Adiós, cordera

Uno de los cuentos más conocidos de Leopoldo Alas llevado a la pantalla grande. Ambientación, actuaciones, registros diversos, todo lo hicieron bien en esta película. Cuando la tensión dramática viene a mezclarse con la mirada inocente de los niños, entonces la poesía asoma en los contornos, la más sublime y honesta poesía, que desde los tiempos de “La vida es bella”, ya casi teníamos olvidada.

Otra película olvidada injustamente.
La trama es de un famoso y gran cuento de Clarín, muy bien guionizado y dirigido por Pedro Mario Herrero.
Un reparto muy acertado, con Carlos Estrada, un galán de la época, José María Prada y un muy joven Emilio Gutiérrez Caba.
Ambientada en dos pueblos de Asturias, de los que Herrero conocía bien, todo transpira credibilidad y autenticidad. Estas películas ambientadas en pueblos pequeños no necesitan decorados ni exteriores ni interiores.
Uno de los protagonistas, Rufo, muy liberal él (en el sentido de aquella época, de izquierda) no hace más que lanzar rayos contra el capitalismo y quejarse: ¡Qué país! Que es la continua queja de los españoles, ayer y hoy. Quizá no haya otro país que se denueste más a sí mismo.
Película también de sentimientos, a veces de un profunda tristeza, todo tratado con una sencilla delicadeza.

Estimable drama español, donde se adapta un popular cuento de Leopoldo Alas "Clarín".
Y Pedro Mario Herrero, realizador poco prolífico, lo hace de forma sensible, muy digna y honesta, sacando lo mejor de la obra literaria.
No es una gran película por su sencillez y porque se nota que se han obviado parte de las situaciones, en ocasiones no demasiado profundamente tratadas, como la historia de amor entre Tomás y Ana. Pero el drama humano con la pugna entre el deber y el amor para con sus hijos del protagonista, está perfectamente descrita.
Lo mejor, con todo, son los intérpretes, con un espléndido José María Prrada, en el papel de un anarquista siempre hablando mal del capitalismo pero a la hora de la verdad incapaz de ayudar a sus semejantes.
Aspectos técnicos como la fotografía, del gran Cecilio Paniagua y dirección artística, son de recibo.
Cinta sencilla pero positiva, sensible, aunque en el fondo, bastante triste y dura, como la vida misma.

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