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La habitación del hijo (2001)

La habitación del hijo
100 min.
7,1
14.653
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Sinopsis
En una pequeña ciudad del Norte de Italia, vive apaciblemente una familia formada por los padres (Giovanni y Paola) y dos hijos adolescentes: Irene, la mayor, y Andrea, el pequeño. Giovanni es psicoanalista. En su consulta, situada al lado de su apartamento, sus pacientes le confían sus neurosis, que contrastan con la calma de su propia existencia. Su vida se rige por una serie de costumbres o aficiones: leer, escuchar música, aislarse y agotarse haciendo largas carreras por la ciudad. Un domingo por la mañana, Giovanni tiene que salir para atender una urgencia, así que no puede ir a correr con su hijo como le había propuesto; el chico decide entonces ir a bucear con sus amigos. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Familia
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Italia Italia
Título original:
La stanza del figlio
Duración
100 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Italia-Francia;
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Premios
2001: Cannes: Palma de Oro y FIPRESCI
2001: Cesar: Nominada a Mejor película extranjera
2001: Premios del Cine Europeo: 5 nominaciones, incluyendo Mejor película
2000: Premios David di Donatello: 3 premios, incluyendo Mejor película. 12 nom.
"Obra maestra"
[Diario El Mundo]
"Escalofriante retrato de la muerte (...) Obra maestra"
[Cinemanía]
9
9
Positiva
0
Neutra
0
Negativa
8
El desalojo del padre
No es ficción. No es crítica. No es parodia. Es, ni más ni menos, un trozo de desgracia que te podría haber pasado a ti, que puede pasar a ti, que probablemente te pase a ti, aunque lleve otro nombre y apellidos, aunque no se trate de tu hijo o hermano, aunque el accidente no lo sea en Ancône, ni siquiera en Italia.

Una familia que se muestra bien avenida, donde el día a día no pesa más que una malentendida broma que se confunde con robo, donde la ocupación del padre como psicoanalista sirve para dibujar los tics más incómodos de la sociedad moderna: suicidas, perfeccionistas, obsesos, maníacos... eso sí, desde la distancia de un diván. Una familia llena de complicidades y sonrisas que incluso por momentos puede llegar a resultar excesivamente unida, casi empalagosa.

Pero tampoco hay demasiado tiempo para indigestarnos. Un accidente y el chico fallece. Dolor. Mazazo. Estupefacción. Lágrimas y una banda sonora que súbitamente calla extendiendo su silencio durante minutos. Más llanto. Y el padre que primero se colapsa, después se culpabiliza, cede al cinismo e incluso descuida a los suyos. Múltiples reacciones diferentes ante una única certeza: el dolor que no descansa, el sufrimiento sin tregua y una sensación de desahucio ante una habitación vacía.

La historia es conducida suavemente, con algunos momentos de crispación, de atormentada tensión, pero en absoluto efectista, con una sutilidad que impactará tanto más a quienes hayan padecido experiencias parecidas.

Película de una estrella para quien busca sangre e hígados, de tres para quien desea tiros y acción, de cinco si tenemos interés en evadirnos, de ocho si tenemos el día para reflexionar. Película de diez estrellas, definitivamente, como terapia para convencernos de que el dolor es implícito a la existencia, que nadie tiene el monopolio del sufrimiento, que no hay antídotos contra la desgracia y, sobretodo, como indica el propio protagonista a sus pacientes, que deberíamos aprender a ´holgazanear´ más, aceptar el inesperado devenir y renunciar al control para cada secuencia de nuestra existencia.

El padre, epicentro y omnipresentes ojos que buscan expresar lo inexpresable, se encuentra interpretado por Nanni Moretti, el también director de la cinta y bastante criticado por su excesivo protagonismo en la cinta. Aún así, el papel de Laura Morante, como madre y esposa, no pasa desapercibido, especialmente desde el momento en que las ojeras hacen su aparición, en el que se hace latente su frialdad con el marido e hija, esa tensión contenida de quien pierde parte de sus entrañas.

No es ficción. No es una película para pasar el rato... no para dejarnos caer por azar.
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98 de 106 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
LO QUE NO CONOCEMOS Y APENAS SOSPECHAMOS
En La habitación del hijo (La stanza del figlio, 2001), última película hasta el momento de Nanni Moretti, se representa una tragedia humana de tal envergadura, la muerte de un hijo, que se hace dueña y señora de su primer visionado y, por lo tanto, de su núcleo argumental en la transmisión boca a boca del mismo.
Sin embargo, por lo que respecta a ese hecho, la película no ofrece nada nuevo: se muere un hijo y, de la misma forma que había un antes, habrá también un después. Es algo incomprensible, pues parece decirnos que la vida del hijo no valía nada, pero esto es algo que Moretti filma con meridiana claridad y a lo que no dedica más atención de la necesaria: el dolor de la familia, el sentido de culpabilidad por lo que pudo haber ocurrido para que esa muerte no ocurriese, la difícil digestión del consuelo religioso, la reflexión sobre lo inesperado…
¿A qué dedica, entonces, su atención? Pues nada más y nada menos que a la luz que esa muerte ofrece sobre la vida. Pero no se trata en este caso de una luz revalorizadora, de una luz que nos advierta de la fragilidad de la vida y, por tanto, del mimo que exige su disfrute. No. Se trata aquí de una luz indagadora, de una luz que al multiplicar por infinito la complejidad del ser humano es capaz de llevar la muerte al plano estrictamente individual, extirpando la tragedia de los corazones que se quedan para llevarla a una tierra de nadie, en medio de la vida misma.
La habitación del hijo se construye a partir de una metáfora central, que se enuncia en su título: la habitación del hijo es el corazón del hijo, el inaccesible reducto de intimidad de todo ser humano a salvo de los otros.
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82 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
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