Garum (Fantástica contradicción) (1988)

”Es un reino cruel, carente de principios,
no existe la ley, mucho vicio, mucho vicio.”

Sacerdotisas de Baal, Alaska y Dinarama

Basada en la novela de Manuel de Pedrolo -reeditada este mismo año con motivo de su 40 aniversario- Procés De Contradicció Suficient, Garum es el único largo que filmase Tomás Muñoz y una de las mayores rarezas del fantástico ibérico. Un film que comparte varios puntos en común con La Casa De Las Ventanas Que Ríen y, por extensión, con todo ese cine cuyas narraciones se ocupan de la visita de un protagonista a un pueblo donde suceden cosas raras y la gente se comporta de maneras poco ortodoxas: Carnival Of Souls, U Turn y Twin Peaks son los más afamados ejemplos de estas pedanías en las que sus vecinos comen la sopa con tenedor y saludan diciendo Adiós, Muy Buenas.

Aquí el sosías de Francis Lorenzo Tony Isbert es un artista que viaja a Garum y no es llegar al pueblo y ya hay un señor que es capaz de desplazarse más rápido a pie que él en su Renault 5. Últimos kilómetros de la comarcal y una autoestopista se le ha desnudado en lo que tarda un plano-contraplano en darse. Ni dos horas en Garum y una amistad suya que allí reside resulta que ha muerto y su señora y su hija se le insinúan durante el funeral. Garum es un lugar raro, si no suspendido al margen de la racionalidad que rige el resto del mundo muy de hacer caso omiso de esos parámetros de normalidad; y esto es porque allí operan logias de demiurgos, súcubos, demonias y sindicatos de brujas. Por haber hasta hay una bruja freelance que dice ser el demonio en persona, flipa. Tony Isbert se pasa toda la película de una revelación mitológica a otra y de coño en coño, pues sólo queda libre de compartir tálamo con él el mecenas que va en silla de ruedas. Y el espectador confuso todo el rato entre lo que son ensoñaciones, lo que ocurre de verdad, a santo de qué resucita la gente y qué pactos le ofrecen unos y otros a Isbert, pues entre demiurgos, brujas y demonio ahí no queda nadie por tentarle con promesas de inmortalidad y similares pero de unas maneras un tanto confusas.

Una película de la que decir que se queda en curiosa es quedarse corto. Rollo Alain Robbé Grillet filmando La Novena Puerta en el Tibidabo.