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El crepúsculo de los dioses

Cine negro. Drama Joe Gillis es un joven escritor de segunda fila que, acosado por sus acreedores, se refugia casualmente en la mansión de Norma Desmond, antigua estrella del cine mudo, que vive fuera de la realidad, acompañada únicamente de su fiel criado Max. A partir de ese momento, la actriz pretende que Joe corrija un guion que ella ha escrito y que va a significar su regreso al cine. (FILMAFFINITY)
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Críticas 214
Críticas ordenadas por utilidad
9 de septiembre de 2005
298 de 326 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película desoladora, cruel, en la que el humor siempre presente en la obra de este autor queda descartado o, cuando aparece, lo hace acompañado de la amargura. Ficción y realidad (son numerosos los cameos, algunos crueles como el de Keaton, N. Olson –el Jesús de C.B. DeMille-, otros irónicos como el de Cecil. B. DeMille o el de H. Hooper) se dan aquí la mano para mostrarnos la historia de una antigua estrella del cine muda recluida en su anacrónica mansión y olvidada por ese público fiel que algún día la idolatró. A esa mansión llega un guionista perseguido por sus acreedores que comenzará a establecer una relación vampírica (será primero el guionista de “Salomé”, el “comeback” con el que quiere retornar la diva; pero acabará convertido en gigoló en un ciudad donde los sueños se mueven por dinero). Este argumento servirá para que Wilder y Brackett (será su última colaboración juntos y la mejor junto con “Ninotchka”; todo un hallazgo que la película sea narrada por un muerto) pasen revista con todo lujo de detalles y sin ahorrar en crueldades la naturaleza de esta industria de los sueños, que hace vivir a sus protagonistas en pos de una demanda siempre perpetua de carnea fresca, auténticas pesadillas.
Como no podía ser de otra forma en las películas del maestro, los diálogos sublimes, de esos que te quedan grabados en la memoria (“Yo soy grande, es el cine el que se hizo pequeño”; “No hay nada trágico en tener 50 años; a no ser que intente tener 25”; “Sr. De Mille, cuando quiera estoy lista”); pero aquí también cuidara en extremo la imagen, siempre más secundaria para autor como él. La secuencia de la piscina, la del rodaje de “Sansón y Dalila” con ese foco que la ilumina, o la secuencia final de la bajada de escaleras es una prueba de que nunca como en esta película Wilder cuido tanto la imagen, quizá por acercarse a las espléndidas estrellas del cine mudo (“figuras de cera”) que tan certeramente retrata.
El trío protagonista está en estado de gracia. Comenzando por la extraordinaria G.Swanson que dota a su gestualidad exagerada ese deje de locura en la que terminará su caída (maravillosa la secuencia en la que imita a Chaplin, o el primer plano final, con esa mirada que congela la sangre). Mi admiradísimo Erich V. Stroheim, aquí como criado y antiguo director (las imágenes que pasan para mostrar el esplendor de aquellos son de “La Reina Kelly”, película inconclusa producida por el amante de Swanson, J.P. Kennedy, y que supuso la expulsión definitiva de la industria de este GENIO), en una actuación contenida, sobria, pero profundamente humana. Para terminar el triángulo W. Holden, que borda a la perfección su figura cínica que no se redimirá la historia de ilusión y amor que sostiene con Betty Shaefer.
En resumen, “El Crepúsculo de los Dioses” es una genialidad de un maestro único que sí sabía hacer cine a lo grande. ¡¡Cuánto te echamos de menos Billy!!
Strhoeimniano
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14 de junio de 2006
195 de 204 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Wilder contaba el revuelo que se armo tras el primer pase para el estudio, uno se da cuenta de que esta película no es una mera cinta ubicada en el mundo del cine. Esta película le quitó al cine esa especie de aureola mítica, del mundo glamouroso y perfecto que siempre salía en pantalla. Y les dolió a los representantes de Hollywood porque ciertamente representa su mundo, el de las estrellas acabadas, de la tiranía de los cánones de belleza y de los grandes estudios. Me cuesta mucho hacerme a la idea de que alguien como De Mille aceptara participar en un proyecto cuya cruel y falsa imagen podría repercutir en su carrera, ya que el representa el espíritu de la película: Hollywood es un engañabobos.

Wilder, aparte de un director cojonudo, era un cinéfilo como pocos. Éso se ve a lo largo de toda su obra, pero particularmente en esta película, que es en sí un compendio de homenajes, aunque también reprimendas, al mundo donde el vivía, a Hollywood, que tan pronto crea una estrella, como la convierte en monstruo. Así como ocurrió con la llegada del sonido Hollywood marginó a otras estrellas y cineastas por diversos motivos y escándalos, como James Whale, Chaplin o Dalton Trumbo. Y en esta película, Swanson, más que el propio deseo de regresar a la pantalla, de hacer películas por amor al arte, lo quiere por la necesidad de la fama, de sentirse el ombligo del mundo, y que realmente no sabe si es ella misma o uno de sus personajes, actuando como si realmente estuviera dentro de una película, con gestos teatrales más propios del cine mudo. A través de la figura de Norma y de su propia casa, que según Joe, recuerda a la mansión de Miss Havesham de Cadenas rotas, Wilder realizó un magnífico retrato de la soledad de la estrella, de quién un día lo tuvo todo y que ahora forma parte de un imperio herrumbroso y derrotado. Y también de la demencia. Norma es un antecedente del Travis de Taxi Driver, ese personaje que ve el mundo según sus propios ideales, y que se llega a obsesionar con un guionista sin talento, al cual utiliza más como gigoló que como auténtico escritor, y al que pretende convertir en una de las figuras de su museo de cera viviente.

A destacar un personaje importantísimo en la trama, el de Max el mayordomo. Es al mismo tiempo su mayor valedor y su mayor enemigo, pues es quien realmente la tiene engañada con un mas que improbable regreso a las pantallas. El, sin quererlo quizás, la hunde más en la miseria, y el hecho de que en la vida real Stronheim fuera el director que más dirigió a Swanson le añade más morbo a la situación.

En definitiva, Wilder orquestó una maravillosa venganza contra todos aquellos productores y cineastas que él aborrecía, por considerarse artistas cuando lo que únicamente hacían, según él, era poner el dinero y mandar, cuando no tenían ni puñetera idea de cine.
Tony Montana
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4 de febrero de 2008
88 de 99 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film nº 8 de Billy Wilder, escrito por éste, C. Brackett y D.M. Marschman. Se rueda en exteriores de LA (Midtown, Hollywood y LA) y en Paramount Studios, con un presupuesto de 1,7 M dólares. Nominado a 11 Oscar, gana 3 (guión, música, dir. artística B/N). Producido por C. Brackett, se estrena el 4-VIII-1950 (EEUU).

La acción principal tiene lugar en LA, en 1949. El modesto guionista Joe Gillis (Holden), huyendo de unos acreedores, se refugia en una mansión abandonada, en la que vive Norma Desmond (Swanson), diva del cine mudo, a la que sirve su mayordomo Max (Erich von Stroheim).

El film es un drama con toques de melodrama y de cine negro. Es una obra mítica que cuenta con interpretaciones magistrales, diálogos memorables, personajes bien desarrollados y un guión magnífico. Suma acidez y sarcasmo, cinismo e ironía, amargura y humor. Hace uso de una estructura narrativa compleja, basada en un largo "flashback", a cargo de un narrador que es un personaje muerto, que comienza hablando en tercera persona para cambiar luego a primera. La narración visual incluye dos planos iniciales heterodoxos: "travelling" inverso (hacia atrás) de la via Sunset Boulevard y contrapicado de un cadáver en una piscina visto desde abajo (fondo piscina). La mayor parte de la acción tiene lugar en la mansión de Norma (en realidad la "Getty Mansion"), que adquiere importancia de protagonista. Es una antigua construcción, descuidada, lóbrega, decadente y siniestra, decorada de modo extravagante, propio de una casa de terror.

La preocupación de Wilder por crear una historia realista, le lleva a salpicar el metraje con referencias reales: visita a Cecil B. DeMille, en un plató real, durante el rodaje de una película real ("Sansón y Dalila", 1949). Construye una radiografía crítica, irónica, modaz y emotiva del mundo del cine, de la mano de la cual ofrece un retrato conmovedor de la soledad, la demencia, el temor al fracaso, los instintos de supervivencia y la grandeza del amor. Añade una descripción apasionada de la juventud y de la ilusión y alegría que la caracterizan. No faltan referencias gratas al realizador: coche de época (Isotta-Fraschini), cerilla, encendedor, juego de apariencias (Norma vive en el pasado). Abundan las citas cinéfilas: actores (Alan Ladd, Tyrone Power), actrices (Garbo, Stanwyck), películas ("Lo que el viento se llevó"), directores (Griffith...), cómicos mudos (Charlot, Keaton), ubicaciones ligadas al cine ("Sunset Boulevard"). Son escenas memorables la de la piscina, rodaje en Paramount Studios, partida de cartas, entierro del mono, la de la escalera y otras. Última colaboración de Bracket y Wilder.

La música, de Franz Vaxman, aporta 25 cortes y 3 temas principales: el de Norma (tango inspirado en la "Danza de los 7 velos", de R. Strauss), el de la mansión (sombrío) y el de Joe (ritmo de "bebop"). La fotografía, de John F. Seitz ("Perdición", 1944), ofrece composiciones opresivas, un magnífico dibujo y movimientos sorprendentes de cámara.
Miquel
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16 de enero de 2006
113 de 155 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué le falta a esta película para que yo no le de el diez? ¿Qué parte impide completar el círculo para que sea redonda? ¿Exceso de glamour? ¿Los argumentos secundarios poco sólidos, como el romance de los jóvenes? No le doy un diez porque creo que no es perfecta, pero le doy un ocho, así que es una muy gran película, con los guiños característicos de su director que son impagables (véase la mesa de bridge con Buster Keaton, H.B.Warner y compañía, o a Erich von Stroheim "dirigiendo" la última pose de la diva). Sin embargo, intuyo que no llego a captar la inmensa complejidad que contienen sus distintos hilos: la fascinación por la juventud (Desmond-Gillis), el rechazo al fracaso que llega a conducir a la locura (Desmond), el instinto de supervivencia superior al amor (Gillis), el amor superior a cualquier cosa (Max),... No comparto la adoración por esta película, pero sí la recomiendo con mucho afecto.
agallegopera
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28 de marzo de 2009
75 de 80 usuarios han encontrado esta crítica útil
La fábrica de sueños, la meca del cine, Sunset Boulevard... Hollywood ha sido desde sus inicios el epicentro de un microcosmos virtual con un tremendo poder de atracción. Hornadas de estudiantes de interpretación, cantantes, bailarines, plumillas, agentes, intermediarios, especuladores y buscavidas de tres al cuarto acudieron a sus estudios de cartón piedra con la esperanza de poder materializar una ilusión. Con la esperanza de convertirse en estrellas. Con la esperanza de poder ganar dinero a espuertas.

Algunos lo consiguieron. Otros, no. Wilder escenifica a través de Norma Desmond (Gloria Swanson) y Joe Gillis (William Holden) la cara y la cruz de esa fábrica de sueños. El anverso y el reverso de la mitología cinematográfica. Todo ello a través de su caleidoscópica mirada y de ese estilo tan cáustico y mordaz que le caracteriza. Narrando con pulso firme y magistral. Explicitando cuándo, cómo, dónde y por qué debe usarse una voz en off. Mostrándonos las entrañas de Hollywood sin lisonjas ni bálsamos absurdos. Barajando conceptos tan diametralmente opuestos como ‘homenaje’ y ‘escarnio’ con una destreza impecable. Constatándonos fehacientemente, en definitiva, por qué esa jungla de celuloide californiana es, al mismo tiempo, el lugar más mágico y devastador del planeta cine.

Probablemente no poseo ni poseeré jamás la suficiente elocuencia para justificar por qué el “El crepúsculo de los dioses” está entre los diez mejores films de la historia del cine, pero sí puedo afirmar con rotundidad que si la veis ahí, en el Top-6 de FA, no es por casualidad. En absoluto.
Taylor
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