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La herencia

Drama. Cine negro En su lecho de muerte, un rico empresario anuncia su intención de dividir su fortuna entre tres hijos ilegítimos que se encuentran en paradero desconocido. La situación es propicia para que un grupo de abogados elabore un plan para apoderarse del dinero sirviéndose de impostores y del chantaje. (FILMAFFINITY)
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
19 de diciembre de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kobayashi fue un gran director japonés quien resultó eclipsado por la trinidad del cine de ese país: Ozu, Mizoguchi y Kurosawa. Desgraciadamente aún sigue sin tener el reconocimiento que merece. Por fortuna hay cinéfilos que luchan por colocar a Kobayashi en el lugar que merece. Kobayashi fue director humanista, y quién mostró gran conocimiento del arte cinematográfico. En el apartado técnico sus filmes (o por los menos los que he visto) son excelentes, pero también creó un cine comprometido socialmente.

La Herencia es un filme con cierto todo ligero. Presenta la historia de un viejo empresario, quien al enterarse de que le quedan pocos días de vida, pide ayuda a sus empleados para ir en busca de tres hijos no reconocidos y entregar una parte de la herencia a quien considere digno de ella. Sin embargo, tanto su esposa como sus trabajadores trataran de beneficiarse lo más que puedan de la herencia.
Este filme no llega a tener la maestría y complejidad de otras de sus obras, pero Kobayashi realiza una labor notable. La fotografía es excelente. Mantiene en vilo al espectador, aunque el ritmo cae en determinados momentos. Con errores y aciertos este es un filme a destacar.
Señor Cara de Papa
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9 de diciembre de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuesta mucho entender cómo es posible que Kobayashi no tenga el reconocimiento que creo que merece y se encuentre muy al margen de otros directores, también grandes maestros del cine japonés, cuyas filmografías además son más accesibles y cualquiera en occidente puede llegar a sus películas. Igual que Mikio Naruse, que iba por otro camino, Masaki Kobayashi salvo tres o cuatro de sus películas, el resto son difíciles de encontrar.

"Karami-ai" es un buen ejemplo de largometraje excepcional que malvive a la sombra de muchísimos otros títulos, algo injusto y que carece de explicación lógica, porque está muy cerca de ser una obra maestra (si es que no lo es) y posee la rara condición de ser una historia universal que todos, japoneses o no, podemos entender sin necesidad de hacer esfuerzos por comprender la ética y la moral propia del país nipón. Una herencia, sí, que bien podría ser la de cualquier empresario capitalista de occidente, y una partida de ajedrez a varios bandos que juegan sus piezas y hacen sus movimientos sin escrúpulos con la intención de hacerse con una fortuna.

Es cine negro pues, y como tal la intriga está servida y el guión es fundamental para que todo funcione de forma adecuada. Y es eso exactamente, el guión, lo que hay que destacar por encima de todo. Hay empujones entre los personajes, estrategias, alianzas y una buena cantidad de maniobras propias del ser humano más cínico y deplorable, porque la mayoría de movimientos tienen lugar mientras el empresario poseedor de la herencia sigue vivo y es conocida la gravedad de su salud.

Enorme Kobayashi, vuelve a mostrarnos una de esas facetas de la condición humana que todos conocemos. Con "Karami-ai" volvió a firmar una gran película, otra más, y van...
Luisito
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22 de agosto de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo es bueno en esta película que podría traducirse al español tan sencillamente como La herencia (en japonés literal parece que es Amor picante). Los actores saben hacer lo suyo al igual que el fotógrafo y la sobria escenografía japonesa.

Pero realmente lo que más me gustó fue el guión. No tiene ni una costura, muy bien trabajado y la historia es poco común en el cine. Como anota uno de los comentarios, parece un juego de ajedrez en el cual el tierno y dócil carácter de sus protagonistas se va convirtiendo en una lucha a muerte de fieras cuyo semblante se va transformando a lo largo de la cinta. En algo recuerda al Rey Lear o a Macbeth, si bien el rey de la historia de Kobayashi muere de muerte natural.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Edmundo
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20 de enero de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con un arranque suave, elegante, un paseo de tiendas por Tokio, filmado con ritmo musical, primero sonido ambiente de la ciudad, da paso al jazz, el sonido de la trompeta se incrusta con gran elegancia visual y sonora, por estos cuatro primeros minutos merece la pena su visionado.
Sale el nombre de Kobayashi y desaparece la música y oímos el ruido ambiente de la calle, de nuevo.
La estructura elegida para narrarnos la historia, es un amplio flash back circular, de bella factura.

Voy a comentar sobre todo aspectos visuales que me han cautivado.
Un guiño clarísimo a la escena de la ducha de psicosis.
Un erotismo sutil, sofisticado, inunda la pantalla en abundantes planos y escenas:
El plano, de la mujer desnuda, boca abajo, sacando la lengua libidinosamente y el peine gigante que llega hasta sus nalgas, me parece genial. 1 hora 10 segundos, se encuentra. Con un fondo de joyas, las aspiraciones de casi todos los personajes, lujo, dinero.
Esta imagen contiene la quintaesencia del argumento, inolvidable.

Hay un homenaje patente al jazz, al bebob, la secuencia del garito, con esos primeros planos de músicos.
El recurso de la voz en off, en forma de monólogo interior de la protagonista, es admirable.
Lo usa lo justo, dos o tres veces solamente.

El montaje es ágil, muy hábil en su orquestación de lo que muestra y su orden, crea vivacidad, ritmo y atmósfera en la historia, muy trabajado.
El juego de miradas que hay durante toda la película, es deslumbrante, sobre todo las de Keiko Kishi, a la postre máxima protagonista del filme, saca petróleo de este recurso y con un estilo admirable.

La iluminación de ambientes tan variopintos como, callejones, garitos musicales, antros, oficinas, restaurantes, habitaciones, la misma ciudad, es extraordinaria, mención especial a la fotografía de Takashi Kawamata.
Inserta algunos planos detalle maravillosos, cuando se derrama el licor, por ejemplo. Hay bastantes.

La secuencia de la pelea en el antro es sensacional, la variedad de ambientes está muy lograda a nivel visual atmosférico, adentrándote en realidades distintas con la magia de las imágenes.
Hay mucho de cine negro en la obra, sobre todo a nivel estético.
Codicia, ambición, poder, lujo, chantaje, corrupción, dinero, mucho dinero y la podredumbre de sentimientos que puede llegar a producir, generando lo más pútrido del ser humano.
Zappianin
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30 de octubre de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
348/25(24/10/22) Notable film de cine negro japonés dirigido por un director infravalorado como es Masaki Kobayashi, seguramente opacado por el trío de cineastas Ozu, Mizoguchi y Kurosawa, pero siendo creador de una de las mejores películas (así, sin anestesia) de la historia, como es el chambara “Harakiri” de 1962, así como la maravillosa “Rebelión” de 1967, la excelente “La Posada del mal” de 1971, como muy apreciable es trilogía pacifista “La Condición Humana”. En este caso adaptando el guión de Koichi Inagaki (la trilogía “La Condición humana”) a partir de una novela de Norio Nanjo, adentrándose a través de un flash-back la codicia, avaricia, malicia, egoísmo, entrelazado en una partida de ajedrez donde varios personajes jugando a quedarse con el botín de una jugosa herencia, ello a partir de la búsqueda de unos hijos bastardos que se buscan en las últimas horas de vida del padre. Con ello se despliega un entramado de alianzas, engaños, traiciones, conspiraciones, manipulaciones, donde tiene mucho que ver la lujuria y las armas de mujer. Un despliegue de personaje grises, todos con intereses espurios, donde la brújula moral es ambigua. Todo ello desarrollado en un hábil crescendo dramático, atrapándote en su malsana red de mentiras y medias verdades, queriendo llegar al final para ver cómo se resuelve esta telaraña enfermiza de materialismo, la corrupción moral explayada en diferentes niveles, sembrando de hipocresía el relato. Una narración que juega con la percepción del espectador, al que todo le es filtrado por una parte, con lo que puede no ser fiable, o sí. Como izquierdista militante Kobayashi ataca el capitalismo reflejándolo como una jungla amoral poblada de seres mezquino

Un poderoso empresario, Senzo (So Yamamura encarna a este gañán que en su juventud engendró hijos de los que se desentendió, y que ahora en sus últimas se siente con el derecho crematístico de tener sexo con la mujer que le apetezca) ha recibido la noticia de que tiene cáncer y por ello le queda poca vida. Pasa de ser un gran industrial, trabajando sin cesar todos los días durante cuarenta años, a un hombre tranquilo y contemplativo. Su joven secretaria Yasuko (Keiko Kishi) se da cuenta y junta las piezas ella misma antes de que él se lo diga. Tiene una esposa joven, su ex secretaria Satoe (buen Misako Watanabe), y tres hijos ilegítimos con los que no tiene contacto. De acuerdo con la ley japonesa, debe dar al menos un tercio a su esposa, pero quiere determinar qué hacer con el resto. Quiere que su gente rastree a sus tres hijos, se los traiga sin revelarles su relación o sus motivos para verlos, y le permita decidir si quiere compartir los otros dos tercios de su fortuna con ellos o no. Satoe está enojada porque siente que merece la totalidad de la fortuna como su esposa, aunque parece no tener ningún sentimiento real por él, y él tampoco parece tener mucho hacia ella. Ella conspira con el asistente de Senzo, Fujii (buen Minoru Chiaki) para encontrar a la niña de siete años que se le asigna descubrir sin importar qué para que pueda convertirse en la guardiana de la niña. A Yoshida (notable Seiji Miyaguchi) se le asigna el segundo hijo mayor para encontrar, y envía a su asistente Furukawa (estupendo Tatsuya Nakadai) para encontrarla. El hijo mayor, Senzo envía a Yasuko a buscar, un joven nacido en Manchuria pero que vivía en Tokio en ese momento.

Tiene un inicio desconcertante para el thriller que esperamos. Vemos a la bella Yasuko, elegantemente vestida de blanco, con gafas de sol y un gran sombrero negro, mirando lujosos escaparates por la calle, cual Audrey Hepburn en “Desayuno con Diamantes”, de fondo escuchamos rítmica música de jazz, hasta que aparece un tipo que se acerca a la mujer, y en off escuchamos la voz displicente de la mujer comentando que le resulta desagradable el encuentro. Aun así van a tomarse un café, mientras en off habla de que la tarde se le ha arruinado, este hombre le hace recordar los acontecimientos que les relacionaron. Y saltamos al pasado.

Nos presenta un mundo de todo el mundo está en venta si con ello pueden alcanzar sus torticeros objetivos. Varias mujeres venden su cuerpo por plata o promesas de un futuro mejor, en esto los hombres son la presa fácil gracias a su apetito sexual que les nubla la visión real. Todos tienen sus debilidades, sus ambiciones, sus planes, y todo se va enredando, hasta desembocar en un rush final excelente, para un clímax puntiagudo y muy perverso, abierto a interpretaciones, que se polarizan aun más en el epílogo en que volvemos al presente, dejándonos una muy satisfactoria (al menos en mi caso) mueca torcida de sonrisa.

Tenemos el contrapunto de las dos mujeres. Por un lado, esta Satoe, la esposa del muerto en vida a por el que todos van, y que se sabe solo es la mujer de este por su cuerpo (lo cual no solo dice de ella, si no de él y su capacidad para amar), nada más les une, pero ello le vale para querer reclamar no la tercera parte de su fortuna, la quiere toda, y para ello moverá de modo artero los hilos necesarios, es una femme fatale de libro. La actriz Misako Watanabe la para intentar someterlos a su antojo, notable; ; Por otro está Yasuko, joven dulce y cariñosa, comprensiva de la enfermedad de su jefe, con el que traba una relación ‘quid pro quo’, ella le da el sexo que su esposa le ha negado, y el la paga cual meretriz, alguien que puede guardar una hoja de ruta sibilina o ser una mujer arrastrada por los acontecimientos. Keiko Kishi está sensacional como la convidada de piedra, o no tanto, en esta red de maquinaciones para obtener un botín cuantioso, cada uno juega sus cartas de modo tramposo, y ella tiene su mano, a la que ella llama ‘La herida de la que estoy más orgullosa’. La vemos como mujer sumisa, se deja llevar por la lástima por su jefe enfermo terminal, destila calor humano por este, incluso cuando este requiere de ella tener sexo, lo acepta casi como un acto de misericordia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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