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El hombre elefante

Drama A finales del siglo XIX, el doctor Frederick Treves descubre en un circo a un hombre llamado John Merrick. Se trata de un ciudadano británico con la cabeza monstruosamente deformada, que vive en una situación de constante humillación y sufrimiento al ser exhibido diariamente como una atracción de feria. (FILMAFFINITY)
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Críticas 211
Críticas ordenadas por utilidad
11 de agosto de 2005
385 de 466 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Pero no era él el monstruo del que todos ríen? ¿No era la atracción del circo científico? ¿Servía para otra cosa que no fuera la exhibición y el negocio? ¿Cómo que no te cambiarías de acera si te cruzases con él? ¿¡QUE TE ENAMORARIAS, QUE TE PODRIAS ACOSTAR CON ESE!?
Se llamaba John Merrick, un hombre joven, educado y compasivo. Solía vestir de modo sobrio, pantalones y abrigos oscuros, saco de tela para la cabeza...Y una noche decidió dormir sin almohada, bajo el marco de una foto.
Hasta las lágrimas de Hopkins parecen esta vez ciertas. Y es que si me cuentas que lloras con algunas historias, te creeré si me dices que fue con ésta.
Rick Blaine
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10 de julio de 2007
275 de 296 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi esta película con la expectación que me produce siempre cualquier trabajo de David Lynch. En este caso y a mi entender, nos plantea una interesante reflexión sobre la belleza. En personas “normales” el aspecto físico se convierte generalmente en una primera capa que a veces dificulta el conocimiento auténtico del otro. Se interpone. Aquí, cuando la deformidad es llevada al extremo, ya no hay interposición. Uno habla directamente al alma de J. Merrick y a su vez es respondido directamente por ella. El yo, despojado de todo aquello que es pasajero y tantas veces superficial (una mueca, un gesto, un rostro terso y joven), queda al desnudo frente al interlocutor. Surge así un curioso cruce entre el espantoso rostro de Merrick y su mundo interior tan frágil y rico frente a los infames seres de alma negra y rostro mundano, aparentemente normal, que rodean al personaje. Y el espectador no queda indiferente. Se elige ser víctima en lugar de verdugo.
El doctor y su mujer simbolizan el equilibrio entre ambos mundos. Su casa es un pequeño paraíso que Merrick añora desde el primer momento en que es invitado a ella. La sociedad es hostil y solo una excelente Anne Bancroft, en su papel de actriz, es capaz de llegar de manera especial al corazón de nuestro protagonista. Al fin y al cabo ella también usa una máscara cada noche, en cada actuación. Con ella vive uno de los momentos más emotivos de la película, un homenaje a Shakespeare que viene a ser un homenaje a lo eterno, a la palabra sublime que perdura a través del tiempo.
También nosotros, en cierto modo, huimos del espejo. Lynch, sin embargo, juega siempre con él.
Hermione Granger
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28 de junio de 2006
152 de 178 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cuántos hombres y mujeres elefantes hay en nuestras calles y ciudades? ¿Cuántas personas tratadas como animales? ¿Cómo dignificar la vida de los que siempre han sido maltratados? La madre Teresa de Calcuta recogía a "los hombres elefante" de las calles de la India, los cuidaba, alimentaba, los hacía sus amigos y lo más importante, les daba amor. Ojalá seamos como este famoso doctor (magistralmente interpretado por Hopkins), personas que reconozcamos dentro de los guiñapos y piltrafas humanas a seres humanos capaces de dar y recibir amor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Raul
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5 de agosto de 2006
121 de 138 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta espléndida obra maestra de Lynch, basada en dos relatos sobre la leyenda de John Merrick; "El hombre elefante y otras reminiscencias" de sir Frederick Treves y "El hombre elefante: un estudio sobre la dignidad humana" de Ashley Montagu, podemos apreciar ciertas similitudes con otras obras, tipo "Oliver Twist" de David Lean, "La parada de los monstruos" de Tod Browning o "Cabeza borradora" del propio Lynch.

Y particularmente esta obra guarda bastantes similitudes intencionales en cuanto a la temática principal que Lynch quiso dejar constancia con su ópera prima "Cabeza borradora"; esto es, el choque de culturas transicionales que supusieron el paso de la tradicional idiosioncrasia victoriana decimonónica, a una sociedad industrial contaminante y tremendamente cruel, carente de compasión e inmisericorde...

Con una fotografía algo más que brillante (Freddie Francis) y una banda sonora nostálgica y meláncolica a cargo de John Morris, esta brumosa, dickensiana y tenebrista película, llena de sugerentes claroscuros y conmovedores planos maestros, evoca las grandes películas de siempre, con cierto regusto a clásico añejo pero muy bien conservado...

Como dice el señor Bytes (una especie de personaje dickensiano tipo Fagin) el show de la vida continúa, las corrientes de aire siguen azuzando nuestras banales existencias...

Lo que sí es cierto es que una vez hayas visto esta portentosa película, jamás la olvidarás ni dejarás de conmoverte al recordarla, del personaje de John Merrick(magníficamente interpretado bajo una espesa capa de maquillaje por John Hurt) maltratado por la vida que le tocó vivir, hasta el momento en que conoció al doctor Freddie Treves (Anthony Hopkins en una de sus mejores interpretaciones de su carrera)...

...Aquella obra suya, la catedral de Saint Phillips que Merrick recreó con cartones de la basura del London Hospital, mientras sonaba el adagio para cuerdas de Samuel Barber tocado por la filarmónica de Londres dirigida por John Morris, y mientras Merrick se disponía a acostarse en la cama como lo hacía la gente normal...

M A R A V I L L O S A.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
burton
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6 de junio de 2007
93 de 107 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué gusto volver a ‘El hombre elefante’ después de recorrer toda la filmografía de David Lynch.

Qué bien sienta reconocer en esta cinta casi primeriza algunos de los rasgos de estilo del maestro: ahí están la oscuridad, la desazón en el sonido, las densidades psicológicas, el mundo subterráneo de los hombres-bestia, lo retorcido y lo deforme. El miedo, en fin. Desnudo y lacerante.

Patetismo, ternura y compasión. Tres palabras que se posan en el hombro del que observa la película.

Aunque quisieras no mirar, no podrás apartar la vista, humedecida, del rectángulo temible al que da vida la pantalla.
Servadac
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