Back Roads (2018)

Los abusos, los malos tratos a menores acarrean, en aquellos que tienen la mala fortuna de padecerlos terribles consecuencias. Sus efectos, cuando lo hacen, no languidecen hasta transcurrido largo tiempo. Y la estadística sirve fríamente un dato demoledor, la mayor parte de los mismos acontecen en el ámbito familiar, en el entorno más cercano.

Me ha impactado esta ópera prima. Cuatro hermanos conviven bajo la tutela del hermano mayor, ante la ausencia materna, encarcelada por el asesinato del padre. El rostro del protagonista no deja de transmitir en un sólo instante la desolación del que ha recibido, a modo de yunque, los incesantes golpes de la vida.

Hay algo de insano en las relaciones que mantienen estos hermanos, en sus conflictos, sus conversaciones, en los recuerdos y menciones hacia sus progenitores. Esa latente anormalidad, conforme van viendo la luz los secretos que guardan, dan paso a un drama seco, del que no puedes desentenderte con facilidad. Te duelen sus causas y sus consecuencias, aderezado además, de una sórdida tristeza que se come la pantalla.

Hay personajes tocados por el infortunio, con la capacidad de atraer un sinfín de calamidades que los sumergen en un fango del que salir parece tarea heroica. En esta cinta aparecen unos cuantos. Y me sugiere el visionado de la película un interrogante: ¿hasta dónde es un pobre diablo capaz de llegar en su sacrificio, en su penitencia, a modo de inmolación, cuando ya ha asumido lo inevitable de su desgracia?

Alex Pettyfer protagoniza y dirige esta sorpresiva y bien lograda ópera prima, en la que también aparecen caras conocidas como la hermosa Jen Morrison, el veterano Robert Patrick (en modo cameo) y la cada vez más consagrada Juliette Lewis. En ésta, Harley, un joven traumatizado por su pasado se ve obligado a dejar sus estudios para cuidar a sus tres hermanas pequeñas, cuando su madre es condenada por el asesinato de su abusivo padre. El joven se ve en la necesidad de tener dos pésimos trabajos para pagar las deudas de la casa, llevándolo a una espiral de frustración, depresión y malas decisiones en medio de una familia que guarda desagradables secretos. Su única salida a los problemas: tener una aventura amorosa con una mujer casada.

El filme de Pettyfer retrata de buena forma las consecuencias del abuso y la violencia en la familia: los protagonistas reflejan de manera clara las taras psicológicas, emocionales y la disfuncionalidad familiar resultado de la violencia en casa. En efecto, rescato la habilidad del director para plasmar entrelineas y con sutileza toda la tragedia familiar, los secretos, las mentiras, las verdades y las tensiones que parecen condenar a los integrantes de la familia.

Las actuaciones están muy bien conseguidas. En los pocos minutos que aparece Juliette Lewis en pantalla, demuestra que está a otro nivel actoral, y nos regala uno de los mejores momentos de la cinta. El bueno de Pettyfer y la hermosa Danika Yarosh también sobresalen.

Considero que el filme flojea en lo manipulador del relato: al pobre chaval (Harley) le va de verdadera mierda. Desde el minuto 1 sientes verdadera pena por lo que tiene que pasar: llevar una carga emocional y socioeconómica pesadísima que por edad no le corresponde. Sumado a esto, tiene que arrastrar con heridas psicológicas y culpas que lo consumen; al tiempo que es acusado de homicidio. Y es que no veía tanta mala leche sobre un personaje desde la infame Precious (2009) o la ya clásica Dancer in the Dark (2000) con Bjrok. Es que se les va la mano en el exceso de tragedia, hombre...

Sumado a esto, el comportamiento de los personajes es bastante extraño y su lógica no parece buscar su autoconservación. Aún así, personajes como el de Harley están bien construidos y logran generar cierto grado de empatía y vinculación con el espectador.

En fin, es un duro drama familiar, bien filmado, con personajes elaborados que parecen estar condenados a la derrota y al sufrimiento. Acá no esperes ni resiliencias ni finales felices.