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Demasiado cerca

Drama 1998, Nalchik. Una familia judía recibe un día una noticia terrible. El hijo más pequeño y su esposa no vuelven a casa, y a la mañana siguiente reciben una nota de secuestro. El rescate que piden es tan alto que la familia se ve obligada a vender su pequeño negocio y a buscar ayuda a su alrededor. (FILMAFFINITY)
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Críticas 13
Críticas ordenadas por utilidad
22 de diciembre de 2017
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Demasiado Cerca supone el prometedor debut de Kantemir Balagov con el que ganó el premio Fipresci en el pasado Festival de Cannes, donde compitió en la sección de Un Certain Regard. En España tuvimos la ocasión de verla en la sección Zabaltegui-Tabakalera del Festival de San Sebastián donde la esplendida interpretación de la actriz protagonista, Darya Zhovner, consiguió una Mención Especial. Kantemir Balagov elige una manera muy directa y sin adornos de contar una historia real ambientada en una pequeña comunidad judía en Nalchik, capital de la República de Kabardino-Balkaria en la Federación Rusa, históricamente musulmana. Demasiado Cerca, rodada en ambos idiomas, ruso y kabardiano, se estrena el 22 de Diciembre.

La acción de la película nos sitúa en una ciudad del norte del Cáucaso, Nálchik, capital de la República de Kabardino-Balkaria en la Federación Rusa, con una población mayoritariamente musulmana, donde vive una comunidad judía. Ila (Darya Zhovnar) y su familia son miembros de esta estricta y arraigada minoría. Ila es una mujer rebelde que prefiere dedicarse a trabajar como mecánico en el taller de su padre, que realizar otra ocupación propuesta por el rabino de la comunidad supuéstamente más acorde a su naturaleza de mujer. Además, mantiene una estrecha relación con la colectividad kabardiana de la zona, y es reacia a seguir las normas y requerimientos de su propia comunidad.

Nos encontramos a finales de los años noventa, una época turbulenta, de una gran inestabilidad política y social después del colapso de la Unión Soviética. Con la guerra de Chechenia de trasfondo donde los rusos están a punto de abandonar el territorio ocupado. Una zona donde la violencia y el racismo están omnipresentes como comprobamos en una escena de una cinta de vídeo de los amigos de Illa. En ella se nos ilustra de la cruda y brutal forma de tratar a los prisioneros de guerra a través de una impactante tortura como de la posterior decapitación.

En la parte inicial de la narración de Demasiado Cerca vemos la celebración de una ceremonia en la casa de Ila porque su hermano se ha comprometido con otra chica de la comunidad judía. Sin embargo, esta alegre atmósfera durará poco y rápidamente la fotografía cambiará a tonos más oscuros cuando los dos jóvenes comprometidos son violentamente secuestrados por un grupo de kabardianos en busca de rescate. Las dos familias no son ricas y la recolección de dinero demuestra ser una verdadera hazaña ..

Ambas familias deciden eludir a la policía por miedo a las fatales consecuencias que pudiera tener, por lo que acuden a su comunidad judía en busca de ayuda. La lucha titánica de la familia de Ila para encontrar el dinero de la liberación, tendrá un impacto directo en la desordenada vida de Ila. El filme nos muestra el microcosmos de una familia, cuya paz y cohesión se desmorona debido a la intensa violencia psicológica existente en su entorno y al chantaje de tener que guardar silencio. Un escenario que después de haber logrado castrar al padre y al hijo, tratará de hacer lo mismo con la hija. Sin embargo, Ila se rebela, con consecuencias irreparables para ella y su séquito.

Maravillosas actuaciones fundamentalmente de las dos protagonistas femeninas, la fascinante interpretación de la actriz Daria Zhovnar en el papel de Ila, una mujer un poco marimacho y rebelde, y la excelente Olga Dragunova, en el papel de la figura matriarcal que intenta controlar a los miembros de su familia a través del chantaje emocional.

El novato Kantemir Balagov rinde un homenaje, sobre todo de sus primeros trabajos, a su padrino cinematográfico, Alexander Sokurov, que también es productor de la película, con un drama realista donde nos revela su enfoque sobre las férreas estructuras existentes en las sociedades cerradas ya sean en una comunidad o en la propia familia.

El director coloca gran parte de la acción en el interior de las casas rurales. La forma de filmar nos crea una sensación continua de claustrofobia por los espacios tan restringidos donde introduce su cámara. Asimismo, aplica unos conceptos estéticos de proximidad absoluta. Para el rodaje utiliza un formato bastante inusual, casi cuadrado de 4:3, donde la cámara está situada constantemente a una distancia muy corta de los personajes, e inclusive éstos, casi siempre, suelen estar muy cerca los unos de los otros. Todo lo que observamos, en términos de pleno realismo pero también de cercanía absoluta, es una familia y una comunidad en crisis. Es esta crisis la que desestabiliza y sacude los lazos familiares.

Además de utilizar los primeros planos, el director juega con la luz, con los espacios, y mutila el sonido, de tal forma, que las diminutas casas rurales se ven aún más sofocantes y claustrofóbicas. A medida que la película progresa y la historia evoluciona, la cámara de forma progresiva también sale a áreas más grandes. Demasiado Cerca nos muestra y da a conocer aspectos de una cultura judía rusa, cerrada y anticuada, ademas de las tensiones internas existentes en el norte del Cáucaso.

https://cinemagavia.es/demasiado-cerca-pelicula-critica-tesnota/
Eduargil
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31 de mayo de 2019
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
A finales de los 90 una modesta familia judía que vive en la poco conocida república Bakalia, en el Cáucaso, sufre el secuestro de uno de sus hijos y esto pone en marcha una crisis que abarca tanto lo emocional como lo material, pues el dinero del rescate es mucho más elevado del valor de lo que poseen. Este conflicto le sirve al director ruso para explorar una parte violenta de la historia reciente y adentrarse en un punto olvidado de la Federación Rusa, un lugar discretamente ignorado en el escaparate de la cultura oficial. Intuyo que esta elección se debe a que una historia así siempre es efectiva y además le sirve para observar la diversidad cultural de la región, como en ella están impresos los conflictos históricos y como actúan éstos en sus personajes, dónde la noción moderna de individualidad choca con las tradiciones de la comunidad y la etnia.

Balagov quiere bucear en esas aguas con minuciosidad y autenticidad. Su estilo desea capturar las emociones al detalle, hasta los gestos más inadvertidos, encerrar en sus planos la atmósfera en la que viven estas gentes sin por ello acogerse a moldes narrativos o estéticos convencionales. Un plan de trabajo más que atractivo, lástima que las pretensiones del director le queden demasiado grandes.

En primer lugar destacaré que las escenas resultan excesivamente dilatadas. Supongo que esto se debe a ese propósito de cazar los detalles y estaría bien si supiera como mantener esa tensión narrativa leve y sostenida que busca pero que se le escapa continuamente. En muchas escenas pesa la sensación que ha de pasar mucho rato para que ocurran cosas de escasa relevancia o directamente intrascendentes. Los minutos se acumulan y uno se nota pesado y empachado.

Para mí esto es debido al lenguaje cinematográfico empleado: sobreabundancia de primeros planos y planos medios que le dan a la narrativa visual un aire monocorde y previsible que logran diluir cualquier potencial de la narración. Noto en ella un rigor absurdo y no pocos gestos gratuitos. Y no sólo hablo de la famosa escena del vídeo snuff (metida con calzador e intrascendente para el desarrollo de la trama), también la escena en la que los dos hermanos fuman afuera de la casa, que busca plasmar cosas delicadas e íntimas en clave chocarrera pero en verdad abundan en gestos forzados y retrata a un personaje masculino algo lerdo. En ese sentido la dirección de actores no me ha convencido demasiado. Exceptuando la actriz protagonista, no encuentro que los actores transmitan demasiado. Los larguísimos primeros planos suelen retratar expresiones hieráticas que no hacen si no multiplicar el aburrimiento.

Y ya digo que en un principio el planteamiento es agudo y tiene interés y posee ciertos detalles sutiles y de calidad. Me refiero a que la historia sirve para realizar sutil crítica social y ver como la protagonista, llegados a cierto punto de la narración, debe escoger entre su individualidad y los valores de su comunidad para que comprendamos hasta qué punto es difícil oponerse al peso de la tradición en ciertas partes del planeta. También podemos hallar un curioso empleo del color azul en clave símbolo, que es remarcado con un hortera azul chillón y parece representar los valores familiares que atrapan a la protagonista y le obligan a sobreponerse. En la escena final cierto personaje (que se opone a los propósitos familiares) viste de verde para remarcar esta diferenciación y al final la madre, dividida entre dos polos que ama por igual, la vemos iluminada por un filtro amarillo (es decir, verde + azul).

Por lo tanto no se puede decir que estemos ante la obra de un perfecto cenutrio, pero sí se nota la mano inexperta y caprichosa que se automplace en un rigor absurdo, abusa de los primeros planos para dotar de expresividad a la narración, emplea una fotografía feísima y no duda en recurrir a gestos truculentos y efectistas por tal de para provocar controversia. Quizá posea mejores cualidades de lo que yo haya apreciado pero si en los minutos finales te notas con unas ganas enormes que aparezcan ya los títulos de crédito, es que todos esos supuestos comentarios antropológicos, estéticos e históricos importan tanto como hablarle en inglés a una planta.
Jean Ra
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18 de octubre de 2017
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya hemos comentado en alguna ocasión ese regustillo en el cine ruso por llevar la vida hasta las regiones más extremas con películas como Leviatán (2014), de Andrei Zvyagintsev. Pues bien, dentro del 23 Festival de Cine Francés de Málaga se ha programado Tesnota (2017), de Kantemir Balagov, que creo que va más allá al llevar al espectador hasta los confines de la vida. De hecho, en esta película ni siquiera sabemos en qué punto exacto de ese inmenso país que es Rusia se sitúa la acción si bien por algunas referencias toponímicas, como Vorónezh, y también por los nombres de las tribus que se mencionan, de las que luego hablaremos, se puede inferir que este largometraje se desarrolla en el Cáucaso.

Podríamos hablar, como así hace la sinopsis oficial, de la historia del secuestro de un joven judío en una remotísima aldea de algún punto de la casi infinita geografía rusa, pues de alguna manera, efectivamente, ése es el hilo conductor de la cinta. O también podríamos aludir a la guerra de Chechenia, puesto que hay toda una secuencia dedicada a ello. Pero yo creo que Tesnota, una película que ha pasado por los Festivales de Cannes y San Sebastián, aunque oficialmente transcurra en 1998, pretende situarnos en un momento intemporal en los confines de la vida humana. De ahí que las referencias espacio-temporales sean mínimas, e incluso contradictorias, pues si hay una escena con música tecno actual, los teléfonos siguen siendo los fijos de toda la vida, los vídeos son cintas de VHS y los vehículos son Lada todavía de la época soviética.

Tiempo detenido. Vida detenida.

Y es que lo verdaderamente importa a esta película es llevar la vida a su último rincón, una región límite donde se ha enquistado la división de las tribus milenarias, como los cabardinos o los balkarios, cuyos orígenes se remontan al Cáucaso y de ahí que nos hayamos permitido señalar esta región como aquella en la que ocurre la acción.

Es la vida que permanece como si regresáramos a las primeras células en estado vegetal aún, desprovista de toda grandeza, apenas un impulso vital, quizá animal, en el mejor de los casos. Es como si volviéramos a la esencia más primaria de la vida sobre la Tierra. Un momento anterior al nacimiento de toda filosofía. Un retroceso a los impulsos básicos del ser humano. ¿De qué otro modo puede entenderse que los pobres secuestren a los hijos de los pobres, a sabiendas de que la familia no podrá pagar el rescate? ¿Cómo se puede interpretar que en ese contexto haya quien pretenda lucrarse ofreciendo a la familia por su negocio, un taller de coches, un precio mucho menor de su verdadero valor?

La imagen de la madre que vemos en esta película nada tiene que ver con esa tópica del ser generador de vida, sino que la madre del joven secuestrado y de Ila, protagonista de la película, apenas puede sentir sus penas, puesto que se halla en un punto de total insensibilidad. Rebasada por la circunstancia y ya no le quedan fuerzas ni para presenciar el vacío. Nada que ver con la de la mirada analógica, mítica, de la madre que ve al cochecito de su hijo caer por la escalinada en El acorazado Potemkin (1925), de Sergei Eisenstein, porque esa mujer en Tesnota está más allá de la línea de la resignación.

El novio de Ila, que pertenece a la tribu de los cabardinos y por eso es rechazado por la familia de la joven, se nos antoja repelente en su aspecto físico, en su dinámica social y en su actitud, manifiestamente neandertaloide . Pero la protagonista de Tesnota necesita un poquito de calor, aunque sea un calor rumiante, ante tan exiguas briznas de vida como observa a su alrededor y es ahí donde lo encuentra, como los nutrientes que hallan algunas especies animales en los parajes más inhóspitos de los desiertos. Incluso asistimos a un conato de incesto sugerido.

Es la vida en el último límite de la existencia.

Para ello Tesnota ha sido rodada con una aparente pobreza absoluta de medios, porque de esta manera, se consigue la simbiosis perfecta del fondo y la forma.

Grabada en formato 1:1, con encuadres propios de VHS, la imagen se reduce a un cuadrado, cuyo lado tiene la longitud de la altura de la pantalla, pero no intenta superar esta, digamos, carencia de perspectiva con planos generales, sino que la película se construye sobre una sucesión de primerísimos planos hasta el punto de que muchas veces no cabe la cabeza completa de los personajes. Es como si un aficionado al vídeo hubiera estado a cargo de la filmación.

En ocasiones la cámara busca un hueco entre los actores que la tapan para llegar al punto que le interesa y otras veces las imágenes son manifiestamente imperfectas, todo ello en esa línea de aparente grabación improvisada para acompasar la pobreza técnica a la penuria vital de la historia.

No hace falta insistir demasiado en la acusada oscuridad de las imágenes, todo ello incluso cuando se buscan colores nítidos para la indumentaria de los personajes. En un momento dado, por ejemplo, coinciden en una habitación tres actores, uno vestido de verde, otro de azul y otro de rojo, pero en un ambiente de penumbra que borra todo posible esplendor a los ropajes.

Como tampoco creo que sea necesario profundizar en la escasez de música. De hecho, Tesnota está grabada sin ningún tipo de banda sonora: tan sólo cuando se desarrolla una escena con música, como la escena techo que mencionamos al principio, el espectador escucha alguna nota, pero es que eso es lo mismo que si un videoaficionado graba algo: la música sólo aparece si graba un momento con música. Luego se puede editar y añadirle sonoridad, pero en un principio lo que se recoge son los ruidos, las palabras y la música sólo si la hay de ambiente.

Recordamos el portentoso álbum de Stevie Wonder Songs In the Key Of Life, ¿verdad? Bueno, pues lo que Balagov nos muestra en Tesnota son las canciones en los confines de la vida, es decir, las no canciones.
Fco Javier Rodríguez Barranco
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27 de enero de 2020
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director, para 28 años que tiene, ya cuenta bien las historias. Se me ha hecho cortísima, cuando terminó pensaba que iba por la mitad, muy bien contada la historia de una familia judía en una zona calentita, no conocía ni de lejos el conflito con los kabardinos, en este punto es muy didáctica , y en otros puntos muy universal. Leo la crítica del País y me dan ganas de reír, la independencia de la mujer? o no hemos visto la misma peli o el feminismo te nubla. Buena peli, pero sin palomitas, hay esófagos que no están acondicionados para según qué imágenes.
Noe
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8 de enero de 2018
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Partiendo del secuestro de una pareja de jóvenes judíos en la remota república rusa de Kabardino-Balkaria a finales del siglo pasado, y utilizando como hilo conductor a la joven protagonista la película sondea varios temas, tanto políticos como sociológicos, e incluso antropológicos: la pertenencia a la “tribu”, la indiferencia ajena ante las desgracias, la solidaridad, los conflictos étnicos en el “avispero caucásico”, las siempre difíciles relaciones entre padres e hijos… Interesante propuesta que se ve lastrada, una vez más, por una forma que acaba perjudicando al fondo: ultraprimerísimos planos (la traducción española del título le viene al pelo), personajes encerrados en escenarios angostos y oscuros, lobreguez y claustrofobia hasta el abuso que convierten el seguimiento de la historia en una lucha contra el bostezo, del que nos rescatan unos minutos de snuff absolutamente prescindibles. Sólo muy al final aparecen los espacios abiertos y la luz, imagino que con profundísimas intenciones simbólicas, pero ya para entonces lo que verdaderamente le interesa a uno es la puerta de salida de la sala. Es comprensible que las nuevas generaciones quieran deshacerse del legado de sus mayores, y eso en ocasiones pasa por el desaliño formal, el desprecio por la técnica y la búsqueda de nuevos lenguajes cinematográficos (que de nuevos tienen poco: está todo inventado). El problema es cuando esa propuesta formal perjudica a la historia que estás contando hasta el punto de volverla irrelevante.
Juan Pini
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