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El ángel de la calle

Drama. Romance Angela es una humilde muchacha que está a punto de ser detenida por la policía, pero logra esconderse en un circo ambulante. En este ambiente conoce todo tipo de personajes bohemios y extravagantes. Entre ellos está Gino, un joven pintor que la toma como modelo para pintar una Madonna. (FILMAFFINITY)
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
2 de enero de 2010
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra dosis de cine mudo en vena, que últimamente me está deparando incontables alegrías. Esa pureza, ese lenguaje visual tan extremo, tan desnudo, ese filo punzante que tiene el mejor cine mudo puede llegar a ser algo muy adictivo. En esta ocasión le ha tocado a esta Street Angel de Frank Borzage, quien también hace poco me deparó otra perita en dulce con El Séptimo Cielo, ligerísimamente superior a ésta, quizás. Una lástima que con la llegada del sonoro Borzage no acabara de encontrar su sitio, a tenor de lo visto hasta ahora, aunque siguiera facturando obras estimables como Adiós A Las Armas o Fueros Humanos. Pero nada como esa dupla inicial, bajo mi punto de vista. Ambas dos protagonizadas por Janet Gaynor, un rostro preñado de una dulzura y un candor irresistibles, y que recibió el Oscar ese año por su trabajo en las susodichas y en Amanecer de Murnau, y Charles Farrell, un galán de una raza extinta, con un carisma entrañable e ingenuo. Ambos dos conformaron una pareja sencillamente perfecta para estas pequeñas delicatessen de Borzage, obras de un romanticismo tan acaramelado como delicioso, de una candidez irresistible, tratando las miserias y la vida de los suburbios de la época con una mirada optimista donde el final feliz, en tantas ocasiones incómodo, es tan natural como necesario. Todo ello engalanado con unos decorados fastuosos que lo zambullen a uno de lleno en esos barrios de miseria pero sin excesivas espinas, con una escenografía cuidadísima, lírica, bucólica. Y la religión, que metía su embarazosa pezuña más de la cuenta en El Séptimo Cielo, apenas asoma aquí por debajo de la puerta, gracias a Bon Scott. En fin, qué fácil resulta creer en el poder del amor despues de embucharse artefactos como estos.
Peter Gabriel 77
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22 de mayo de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
A los veintidós años tenía carita de ángel y su figura menuda apenas parecía haber pasado de la pubertad. Este físico de muñequita era propicio para papeles de jovencita ingenua con tendencia a los descalabros y los amores trágicos. Las apariencias engañaban, pues Janet Gaynor era una muchacha bastante avispada y, por ciertos gestos y ademanes sutiles en su forma de actuar, he advertido que debía de ser un poco de armas tomar.
No, las chicas dulces a las que interpretaba no eran capaces de contener del todo el torrente de aguda vivacidad de la actriz, que se desbordaba a través de ese inquieto cuerpecillo de gacela. Pero sin duda Gaynor era una de las grandes divas de su tiempo, y ni la mismísima Gloria Swanson le hacía sombra. De hecho Gaynor ostenta el honor de ser la primera ganadora del premio Óscar a la mejor actriz y nada menos que por tres películas que había rodado entre 1927 y 1928, siendo este último año el inaugural de la ceremonia de los premios de la Academia de Hollywood. Además, ha sido una de las intérpretes adultas más jóvenes en conseguir el máximo galardón de las artes cinematográficas junto con Marlee Matlin (en1986, a los veintiuno) y Jennifer Lawrence (en 2012, a los veintidós).
Viéndola en el celuloide de hace ocho décadas y pico, comprendo por qué estaba tocada por la gracia profesional. Fue una de esas estrellas que brilló brevemente pero con gran intensidad. En ella se aunaron talento y excelente calidad en sus trabajos, contando con los prominentes directores de la época que supieron encumbrarla. Uno de ellos, nada menos que el legendario Murnau recién llegado a América, y otro, Frank Borzage.
"El ángel de la calle" posee una factura técnica casi impecable, una minuciosa puesta en escena realista y naturalista que sigue muy levemente o ignora los cánones del expresionismo alemán (el cual solía presentar escenarios oníricos, distorsionados, que no pretendían ser un calco de la realidad sino una visión rotundamente subjetiva, una introspección psicológica visual plasmada en el entorno) y, en contra de lo que era habitual en el cine mudo, tiene un desarrollo bastante sencillo, alejado de argumentos rocambolescos y enrevesados, y los actores no realizan tantos aspavientos ni gesticulaciones exageradas. Podríamos señalar que es un paso de transición hacia la nueva forma de filmar que se impondría con el sonido.
Además, tiene rasgos de neorrealismo muy precoz, pues esos ambientes de extrema pobreza y esas amargas vicisitudes de la chica en el Nápoles del "'O sole mio" recuerdan a la corriente que se empezó a desarrollar algo más tarde, sobre todo en Europa y mayormente en Italia (Luchino Visconti, Vittorio De Sica) sin olvidarnos de España (Juan Antonio Bardem, José Antonio Nieves Conde) o de Suecia (Ingmar Bergman en sus comienzos), y que en Estados Unidos conocería su mayor exponente en "Las uvas de la ira" de John Ford, con el latigazo de la Gran Depresión seguida por la Segunda Guerra Mundial.
Pero finalmente, "El ángel de la calle" es un melodrama romántico porque se centra en la historia de amor de Angela y Gino (Charles Farrell, que parece un gigante al lado de su diminuta compañera) y lo hace de una manera muy conmovedora, tanto que los más de ochenta años de la película a veces se esfuman como por ensalmo. Y esa, creo yo, es su gran maestría.
Conseguir que la oigas hablar y que te olvides de los intertítulos, y que los expresivos ojazos de Janet Gaynor no envejezcan nunca.
Vivoleyendo
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15 de febrero de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hablar de “El ángel de la calle” (1928) de Frank Borzage es pasar a la sección de curiosidades de los Oscar. La película que obtuvo nominaciones en dos ediciones distintas de los premios o la actriz (Janet Gaynor) que ganó el máximo galardón por tres películas a la vez (dos de ellas de Borzage).

De lo que no cabe duda es que Frank Borzage (pronunciado [bor’zagui]) fue uno de los directores más influyentes de la Fox en los años 20 y 30. Acostumbrado a trabajar con los mismos actores, nos presenta en esta película una revisión de su más conocida “El séptimo cielo” (1927), de nuevo con Janet Gaynor y Charles Farrell como pareja protagonista.

El público conectará rápidamente con Angela (Janet Gaynor), ese ángel obligado a ponerse una máscara ante el mundo hostil que la acosa. Y aunque la puerta de su corazón esté cerrada, Gino (Charles Farrell) se asomará y saltará por la ventana para pintar el verdadero rostro de su musa. Reunir la imagen del cuadro con la de Angela es el motor de la película: la primera parte es Angela quien no se cree reflejada por esa imagen, y la segunda es Gino quién ha perdido la fe en su modelo. El cuadro representa su amor, que se inicia cuando Gino lo pinta, comienza a perderse cuando lo venden y se redime cuando vuelven a abrazarse bajo un altar.

No solo el cuadro, también las ventanas son un motivo recurrente a lo largo del film. Desde la ventana de su casa Angela ve a las prostitutas y decide intentar ganar dinero para la enfermedad de su madre, y desde la misma ventana indiscreta es uno de estos “ángeles de la calle” quien visita a Gino en su soledad y precipita su caída. Otro de los motifs es curiosamente el sonido. En un año en el que la transición al cine sonoro se palpaba en los grandes estudios, los personajes declaran su amor a través de silbidos (la sincronización del audio de la época aún dejaba mucho que desear). Y personajes como el jefe de policía cuentan con su propio leitmotif, algo que mimetizaría luego Prokófiev en su famoso cuento sinfónico “Pedro y el lobo”.

La ausencia de diálogo hablado en la película beneficia un producto limpio de ruido, embellece la película con imágenes y explota al máximo la expresión física de los actores. Además, Borzage utiliza elementos más cercanos al expresionismo alemán para potenciar la visualidad de la película, tales como el uso intenso de la luz en la escena de Angela con su madre, o la puesta en escena de las escenas en el cuartel y la cárcel.

La puesta en escena y el decorado es a veces teatral. En ningún momento sentimos que nos hallemos en Nápoles, con sus calles estrechas y sus gentes deambulando cada plaza. Se trata, más bien, de una abstracción de la ciudad en la mente del director. Una abstracción del mundo, a veces hostil, que se verá superado al final de la película por el amor de los personajes. El romance transciende la realidad y, sin embargo, no son los actores quienes pecan de sentimentalismo, sino el público. Será inevitable gritar mentalmente “¡que se besen!” cuando Gino pinta el cuadro o cuando se reencuentran en la iglesia, y sin embargo no se muestra.

El melodrama y la pobreza como argumentos del film sí es algo que nos acerca a Italia y a lo que desembocaría en el neorrealismo italiano. Y desde Rossellini hasta De Sica se pueden sentir identificados en esos gestos juntando las puntas de los dedos de Janet Gaynor. Lo más cercano a un “acento italiano” en una película muda.
Mengo
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26 de julio de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que es la primera película que hay una secuencia tan larga y seguida con movimiento de cámara. Esto ocurre al principio y siempre me ha parecido una genialidad, y más en esta película con los recursos que tenían. Es una especie de teatro, donde la cámara se acerca, se aleja, gira.... y así durante un par de minutos creo. Magnífico.

La historia, es sencillita, y demasiado larga. El momento de la despedida cuando la van a detener, es muy larga. Entiendo que le quieran dar dramatismo, y ahí le dieron un montón, pero muy larga para mi gusto.

Ella fue la ganadora del Oscar a la mejor actriz y encima es una de las películas que se nominaron en dos ediciones, en 1928 y 1929. En 1928 ganó el Oscar que ya he dicho y en 1929 fue nominada en 2 categorías pero no ganó ninguna.

Es una película pastelón, de las típicas hollywoodenses que les gusta mucho (por eso tanta nominación). Y bueno.... sí, está bien, pero tampoco es para tanto.
edugrn
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11 de octubre de 2012
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fran Borzage fue el primer director en ganar unl Oscar en la primera edición de los premios, pero no lo hizo por esta "street angel", que competía también ese año y que es una obra maestra.

No podemos olvidar que ese mismo año Borgaze firmaba su obra más importante "el séptimo cielo" -ganadora del premio- con los mismos interpretes -Gaynor y Farrell-, y quizás ésta película de temática similar haya quedado algo a su sombra injustamente.

Ambas presentan una atmósfera similar y una historia de amor similar -algo más compleja en "Street angel-, pero ambas son absolutamente maravillosas. Gaynor, genial y llena de expresividad ganó el Oscar por las dos -y por "Amanecer", también de ese mismo año-, y todo hay que decirlo con toda justicia.

La historia sorprende por su crudeza, la sociedad que retrata, el tema de la prostitución abordado claramente, y por su puesta en escena llena de poesía, capaz de aislar totalmente a los personajes en su pequeño mundo -como ya pasaba en "el séptimo cielo" de forma más obvia, al situarles en un ático-.

Sí, por encima de todo hay una historia de amor algo pastelera, pero no tiene importancia cuando las imágenes son tan hermosas, cuando los actores son tan maravillosos. Ambas, junto a "Estrellas dichosas" (Lucky Star),de nuevo con Gaynor y Farrel forman un tríptico imprescindidble.

Es una pena que con el sonoro Borzage no alcanzara el nivel conseguido en la época del cine mudo, a pesar de tener unas cuantas películas notables ("tres camaradas", "the mortal storm", "adios a las armas"...).
cressida
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