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El ilusionista

Animación. Drama Cuenta la historia de un viejo mago que trata de no defraudar a una niña convencida de que sus trucos de magia son reales. Segunda película del director de "Bienvenidos a Belleville", basada en un guión de Jacques Tati que nunca fue producido. (FILMAFFINITY)
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Críticas 43
Críticas ordenadas por utilidad
21 de febrero de 2011
102 de 115 usuarios han encontrado esta crítica útil
Homenaje a Tati desde sus títulos de crédito donde aparece como firmante del guión. No es el único ya que la simbiosis entre realidad y animación se interconecta en una sala de cine proyectándose una de sus joyas: “Mi tío”. Esa escapada y evasión se estable en el truco con el que arranca la película. La proyección de la película que vamos a ver se paraliza por un inconveniente técnico y aparece en escena el mago Tatischeff. Comienza otra película, la película del ilusionista, nuestra otra película al otro lado del telón. Es ahí donde la gran ilusión se nos proyecta como gran metáfora del arte cinematográfico.

Ambientada a finales de los años cincuenta y en el albor del nacimiento de la televisión “El ilusionista” nos habla de la indiferencia del público frente a las ilusiones realizadas por los magos. Parecen no ser los únicos en crisis: funambulitas diminutos, marionetas muertas y payasos que han dejado de llorar. El mundo artístico ha perdido la gracia y magia del pasado. El público parece fijarse en ídolos musicales e iconos generadores de chillidos y se busca en la ilusión el truco. No existe la magia… o al menos ya nadie cree en ella… aunque no para Alice que cree que aquel viejo ilusionista es capaz de traer incluso la nieve y que la magia se genera desde lo gratuito, desde un pequeño rincón del corazón. La realidad para mantener es otra: hay que pasar por caja e incluso malvivir para poder realizar ciertos trucos.

“El ilusionista” fue concebida como una carta para una hija perdida en la distancia. Tal vez el reflejo de amor al cine y a ese gran truco e ilusión que evitó ciertos momentos personales y privados perdidos y arrebatados por una profesión de sacrificio y escasas recompensas. Tati las tuvo en un legado del que todavía resuenan los aplausos pero Tatischeff únicamente lo encuentra alejado del mundo más cosmopolita, como si allí todavía creyesen en algo más entero y satisfactorio que los nuevos artistas de la canción bajo el neón y los halos catódicos. Queda poco más que ‘prostituir’ el oficio en el escaparate, sumergirse en trabajos basuras con otros uniformes o vivir en la clandestinidad de la mendicidad.

Ese tono crepuscular emerge en el memorable pasaje final. No hay más magia más allá de lo que queramos ver y sentir dentro de las vivientes sombras o la decadencia de las luces en una gran ciudad. Mejor vivir en una realidad sin magia que suplantarla con falsas esperanzas. Tal vez. Y es ahí donde “El ilusionista” alcanza la perfección en una simbiosis de arrebatada belleza e impostura, de un viaje directo a la nostalgia y a la melancolía donde queda revelado el más doloroso truco de la vida que nos somete a las lágrimas de la lluvia. Donde demuestra que Sylvain Chomet, aparte de una excelente cineasta de animación, es un gran poeta.
Maldito Bastardo
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2 de marzo de 2011
57 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sylvain Chomet es un dibujante, animador y director joven, pero de la vieja escuela. De los que sienten apego hacia las cosas antiguas, empolvadas, abandonadas en rincones de los que pocos se acuerdan.
Es de la escuela de la nostalgia, de la añoranza, de la habilidad para romper el corazón de quienes todavía sonríen embobados ante los trucos de un prestidigitador de los de varita, chistera, conejo blanco y mangas y bolsillos de los que salen toda clase de pequeños prodigios. Puede deslumbrar a quienes hace llorar la decadencia de los ilusionistas en unos tiempos que ya no son para ellos, en los que la magia ya no existe y los trucos son sólo trucos que no interesan a nadie.
Fabricantes de bellos espejismos eclipsados por la modernidad.
Chomet ha captado con sutil sensibilidad el espíritu que insuflaba Jacques Tati a sus obras. El del milagro de lo pequeño, de la sencillez, de expresar con ausencia de palabras o con las justas, interpretando la tragicomedia agridulce del descarrilado social, todo corazón y nada de sentido práctico, que intenta sobrevivir en un ambiente carente de romanticismo, mientras él lo derrocha como un lindo ramo de flores que languidece en una impersonal oficina, como un poeta que recita en una plaza donde nadie lo escucha, como los músicos callejeros que intercambian su delicado arte por unas monedas con las que poder comer.
El mago va con su maleta, con su conejo blanco y con lo puesto de puerta en puerta, de un teatro de variedades a una taberna con espectáculos con los que entretener a los clientes, de empleo en empleo mal pagado y peor recompensado por un público escaso, cada vez más indiferente.
Ya no interesa ver a un señor mayor vestido con traje añejo, sacando objetos de la chistera o de las mangas, o transformando cartas en copas, o haciendo desaparecer o aparecer monedas.
Su habilidad es inútil, es una profesión en extinción. Tatischeff (apellido real del cómico que inspira este largometraje de animación) es un artículo anticuado. Las ciudades se le quedan grandes, como Londres.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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20 de febrero de 2011
29 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sylvain Chomet vuelve a la actualidad con la que probablemente será una de las mejores películas de animación que nos dejará esta década, como ya ocurriese en el pasado con la soberbia "Les triplettes de Belleville" (2003) y previamente, en los noventa, con su fantástico mediometraje "La vieille dame et les pigeons" (1997). Chomet sólo había hecho una cosa más en todo este tiempo, un segmento de la irregular pero estimable de algún modo "Paris, je t'aime" (2006) siendo su parte una de las mejores. Centrada en una pareja de mimos, sin diálogos, hacía de la imagen el único lenguaje posible. Prescindía de la palabra y funcionaba, vaya si funcionaba. Con este curriculum, Chomet lo tenía todo a favor para llevar a la pantalla un homenaje a Jacques Tati, recuperando un guión inconcluso de éste y realizando un largometraje de animación. Estrenado en Berlín el año pasado, donde recibió grandes elogios, meses más tarde se postuló como gran candidato en los principales premios del mundo en la categoría de largometraje animado (Annie, Oscars, Globos de Oro) si bien se topó con un rival demasiado fuerte (también mejor) en su camino: Toy Story 3.

Poco importa porque el truco de ilusionismo que ejecuta Chomet es magistral. No hace cobrar vida a ningún juguete pero desde luego que reafirma su talento como gran prestidigitador, uniendo su forma de hacer cine y recuperando la que hizo grande a Tati. Le rinde un precioso homenaje y no se queda en la superficie, analizando la decadencia del artista y poniendo en entredicho el verdadero sentido del espectáculo. ¿Es la magia real, o ficticia? Cada espectador puede contestar a su pregunta mientras una carta abandonada sobre una mesa anticipa ya una respuesta predefinida, pero abierta a interpretaciones. La exquisita animación de la que hace gala se crece con una bellísima partitura compuesta por el propio Chomet, y que en el último tercio del film consigue poner la carne de gallina. Poco importa que en el fondo "El ilusionista", pese a ser un trabajo estimable, valioso y bello, no sea todo aquello que pudo esperarse del director del mejor film animado europeo de la pasada década. Dicho de otra forma: ojala todas las películas (ligeramente) decepcionantes tuviesen las tablas, la candidez y la emoción de "El ilusionista".

Y es que no sólo de ilusiones se vive... también de Cine. Y Chomet, como Tati, deja un legado de cine para todo aquel que quiera descubrirlo.
Caith_Sith
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16 de febrero de 2011
28 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siete años después de la notable y refrescante reinvención del género animado llamada -por estos lares- 'Bienvenidos a Belleville', Sylvain Chomet (también autor de un agudísimo cortometraje satírico llamado 'La anciana y las palomas') vuelve con su segundo largometraje, apoyado además, por un guión inacabado de otro gabacho más célebre si cabe: Jacques Tati.

Eso sí, en esta ocasión Chomet no sorprende al espectador, pues usa las mismas cartas que ya dejó entrever en su anterior largometraje. 'El ilusionista' no es una película novedosa (menos habiendo visto la lacónica filmografía del director), ni mucho menos, cosa que puede apreciarse a lo largo de sus 72 minutos de metraje, dónde vuelve, sin apenas diálogos, a contarnos una historia melancólica, hermosa, triste.

La animación, en cierta manera una mezcla de elegancia y caricaturización, sigue siendo el pilar principal sobre el que se sustenta el cine del animador francés. Trazos delicados, sinuosos. Paisajes que dan una sensación de dejadez. Personajes grotescos, como la ex diva, ya entrada en años, que parece andar con los hombros o como los ridículos personajes que componen un grupo de rock. Chomet sigue exprimiendo su particular universo, en una historia que demuestra que los estilos de Tati y del propio director de este film son, a su manera, muy afines. Los protagonistas, dotados de ese halo de misterio de aquél parco en palabras, se relacionan mediante un lenguaje analítico, sugerente y sobretodo, dinámico. Porque lo que no se le puede negar al cine de Chomet es de que, a pesar de carecer casi por completo de diálogos, sus filmes no se hacen en absoluto aburridos: siempre está pasando algo, siempre hay algún detalle que merece ser observado.

No me olvido de la historia, aunque la dejo para el final, ya que, en las anteriores ocasiones en que entré en contacto con el trabajo de Chomet, apenas me fijé en sus historias. Me fijé en el modo que tenía de contarlas, en cómo evolucionaban sus personajes o si los momentos de clímax estaban conseguidos. La historia de 'El ilusionista' es también sencilla, una suerte de dualidad que, por un lado nos muestra el deterioro de aquellos espectáculos houdinieros en pos de la evolución y, por otro lado, sacándolo del concepto ilusión, personalizado en la muchachita ilusa que acompaña a nuestro protagonista y que vemos como, al final, creer es un acto terriblemente dificultoso.

Como apunte final, mención especial el homenaje, totalmente explícito, a Jacques Tati, tanto por los carteles de un cine de ‘Mi tío’, como por la propia película que se expone dentro de esos cines, dónde Chomet rescata, con imagen real, la emblemática y entrañable figura de monsieur Hulot (al que no tiene nada que envidiar el aspecto y los movimientos del protagonista). Dicho lo cual, si os gusta el cine de Tati y os gustó el anterior largometraje de Chomet, ‘El ilusionista’ no os defraudará en absoluto.
Filiûs de Fructüs
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15 de febrero de 2012
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Chomet consigue que el "espíritu" de Jacques Tati vuelva al cine aportando una música y una animación geniales a un guión del autor de "Mi tio". El tema viene a ser, como tantas veces en Tati, una mezcla melancólica, tierna y en ocasiones divertida, de vida misma.

Nos cuenta la historia del mago Tatischeff, hombre ya de cierta edad, que trabaja en un mundo donde cada vez se presta menos atención a los viejos espectáculos, sustituidos por la modernidad. Un mundo que está cambiando a pasos agigantados. Tatischeff trata de hacer lo que sabe, magia, aunque deba pluriemplearse para conseguirlo, aunque sea perfectamente consciente del poco éxito que tiene su, por otro lado, maravilloso espectáculo. El hilo conductor de la trama es una muchacha de pueblo que, maravillada por el mago después de que este haga una actuación, decide seguirle a la ciudad. Así, Tatischeff deberá cuidar de la niña, de la que por otro lado adora que todavía sea capaz de maravillarse con la magia... sin embargo, esta pronto se verá tambien atraida por la modernidad...

Tierna y sin caer en ningún momento en sensiblerías empalagosas, está sustentada por un dibujo extremadamente dinámico y muy apropiado, muy bien hecho, que por sí solo merecería una gran nota. Una historia de magos, trapecistas, ventrílocuos, ilusión, modernidad, pobreza, aceptación y ¿por qué no? una media sonrisa en la cara por feas que nos resulten las cosas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
psicobiris
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