anega las mentes de tantos crédulos bienintencionados – atiborrados de consignas idealistas e ilusas arengas contra la guerra y en favor de la paz – tuve que pensar en varias citas del Quijote de Miguel de Cervantes que nos devuelven a la realidad, sin engaños ni fingimientos, y nos enfrentan a la dureza y crueldad de la vida, llamando a las cosas por su nombre, tanto si nos gusta como si no.

La figura del político Winston Churchill (1874-1965), de tan conocida y publicitada, se ha convertido casi en una marca comercial tras la que no sabemos lo que se oculta ni lo que pueda significar. Intuimos que fue alguien importante, algunos dicen que escribía bien y hay casi unanimidad al afirmar que fue un gran orador parlamentario… pero para otros fue un noble latifundista, un mimado ególatra, un obcecado enemigo del nazismo y un defensor de sus privilegios sociales. Quizás todos tengan algo de razón, pero su importancia histórica viene marcada porque fue uno de los primeros y más vehementes opositores a Hilter, quien vio desde el inicio lo que estaba en juego durante los años treinta del siglo XX: la supervivencia de la libertad y de las democracias liberales europeas bajo la amenaza totalitaria, expansionista y batalladora del resentido racista austriaco que se había hecho con el poder en Alemania.

Esta película se centra en las primeras semanas de su mandato como primer ministro del Reino Unido – mayo de 1940 – cuando los éxitos militares y anexionistas del demente Adolf Hitler parecían no tener fin ni contención posible, cuando parecía más sencillo negociar una rendición incondicional (para salvar la vida) en vez de enfrentarse a la bestia y poner freno al desatino enloquecido de un maniático inculto y populista (lo cual podría significar la muerte casi segura). Pero supo poner en pie lo imposible: una defensa quijotesca contra la barbarie y el odio, primero con palabras, luego con hechos, finalmente con la victoria.

Quizás la dirección de Joe Wright pueda pecar de alambicada y preciosista, pero es innegable que dota de agilidad y fluidez a un relato que por previsible corría el riesgo de perderse en una maraña de discursos y sermones rancios. Además cuenta con la complicidad inestimable de un Gary Oldman inconmensurable, de una fotografía angustiosa y de una música perfecta. El resultado es mucho mejor de lo que uno se pudiera imaginar. Apasionante y necesaria.
antonalva
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4 de marzo de 2018
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tal vez el momento cumbre de la historia moderna de Gran Bretaña, accediada por los nazis, cuando era inminente la caída de Francia, y sin contar todavía con Estados Unidos, Churchill es elegido primer ministro, luego de la renuncia de Chamberlaine, para hacerse cargo de un gobierno de coalición, varios sectores quieren obligarlo a firmar un acuerdo de paz con Alemania, para evitar el derramamiento de sangre inglesa y la destrucción del país, esas horas, que se convierten en días y semanas, son las más oscuras que pasa Churchill.
Con una estética de lo más cuidada, buen pulso narrativo, para atraer al espectador moderno a un drama histórico, encima político, temas que en general el público rehuye, pero que aquí logran hacerlo de forma entretenida y ágil.
Buenas interpretaciones, en fin, la típica propuesta hollywoodense con sabor británico que siempre es una de las nominadas, aunque en general solo está entre las candidatas para hacer bulto digamos.
Lo malo es que hacen demasiadas concesiones para lograr gustar, transforman a Churchill en algo que nunca fue, o sea luego describiré con detalle en la zona spoiler, pero de verdad llega un momento en que se vuelve ridículo ese afán por hacer que los millenials lo vean de forma cercana, traicionan al personaje, en vez de retratarlo como lo que era, un hombre nacido y educado en el período victoriano, con ideas y razonamientos de su época, no de la actualidad, por lo que obvio que varias de sus opiniones hoy serían consideradas reaccionarias, provocando que mucho de lo que sucede en la película carezca de sustento, razón, coherencia, lógica, y verosimilitud, con lo que fue el verdadero Churchill.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Manuel
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