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Danzad, danzad, malditos

Drama Estados Unidos, en plena época de la Gran Depresión. En medio de un ambiente de terrible miseria, gentes desesperadas, de toda edad y condición, se apuntan a una maratón de baile con la esperanza de ganar el premio final de 1500 dólares de plata y encontrar, al menos, un sitio donde dormir y comer. Mientras los concursantes fuerzan los límites de su resistencia física y psíquica, una multitud morbosa se divierte contemplando su ... [+]
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Críticas 50
Críticas ordenadas por utilidad
16 de mayo de 2008
71 de 73 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera gran película de Sidney Pollack se hizo esperar, sus inicios habían sido interesantes pero faltaba la confirmación de que podía aspirar a algo más.

Con la supresión del archifamoso código Hays había llegado el momento a finales de los sesenta de presentar otra realidad distinta de la que hasta entonces se nos había mostrado. Es cuando empezaron a filmarse películas muy valientes, con gran carga de autocrítica que hasta entonces eran impensables.

Pollack nos brindó una de ellas, “Danzad, danzad, malditos”, sin lugar a dudas una de las mejores películas que ha retratado una parte de la historia de los Estados Unidos sin salir apenas de una habitación, una sala de baile.

La galería de perdedores que irán desfilando ante nuestros ojos es descomunal, cada uno de ellos representa un sueño roto y una oportunidad perdida en la vida. Pero por muy canallas que sean, como el papel de Gig Young –en uno de los grandes papeles secundarios de toda la historia del cine-, no dejan de ser granujas de buen corazón.

Hoy tenemos Operación Triunfo o Gran Hermano, en los años treinta estos maratones de baile, pero poco ha cambiado. Cualquier cosa es posible con tal de que el espectáculo y las ganancias se multipliquen, mientras que por el camino van quedando muchas almas descorazonadas que más allá de estar viviendo una oportunidad lo que están haciendo es acelerar su final.

Mucha atención a algunos diálogos portentosos, la novedosa utilización de los flash-forwad, y el descorazonador final sin aditivos.

Como curiosidad decir que sigue siendo la película con más nominaciones (9) de las que dentro de las cuáles no estaba la de mejor película.


Nota: 8,3.
vircenguetorix
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14 de junio de 2008
47 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Sabéis lo difícil que es poner en un set, esa sala de baile?
Los tiros y movimientos de cámara, con sus encuadres y en medio de esa trama depresiva en contraste con lo que podríamos suponer que conlleva la alegría del baile...¡¡Pues no!!.

Un guión prodigioso haciéndole la guerra al punto ocioso y de entretenimiento que puede percibir el público llano al leer el título, si no se fija bien en las caras desencajadas del cartel...

Los cambios de eje (enfoque) y que detrás de la cabeza aparezca el fondo adecuado, cuidando siempre que no hayan fallos de racor (Dos planos distintos en una misma escena montada)...
...¡¡Muy dificil!!...Y lo logró.

La película tiene el olorcillo a existencialismo de los 60, los diálogos son pequeñas clases de filosofía y literatura mordáz.

Esta fábula ecuestre contada por humanos, hay que verla porque no tiene desperdicio.
Cada frase nis deja pensando, sobre todo, nos desmitifica el "American Dream" casi con la luz y los gestos del mejor cine italiano...No sé...Pero he visto por la película la sombra del Fellini, más triste, pero con el látigo sociópata de un Sidney Pollack alucinante que hace involucionar hasta el desequilibrio a los pobres bailarinas/es circunstanciales de ese claustrofóbico antro.

Le pongo un 10 porque, para mí, es lo mejor de Pollack
Dreamer
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8 de julio de 2010
41 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pura hiel enlatada en celuloide nos ofrece Sydney Pollack en esta fantástica película que de ser en blanco y negro sería Neorrealismo del bueno.
Años treinta en USA, años de depresión. Algunos, pocos, han salido volando por las ventanas. Muchos otros vagan de calle en calle, de estado en estado, buscando la supervivencia. Un maratón de baile puede ser un lugar idóneo para escapar, durante unos días, de la intemperie. Pero nada es gratuito....

El paralelismo entre un caballo herido y un ser humano maltrecho es tan acertado que nunca hubo un cántico a la inocencia, tan veraz, como el que nos ofrece el bueno de Michael Sarrazin en su ineludible responsabilidad ante la agonía.

En este paseo hacia la Nada, el director nos lleva de la mano de una más que convincente Jane Fonda y unos tristes, rayando el patetismo, Susannah York, Red Buttons, Bruce Dern.....a la guarida del maestro de ceremonias Gig Young, bien resguardado por Michael Conrad y su ayudante, el mudo comedor de puros, el gran Al Lewis. Entre todos se encargarán de hacernos próxima la tortura. Tan próxima, que en cualquier momento tú o yo podemos estar girando en el angustioso carrusel de los perdedores, mientras otros con más fortuna lanzan algunas monedillas para engrasar el espectáculo.
Tal vez, tú o yo, convengamos entonces, también, que la muerte puede ser la última puerta que nos queda por abrir para conseguir la libertad.
Pasará, Danzad, danzad malditos, a ser una de vuestras pelis preferidas y no querréis volver a verla más.
Sinhué
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12 de agosto de 2006
26 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bajo este singular y reinterpretado título se esconde una gran obra del desigual S. Pollack. Una película de basada en una práctica que se prodigó en los años de la gran Depresión americana: los carniceros maratones de baile.
Los maratones de baile era un espectáculo que se desarrollaban durante semanas y en las que los desaprensivos y desesperados concursantes pugnaban por un premio que sólo podía ganar una pareja. Un espectáculo dantesco, degradante para el ser humano y muy representativo de una sociedad y un tiempo. De la desesperación que conduce a las gentes a hacer lo que sea por dinero y de la condición humana, que disfruta viéndolo.
Pollack nos cuenta con gran realismo el desarrollo de un maratón, centrándose en algunos personajes que conducen las historias paralelas de sueños, pasados y desilusiones que bailan sobre la pista de baile. Entre ellos destacan una imponente Jane Fonda (personificando a la perdedora y mujer fatal de una manera incólume), o el vendedor de crecepelos y maestro de ceremonias Gig Young adalid de una sociedad devoradora de sus hijos; o la víctima del sueño americano, esa aspirante a actriz Susananh York que posiblemente acabará de haciendo la calle.
Muy buen filme, duro y desgarrador, emparentado con Las uvas de la ira por su temática pero llevado con el ritmo, el descaro y la crudeza del cine de los ´70
eldiabloenelojo
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3 de abril de 2007
37 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más que interesante y correcta película, cuya lectura profunda es extrapolable a cualquier etapa histórica e, incluso, a un sistema capitalista que, a día de hoy, sigue ofreciendo solamente migajas a millones de mileuristas que se parten la espalda día tras día con el único sueño de sobrevivir a su hipoteca y al asco que le pueda producir el jefazo de turno; mientras tanto desde la platea los cuatro de siempre (y si no que se lo pregunten a la reina y a toda su prole, por ejemplo), observan sin ningún escrúpulo y para su regocijo, como tanto desgraciado sigue bailando a su son. A día de hoy, los esclavistas de antaño se han convertido en banqueros, su látigo es la usura y su cohartada, un sistema democrático que permite descargar responsabilidades político-sociales sobre un populacho que, por aburrimiento y resignación, ya ni sale a la calle a reclamar derechos constitucionales como una vivienda digna. No, no me estoy yendo por las ramas; simplemente demuestro cómo una película que pronto cumplirá 40 años mantiene su vigencia y su mensaje, cambiando las circunstancias. La sumisión de los personajes a las reglas del marathón no viene a ser otra que la nuestra a las de la sociedad capitalista del XXI... Y mientras seguimos danzando, aún nos queda como alternativa la posibilidad de que, algún día, tengamos la suerte de participar en cualquiera de esos concursos televisivos que reparten millones cada día ante nuestros atónitos ojos; es decir que la pareja ganadora seamos nosotros. Riau.
pizzapasta
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