La tapa de la lámpara (C) (2007)

En definitiva el objetivo del padre no es otro que el de hacer feliz a su joven vástago. La sinopsis explica bastante bien cuál es el motivo de la prisa por reparar la televisión en medio de un día festivo: a las 6 de la tarde proyectan una película de Bruce Lee, un fenómeno de masas en toda Europa del este para las tres últimas generaciones, basta con preguntar a algún amigo de por allá para tomar conciencia de la magnitud de esta figura en el imaginario colectivo de la región (en este sentido recomiendo el documental "Enter the Dragon" (2006), que no me cabe duda de que sorprenderá a todo aquel que se anime a verlo); el despierto muchacho no parece dispuesto a perderse la proyección por nada del mundo. A su paso por el mundo Bruce Lee dejó gran variedad de legados, en muchas ocasiones dependiendo del contexto, pero está claro que en Europa del este, como destaca el escritor bosnio Veselin Gatalo, su figura representa "la lucha por la justicia", "el sueño de un mundo mejor". No es casualidad, por tanto, que Radu Jude optara por esta mítica figura en su cortometraje como objeto de deseo de un joven muchacho que está abriendo sus ojos al mundo.

A nadie debe sorprenderle el madrugón, de hecho deja de hacerlo en el momento en que sabemos que entre los dos puntos del viaje median unos 100 kilómetros; además, en cuanto comienza a transcurrir el film vemos sus dificultades para encontrar un medio de transporte, así se servirán de todas las posibilidades a su alcance: sus propias piernas; un autobús que cubre un trayecto que coincide con sus intereses (aquí en España ya sería inconcebible un autobús que parara en mitad de su trayecto para recoger a dos personas en mitad de la nada); el dedo, que no siempre asegura el éxito; etc. De hecho llama la atención la lograda actuación del niño, capaz de expresar a la perfección los sentimientos propios de alguien de su edad al decirle a su padre, ante la necesidad que los acucia, que el día que tenga coche él nunca dejará tirado a nadie en la carretera. Junto a ellos, como tercera protagonista silenciosa pero siempre presente una vieja televisión en blanco y negro amortizada al máximo de sus posibilidades, tanto que hasta el técnico - y no es un técnico como los de aquí, que en seguida nos animan a cambiar de aparato (previo pago por la revisión, claro) - le anima a cambiarla.

Toda esa odisea en un solo día por hacer feliz a un hijo, por abrir una puerta a sus sueños y fantasía en un mundo a menudo arisco y monótono.