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El triste olor de la carne (2013)

El triste olor de la carne
87 min.
5,8
102
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Sinopsis
Tour de force rodado en plano secuencia que se sitúa entre "Un día de furia" contenido y "El empleo del tiempo" de Cantet, protagonizado por quien sufre los efectos de una crisis que probablemente ayudó a forjar. Seguimos a un hombre trajeado en una tensa jornada que trazará una línea divisoria en su vida. Pues bajo la normalidad de quien sale por la mañana rumbo a su puesto de alto ejecutivo se esconde un hombre desesperado luchando por mantener la fachada en un día en el que el cobrador del frac terminará de sellar su (irónico) destino. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Crisis económica 2008 Drama social
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
El triste olor de la carne
Duración
87 min.
Guion
Fotografía
Compañías
9
Impactante, necesaria, arriesgadísima, prodigiosa...
Incalificable la decisión de la Academia de ignorar para la próxima edición de los Goya la más valiente propuesta de cine patrio de los últimos años. Con hechos así se retratan por enésima vez como meros voceros de la industria, y no como guías de la riqueza artística de su oficio. Ellos sabrán qué quieren defender, pero duele que El triste olor de la carne sea la 15 días contigo, o la Concursante del 2013.
Hablamos, en esta ocasión, de un film absolutamente visceral que afronta el valiente reto de entregarse a la arriesgadísima aventura de rodar una historia cámara en mano, a tiempo real, sin cortes, en una única toma de hora y media, siguiendo por la ciudad de Vigo a un personaje al límite. Nos encontramos ante un prodigio de creatividad único en su factura en la historia del cine; quizás sea el más radical ejemplo de cine al más puro estilo Dogma 95 que se haya realizado nunca, llevado al extremo, un auténtico triple mortal con tirabuzón sin red cinematográficamente hablando. Y lejos de ser única y exclusivamente un ejercicio de estilo, cabe decir que en este caso las formas potencian el mensaje como en pocas ocasiones, dotándolo de un realismo medular, de una autenticidad que respira y late como un cuerpo vivo; obligando, al mismo tiempo, al espectador a una participación activa en la interpretación de una historia que va haciéndose antes sus ojos, creciendo en la dosificación de una información que finalmente encaja como un mecanismo de relojería. Una historia, además, de una actualidad innegable, capaz de combinar de manera magistral la historia oficial de la época en la que vivimos con la intrahistoria más sangrante, erigiéndose debido a esto en indignante reveladora de la falsedad política e informativa en la estamos sumergidos.
Nos encontramos ante lo que espero que a la larga se acabe convirtiendo en una auténtica obra de culto que respira la verdad de un testimonio sincero que ayuda a reflejar la sociedad del crimen de Estado, del paro, de los desahucios, de la putrefacta corrupción que nos inunda, de la voladura de la protección social que todo Estado moderno debería dispensar a los ciudadanos.
Impagable también el trabajo del actor protagonista, Alfredo Rodríguez , proveniente del mundo del teatro gallego. Solo alguien procedente del teatro sería capaz de sobrellevar tal prodigioso y arriesgado reto interpretativo y soportar sobre sus hombros el peso absoluto que supone hacer crecer y desarrollar la evolución de un personaje agónico de este calibre, sin opción a rectificación, con la tensión de enfrentarse a la inmediatez de la calle, del mundo vivo, y haciendo creíble el desgaste psicológico y el cansancio vital del protagonista de la historia. Posiblemente Alfredo Rodríguez haya conseguido disfrutar del logro actoral de su vida, incluso del año en España, y posiblemente también pase desapercibido su trabajo hasta para el propio mundillo del cine en general.
Por todo ello, solo cabe calificar a esta película como enorme obra de arte que seguramente morirá sepultada entre blockbusters palomiteros y el mar de bazofia políticamente correcta que finalmente pasa el filtro de la censura fáctica de unos medios de comunicación corporativizados y que ya controlan la información y cultura de masas como oligopolio inevitable que son.
De no ser por la semana de cine de Ourense un ciento de afortunados ciudadanos no hubiésemos disfrutado de este necesario puñetazo en las vísceras, fiel reflejo del latir de las víctimas de la sociedad actual.
Semana de cine, por cierto, agónica también en esta edición, pues, ninguneada por las instituciones públicas, no solo ha tenido que reducir su programación de manera alarmante, sino que ha sido incluso desplazada de las salas de cine habituales y más cómodas para el público en general. Se observa, de esta manera, cómo en una pequeña ciudad, la que hasta ahora era la única vía de acceso en salas al cine alternativo puede estar dando sus últimos estertores, sin que nadie defienda el derecho a la pluralidad cultural que debería garantizar un sistema supuestamente democrático por medio de eventos como éste.
Si nos paramos a observar todo lo que progresivamente vamos perdiendo, no es difícil deducir que vivimos en un país que se precipita hacia el tercer mundo irremediablemente y a pasos agigantados; un país donde la pobreza ya trasciende el ámbito específicamente económico. Después de la televisión basura, podemos prepararnos ya para una educación basura, una sanidad basura, unos servicios sociales basura, una política basura que ya ni como democracia cuela y, en este caso en particular, una indigencia cultural que es equivalente a la podredumbre que nos corroe.
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9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
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