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El imperio de los sentidos

Romance. Drama Una pareja de amantes vive una historia de amor llevada hasta límites inimaginables. La pasión se ha adueñado de ellos. El sexo ha pasado a ser lo único importante de sus vidas. Las ansias de la mujer por poseer a su hombre parecen inagotables y crecen cada día más hasta llegar a confundir el placer con el dolor. (FILMAFFINITY)
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Críticas 62
Críticas ordenadas por utilidad
20 de marzo de 2010
73 de 93 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1990, durante mi breve permanencia en el cine-club Fritz Lang de la UAB, tuve ocasión de visionar en pantalla grande -como mandan los cánones- algún que otro ‘film de culto’ y algún que otro film de autor.

Por aquellos entonces, la cúpula directiva de mi cine-club tenía muy claro que el prestigio gafapastil de la entidad dependía, en gran parte, de la abstrusa y sesuda reputación de su programación cinematográfica. Aún así, mis colegas cinéfilo-culturetas eran asimismo conscientes de que si querían evitar que el patio de butacas del auditorio acabara pareciendo el desierto de los Monegros al final de cada sesión debían programar de vez en cuando -como mal menor- pelis con cierto gancho (sexual, por supuesto) para conseguir una buena respuesta por parte del disoluto y sicalíptico público universitario.

Con dicho objetivo, pues, decidimos programar un buen día “El imperio de los sentidos”, de Nagisa Oshima. Un film que, indudablemente, encajaba a la perfección con nuestros maquiavélicos propósitos. Por un lado, la peli de Oshima destilaba un tufillo gafapasta que echaba p’atrás y, por otro, sabíamos a ciencia cierta que la pareja protagonista se pasaba la peli follando a destajo. Un dato que nos aseguraba, a priori, un pleno absoluto. Y aunque el título de la peli en castellano ya era de por sí suficientemente explícito decidimos arriesgarnos a imprimir los carteles publicitarios con el título original: “Ai no corrida”. Un título cuya poderosa semántica (“corrida”) podía inducir a pensar, paradójicamente, en un gatillazo (“no corrida”) de escándalo. Algo que, os lo aseguro, no se produce en esta peli.

Polvetes al margen, lo cierto es que -sorprendentemente- la peli de Oshima acabó por gustarme mucho más de lo que me esperaba. Quizás porque -si bien puede considerarse, en efecto, como un producto con un sensible resabio gafapasta- “El imperio de los sentidos” es, en realidad, una peli cuyo discurso metafórico es lo suficientemente meridiano como para que cualquier proletario de la cinefilia como yo no corra el peligro de quedarse a dos velas. No resulta complicado, pues, deslizarse cómodamente en ese delirante estudio freudiano sobre los irrefrenables impulsos del Eros (amor) y el Thanatos (muerte) que protagonizan la sirvienta-prostituta Sada (Eiko Matsuda) y su amo Kichi (Tatsuya Fuji). Dos amantes cuya autodestructiva maratón sexual culmina en uno de los desenlaces (tranquilos, no destripo nada) más espeluznantes y orgásmicos que recuerdo haber visto jamás en una gran pantalla.
Taylor
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18 de marzo de 2006
76 de 124 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comprendo que observar la manera tan gráfica en que una japonesa se mete un cacahuete en la boca casi todo el tiempo, pueda otorgar aire de clásico a una película filmada en el 76. Y también que en Cannes se dieran 13 pases para verla. O más bien para ver como medio copulaban dos extraños seres. Porque El imperio de los sentidos aparte de molestar por su monotonía no ofrece, en cuanto al erótismo se refiere, nada especial, y menos treinta años después.

Técnicamente es penosa. Nagisa Matsuda no consigue adecuar la luz a sus propósitos. La creación de una atmósfera tenue, minimalista, con diferentes tonalidades que nos transmitiésen algo... qué va... cero. Los planos son repetitivos y terminan agotando al espectador. Podría haberse realizado algo mejor. Creo yo.

El cuatro es por las dos actuaciones y cómo bien se dice en la sinopsis, por la seriedad con que se muestra el sexo explícito. Lo mejor del film. Bizarra? Yo soy más bizarro cuando me pongo.
Txarly
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3 de enero de 2009
37 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo peor que le ha pasado a esta pelicula es que se la confundiera con una pelicula porno. Por que, a mi entender, no lo es, ya que las escenas de sexo no están puestas ahí para excitar al espectador sino para contarnos una historia ( que yo no voy a entrar en si es de amor o de qué ) quizás extrema, pero con sentido. Y precisamente la escena que le da todo el sentido a la historia y que explica el desenlace final es una en la que no se dice una sola palabra (tal vez por ello pasa desapercibida ) y es en la que se ve al protagonista, despues de salir de la peluqueria, caminando por la calle, absorto en sus pensamientos y totalmente ajeno al ambiente que le rodea: recordemos, estamos en 1936 y en el Japón se vive una euforia nacionalista y militarista y no es dificil imaginar lo que se le está pasando por la cabeza en esos momentos y que podría ser algo así como "para ir a morir estupidamente y en medio de los sufrimientos y privaciones propios de la guerra prefiero acabar gozando".
En resumen, que tal vez no sea una obra maestra, pero para mi sí es una buena pelicula y , desde luego, de porno nada.
J Devis
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5 de noviembre de 2007
34 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
...porque pese a que en ocasiones, por ejemplo al ir caminando por la calle y observar a la gente, a uno le cuesta imaginar que todos nosotros provenimos de ese acto geni (t) al, lo cierto es que es así; hasta nuestros propios padres lo han hecho, alguna vez...

Ahora, y dejando a un lado la ironía, ¿se podrá alguna vez, en el futuro, mostrar el acto sexual dentro de una película cualquiera, igual que se muestra la sangre saliendo de una herida o la mejilla del rostro de un hombre mientras se afeita la barba?

Es decir, ¿si una película muestra de manera explicita escenas de sexo se la debe considerar pornográfica en sentido despéctivo? Y al decir que este film es porno, ¿significa que se lo puede equiparar por ejemplo a las pelis en las que trabajan Nacho Vidal o Katsumi?

Estas cuestiones me las he planteado después de releer algunas de las críticas de este en mi opinión incomprendido experimento que realizó Nagisa Oshima, y por el que incluso fue llevado a juicio en Japón. En el juicio Oshima pidió que le definieran la palabra "obsceno", y al hacerlo al parecer puso en un aprieto a quienes le juzgaban, pues se demostró que lo obsceno es algo muy subjetivo que no se puede definir claramente y que depende en gran medida de la mirada de cada sujeto.
Por suerte se trataba de una coproducción con Francia y Oshima había podido librarse de una hipotética confiscación del metraje por parte de las autoridades japonesas al enviar los rollos a Europa. Yo personalmente me alegro.

Una gran película centrada en los encuentros sexuales de dos amantes y la pasión irreprimible que se apodera de ellos, y que merece un visionado más atento y una reflexión más profunda. En realidad estudia la pasión y las obsesiones humanas de manera muy sensible y valiente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
tolstoievska
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17 de noviembre de 2016
19 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede que lo que salve la obra más reconocida de Nagisa Oshima es que sea un hecho real en el Japón de la década de los años 30. Normal que en aquellos tiempos y en una cultura históricamente tan “moral” como la nipona, esta película tuviese un impacto tan grande como el que tuvo unido a una controversia que aún perdura. De hecho, a pesar de exhibirse y comercializarse, hoy en día, la censura sigue presente en el país del Sol naciente.

Ante la evidencia de las escenas sexuales tremendamente explícitas, pues El imperio de los sentidos va más allá de lo erótico, no tildaría sus escenas más duras de pornográficas por un simple matiz: las relaciones sexuales que se muestran en las películas X tratan de excitar al espectador, mientras que Oshima compone sus escenas a modo de narración para mostrar la desenfrenada relación entre la pareja protagonista. Dicha relación basa su razón de ser en el sexo en medio de una espiral de autodestrucción donde nadie puede ni quiere poner fin. A pesar de todo, si el guión se preocupó en acercarse fielmente a las personalidades de los protagonistas, Sada Abe tenía un serio problema emocional mucho más allá del sexo y, su amante, no sé muy bien en qué punto situarlo entre la cordura y la fantasía, pero que al hombre le iba la marcha aún sabiendo de sus consecuencias, no me cabe la menor duda.

Las escenas se repiten constantemente a lo largo del film sin aportar nada nuevo y cayendo en una monotonía de la que es difícil escapar. Quizás la historia en sí misma no pedía verse reflejada en una película, pero si había que hacerla no me la imagino de otra manera. Pero curiosamente tampoco se hace tediosa o aburrida a pesar de tener los ingredientes idóneos para ello.

Las relaciones amorosas son cada vez más frecuentes en el cine actual y será por cosa de la globalización pero se están proponiendo sacar proporcionalmente el mismo número de genitales masculinos que de genitales femeninos en pantalla, cosa que años atrás era impensable. Pero aquí, El imperio de los sentidos rompió todos los moldes por fecha de realización como por ser la película “normal” que más muestra de todas las que he visto. Y sin saber muy bien por qué, no considero la película como una gran obra del mejor cine de calidad, pero tampoco es una mala película. En este sentido (y yo el primero) pecamos de cerrados, es decir, existen millones de películas que sus protagonistas reflejan diferentes desordenes mentales en forma de asesinos en serie, psicópatas, gente con doble personalidad y demás, pero aquí el desorden mental es canalizado a través del sexo y su director se propuso no ahorrarse detalle alguno.

Su mayor virtud es que desde el principio se prevé algo oscuro y la película va dejando pistas a lo largo de todo el metraje resaltando los últimos 10-15 minutos como los mejores del film.
Travis Bickle
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