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Largo viaje hacia la noche (2018)

Largo viaje hacia la noche
133 min.
6,6
2.185
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Tráiler HD (MANDARÍN con subtítulos en español)
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Sinopsis
Luo Hongwu regresa a Kaili, su ciudad natal, de la que huyó hace varios años. Comienza la búsqueda de la mujer que amaba, y a quien nunca ha podido olvidar. Ella dijo que su nombre era Wan Quiwen. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Intriga 3-D
Dirección
Reparto
Año / País:
/ China China
Título original:
Di qiu zui hou de ye wan (Long Day's Journey Into Night)
Duración
133 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Premios
2018: Festival de Cannes: Un Certain Regard (Sección oficial)
8
Crítica de Largo viaje hacia la noche
Sueño de amor eterno

“Cada vez que la veía, sabía que estaba soñando otra vez”. Esta enigmática frase, pronunciada por Luo Hongwu (Jue Huang), funciona como pórtico de un relato en primera persona, siempre subjetivo, que se mueve entre esa difusa frontera que separa la realidad del sueño y la memoria. Igualmente enigmáticas son las imágenes que abren el film y acompañan la voz del protagonista. Una secuencia que anticipa, desde el principio, el tono poético y estilizado del film además de su estructura narrativa que divide el relato en dos mitades.

El plano muestra lo que parece ser un local nocturno. En primer plano, un micrófono y una mano de mujer que se acerca a él. Antes de descubrir el rostro, la cámara comienza a ascender lentamente hacia el techo, las luces de colores del local inundan la imagen. Sin corte alguno el techo se confunde con el suelo (el sueño con la realidad) de la habitación de un modesto hotel en el que vemos a Luo tumbado bocabajo.

Regreso a Kaili

Después de largo tiempo de ausencia y debido al fallecimiento de su padre, Luo ha regresado a Kaili, ciudad natal del director y escenario de su anterior film, la igualmente magnífica Kaili Blues (Lu bian ye can, 2015). Para Luo la ciudad es el espacio del recuerdo de su historia de amor con Wan Qiwen (Tang Wei), amante de un mafioso local. La narración se va desdoblando en dos tiempos, el pasado (o más bien el recuerdo de su relación amorosa) y el presente, en el que inicia la búsqueda (con aires de clásico relato detectivesco) de su amante.

La voz en off del protagonista, su obsesión con esa misteriosa mujer, la confusión entre sueño y realidad, la subjetividad falseadora (y fabuladora) de la memoria nos hacen recordar a otros personajes enamorados, perdidos, deambulando por el espacio y el tiempo en busca de un ideal huidizo e inalcanzable como el Scottie de Vértigo, el Deckard de Blade Runner o el Sportello de Puro Vicio.

Soñar en plano secuencia

En Largo viaje hacia la noche, Bi Gan consolida (y supera) algunos de los elementos formales y temáticos, también algunos motivos (el reloj, el tren, las mesas de billar), que había puesto en juego en su anterior trabajo. Otro relato sobre un personaje masculino que, tras una larga ausencia, también trataba, en cierta forma, de reconstruir el pasado. Lo más destacable (o llamativo) de aquella película era un largo plano secuencia de aproximadamente cuarenta minutos en el que la cámara se movía con total libertad por los espacios, siguiendo (y abandonando) a su personaje principal. En este sentido la apuesta se redobla en su nueva película con otro plano secuencia (esta vez filmado en 3D) de una hora de duración que constituye la segunda mitad del film.

Lo eterno y lo efímero

El protagonista entra en un desvencijado cine (que por momentos nos recuerda a aquel de Goodbye Dragon Inn [Bu san, 2003] del taiwanés Tsai Ming-Liang), se coloca unas gafas 3D, recuesta la cabeza sobre una columna mientras la imagen funde a negro y aparece el título de la película. Inmersos, personaje y espectadores, en el sueño (reforzado por el uso de la imagen en tres dimensiones que da esa falsa sensación de realidad, de poder tocar aquello intangible y huidizo), Bi Gan nos lleva por ese fascinante viaje onírico hacia la noche en el que Luo se reencontrará con los personajes y espacios de su recuerdo, donde lo simbólico habrá de ser descifrado y donde el encuentro amoroso se convertirá en algo al mismo tiempo eterno y efímero como confirma el magnífico final.

La cámara gira sin parar alrededor de los dos amantes que se besan, imitando las agujas del reloj (lo eterno) para terminar frente a un espacio vacío donde una pequeña bengala (lo efímero) se consume reflejada en un espejo.

La consolidación de Bi Gan

Bi Gan, con tan solo dos películas y veintinueve años, parece haber alcanzado una madurez y una voz personal poco frecuente en directores tan jóvenes. Aun así Kaili Blues y Largo viaje hacia la noche no dejan de ser ejercicios de aprendizaje donde poder rastrear las huellas de otros directores. Encontramos el Stalker (1979) de Andrei Tarkovsky (referente declarado por Bi Gan desde su adolescencia), tanto en la configuración de los espacios (esa habitación en la que el agua gotea constantemente) como en la de su taciturno personaje protagonista, además del homenaje directo en la imagen de un vaso que se mueve sobre una mesa a causa de la vibración que provoca el paso de un tren.

La superposición de tiempos, la elegancia de los movimientos de cámara o el uso de espejos y reflejos para hablarnos de la relación de los personajes a través de su posición en el encuadre nos traen a la memoria al hongkonés Wong Kar-Wai. El retrato del paisaje cambiante de la China contemporánea, a veces en ruinas, a punto de desaparecer, en constante transformación lo emparenta con su compatriota Jia Zhang-ke. En el cine de Bi Gan resuenan, finalmente, los ecos de otros dos cineastas asiáticos como Hou Hsiao-hsien o el tailandés Apichatpong Weerasethakul en la estilización de unas imágenes que registran un mundo donde convive lo real con lo misterioso, lo prosaico con lo poético, la realidad con el sueño.

Escrito por Joaquín Fabregat
https://cinemagavia.es/largo-viaje-hacia-la-noche-pelicula-critica/
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75 de 88 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Sorprendente y, por momentos, desconcertante mosaico visual de Bi Ga.
En su segundo film, Bi Gan cuenta la historia de un hombre atormentado (Jue Huang) por la pérdida de una mujer que amó y el sentimiento de culpa por un crimen que cometió. Dividida en dos partes: la primera, se parece más a una poesía llena de símbolos, metáforas lentas, meditadas que nos introducen en una espiral de enamoramiento. La segunda, un sueño nocturno del protagonista mostrado a través de plano secuencia en 3D de bella factura técnica.

Como demostró en su sorprendente debut, Kaili Blues, Bi Gan se preocupa más por los planos, los colores, por materializar un espacio mental y transmitir una sensación física que por explicar una historia. Largo camino hacia la noche está repleta de planos muy cuidados y larguísimos. Vemos un hombre que llora mientras se empieza a comer una manzana. El plano termina cuando el personaje se acaba la fruta. La escena ha durado más de un minuto y seguimos sin comprender quién es ese personaje.

El cine de Bi Gan recuerda al de Terence Malick por su plasticidad, la importancia de los silencios y su cercanía al texto poético. Los conceptos de culpa, arrepentimiento o amor se nos muestran en las miradas, en planos tras un cristal, más que en los diálogos de los protagonistas.

En resumen, una nueva maravilla del cine oriental que gustará a los cinéfilos capaces de apreciar un cine más visual que narrativo.

www.contraste.info
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22 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
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