El marqués de Sotoancho (Miniserie de TV) (2000)

Si en lugar de haber nacido mediados ya los 70 lo hubiera hecho veinte años antes, me habría dejado la piel, los huesos, los huevos, en enamorar a la Gran Asquerino, una de las actrices más convincentes, profundas y reales que ha dado este país y a la que no siempre se ha honrado como merece. Con mi edad, y tras verla en Fotos, donde terminó de encandilarme ya sólo me quedaba la opción de hacerla la protagonista del corto que me lanzaría definitivamente al mundo del cine, el que está por llegar y nunca llega. Pero la esperanza es lo último que se pierde, que decía María Antonia de las Francias y hasta hoy, que me he enterado miserablemente en tres líneas mal dedicadas al obituario de la diva, de su muerte, me siento absolutamente desesperanzado, triste, ajeno.
María fue una actriz de raza, de las que no se callaba nada ante nadie, lo que le generó pocos amigos, y un grupo ingente de descontentos. Trabajadora hasta rabiar, ajena al método, que sin saberlo llevaba en la sangre se nos va una de nuestras joyas.
En esta adaptación de los escritos del odioso Ussía que elijo para despedirme de ella, es lo único salvable en ese rol de madre poderosa tantísimas veces bordado y rodeada de actorzuchos de la calaña del Yuste. Pero como siempre, su sola presencia bastaba. Ya no su voz, como comprobamos en Fotos, sino su figura, rotunda y retadora, su mirada viva de inteligencia inescondible, su enorme sonrisa perfecta.
La serie fue un fracaso de tomo y lomo.
Pero es que el guión se las trae.
Lo mejor ya lo he dicho. Y me quedo corto.
Y un poco viudo.
Director en la treintena busca musa inspiradora, de carácter y fortaleza hercúleas para ese corto que no llega.
Mi vela esta noche luce por tí, Asquerino, por tus impertinencias y tus brillantes parlamentos en el Gijón, por tus personajes, tus personas más bien, por la ternura con que siempre me has mirado y te he mirado.