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El jardín del diablo

Western. Aventuras. Drama México, 1850. Para salvar a su marido, atrapado dentro de una mina de oro, una mujer contrata a cuatro hombres. La mina se encuentra en una zona sagrada para los apaches: "El jardín del Diablo". (FILMAFFINITY)
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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
15 de septiembre de 2011
25 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al final, es todo lo que queda de este western, el primero, al parecer, rodado en cinemascope. Esto es debido a la endeblez de la historia y a lo poco caracterizado, tópicos aparte, de los personajes. Esta correctamente dirigida y los personajes responden a registros característicos de los actores que los encarnan: Susan Hayward como señora temperamental, Gary Cooper como héroe experimentado y caballeroso y Richard Widmark en el papel de cínico descreído pero con buen fondo.
Los aspectos técnicos rayan a la gran altura de las superproducciones de la época y, si se obvia lo incoherente de la historia, hace pasar un rato entretenido. Pero no está, ni de lejos, entre los mejores westerns de la historia.
iñaki
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27 de julio de 2010
21 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Henry Hathaway nos brinda un western clásico, con bellísimos paisajes, excelentemente fotografiados, en la época del technicolor y cinemascope. El resultado es majestuoso, sobre todo visto en la gran pantalla, en 1954.
La historía es sencilla y a la vez intrigante, narrada con parsimonia y elegancia; si bien hay momentos en los que el ritmo falla, y el interés se resiente.
El hombre bueno, recto, íntegro (antiguo sheriff) aparentemente sin grandes ambiciones (Gary Cooper) y el hombre débil (Hugh Marlowe), el cazarecompensas, egoista, que va de tentación en tentación.
Con ellos, el personaje maravillosamente interpretado por Richard Widmark, hombre también recto y bueno, pero quizá con menos iniciativa, menos fuerza o menos valor.
Y entre todos ellos, la mujer ambiciosa y honesta interpretada por Susan Hayward.
La película cae, como no, en algunos tópicos del género: Los indios salvajes, malos, malísimos, sin excepción. Son números. Y el mejicano, secundario, sin gran valor, mostrado quizá involuntariamente, como un ser inferior a los valientes americanos.
El maniqueismo hace quizá perder credibilidad al argumento en el cual se dan cita comportamientos complejos de amor, egoismo, pasión por el oro.
Son destacables la filmación de la pelea con los indios en el desfiladero; y la escena final. Las siluetas y el sol rojo.
Rober
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1 de octubre de 2008
23 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante un western de los que no aparecerán nunca en las listas de las mejores películas del western, pero que cuenta con todos los ingredientes para gustar a todos los amantes de este.
En la dirección Henry Hathaway, un habitual en el género, con grandes títulos en su haber como El póquer de la muerte o Valor de ley.
En el reparto tenemos a Gary Cooper, el eterno Gary Cooper, en un personaje que le viene a la medida.
A Richard Widmark, un habitual del género en un papel secundario pero con sustancia.
Y Susan Hayward. Su personaje, unido al tirón que siempre tiene una mina de oro en los hombres del oeste, hacen de estos pistoleros, unos aventureros improvisados.
El peligro acechante, los indios apaches y la codicia reinante, que en este particular jardín con paisajes para el recuerdo, se puede convertir en su tumba.
JVMarq
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27 de agosto de 2014
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
En plena difusión del formato Cinemascope, la Twenty Century Fox recurriría a este rápido y prolífico director, Henry Hathaway, para encomendarle la filmación de algunas películas cuyo principal objetivo era difundir el formato de la pantalla ancha, respetando las convenciones narrativas del cine de género y “El jardín del diablo” es una de esas películas. Constituye el western número 13 dentro de su filmografía y es una muestra de habilidad del director para definir a los personajes mediante miradas, movimientos y relaciones con el paisaje, de hecho, hay planos que podrían haber sido filmados por Raoul Walsh o Anthony Mann.

Un film pesimista y triste, carente de todo idealismo, donde la belleza del paisaje y la codicia son los dos asuntos principales sobre los que pivota esta película de patrón clásico y espectaculares imágenes. La acción se desarrolla en tierras fronterizas, en un apartado lugar llamado Puerto Miguel: tres aventureros yanquis y uno mexicano aceptan el encargo que les hace una mujer (Susan Hayward) para que vayan con ella, internándose en territorio indio, a través de un paisaje salvaje, para ayudar a su marido (Hugh Marlowe) que ha quedado atrapado en una mina de oro donde ambos trabajaban.

Pero todo espectador de westerns sabe bien que allí donde hay oro y mujeres, además de aventureros, hay también conflicto. En “El jardín del diablo” todos actúan por impulsos y todos son, a la vez, malos y buenos. Apenas se cuenta nada sobre el pasado de los personajes, pero Hathaway se las ingenia bien para familiarizar al espectador con ellos sin forzarle apenas a tomar partido. Se trata de sobrevivir. Y la aventura hermana a todos, buenos y menos buenos, malos y menos malos, en un viaje fantasmagórico a través de paisajes desolados y agrestes espléndidamente fotografiados en un maravilloso tecnicolor. Se trata pues, de un western itinerante, en el que acción y personajes están condicionados por las circunstancias que rodean el viaje, desde los peligros naturales hasta los propios del carácter de cada uno de ellos, y en el que la aventura adquiere una dimensión moral.

De esta manera, el personaje de Gary Cooper, un mercenario codicioso provisto de cierta nobleza interior, se contrapone al de Richard Widmark, ambicioso sin escrúpulos dispuesto a hacer trampas para conseguir sus objetivos. Además, la tensión sexual entre la pelirroja Hayward y el maduro Cooper, latente todo el metraje, añade el imprescindible elemento amoroso al tiempo que se disecciona el matrimonio de la primera, corroído por la mentira y el sentido de la culpabilidad. Es una película mineral que comienza junto al mar y culmina en lo más ato de las montañas, de precipicios angostos, bosques frondosos e iglesias abandonadas. Tiene una tenebrosa banda sonora a cargo de Bernard Hermmann y sólo añadir como epílogo que tiene uno de los finales más antológicos de la historia del cine.
Antonio Morales
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29 de marzo de 2019
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con unos ingredientes más que sobresalientes (director, reparto,historia, ect...) El jardín del diablo", pasa casi injustamente desapercibida o menos valorada de lo que debiera ser. La primera vez de un Cinemascope para cine del oeste ,aquí la fotografía y la iluminación preciosista, (da igual interiores o exteriores) de la fotografía de Milton Krasner y Jorge Stahl Jr., verdaderos fueras de serie les roban la cartera a Hathaway cual forajidos de planos. Porque los planos de las localizaciones acaban subyugando al espectador y robándoles protagonismo a las mismas estrellas Cooper, Hayward o Widmark. Un tour de force mexicano donde la cantina con las canciones rancheras de Rita Morenno y el color hacen del ambiente un ensueño.
Una playa con aguas celestes, el maravilloso Puerto Ángel, el bosque tropical de plataneros y la hierba esmeralda te llevan a la cabalagada nunca vista en el western. Jamás he visto un azul del cielo ni una luz igual en otro western (y eso que "Duelo al Sol" o "Centauros del desierto" o algunas de King tienen un maravilloso color). La música suave y dramática del maestro Bermann queda lejos de los histrionismos y es otro plus.
Un viaje iniciático de un grupo hacia unas minas de oro en una colonia perdida y abandonada al pie de un volcán. Un territorio Apache sagrado. Además más peligroso aún, por la época en la que quieren cuzarlo (es Luna ) se abre la veda para cazar al hombre blanco. Y son muchas flechas para pocas balas. Loas canatilados merecen mención aparte, se erigen en otro d elos protagonistas y ni que decir tienen la colonia española abandonada ( se cuenta que asolada por un volcán, las reales mexicanas Tepotzotlán y Parijutín).
Dos descreídos un jugador Fiske (Widmarck) y un exsheriff con misterioso pasado Hooker (Cooper) que vienen de vuelta de todo, su destino era California y la fiebre del oro, tienen que parar obligatoriamente en le vergel mexicano, donde se presenta Lea Fuller,la pelirroja Susan Hayward proponiendo una suma importante de dinero para el que la ayuden a rescatar a su marido de una mina de oro. Se desconoce la motivación de los cuatro personajes masculinos (se unen un matón y un mexicano valiente) (la avaricia, la valentía, el amor, el altruísmo...) pero el viaje sacará a la luz la cara de cada uno mostrándose quién es.
Y la chica ¿se trata de una mujer abnegada que solo tiene una obsesión salvar a su marido o de la femme fatal que engaña a todos por el oro? Esa es la sospecha y nadie puede averiguarlo.
Una película ambigüa, que no incide demasiado en la avaricia, sino en el comportamiento ante la vida de cada uno, el hombre ante el peligro, ante el prójimo y ante la muerte.
Del director se puede hablar y muy bien y mucho así como de los actores, pero en esta crítica hay mucha película y no hace falta. Imprescindible cabalgar en esmeralda.
Imagomundisblog
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