La mujer es un buen negocio (1977)

Poco se habla del papel fundamental desempeñado por el feminismo dentro de la filmografía de Manolo Escobar, pese a que, efectivamente, en todas las películas donde participó -aquí apurando su etapa cinematográfica- el cantante de El Ejido orbitó siempre sobre dos ejes temáticos: el ensalzamiento de la música -especialmente la copla y la rumba- y la reivindicación del empoderamiento de la mujer -sobre todo las mujeres guapas-. Sin ir más lejos, aquí la protagonista se pluriemplea y se basta ella sola para mantener económicamente a todos los miembros de su familia -la madre, padre y hermano- mientras ellos se pasan todo el día sin dar un palo al agua.
En el papel homónimo de un dicharachero limpiabotas al que le gusta cantar, y a quien su mejor amigo Pepe convence para crear un emprendedor proyecto de paseos en burro, Manolo está arropado, en lo que respecta al mujerío, por la cantante y actriz (y pareja del director) Didi Sherman junto a la vedette portorriqueña Iris Chacón -que se luce con la versión tropical y destapada de 'Muchacho barrigón, pan y chocolate'- o la estrella del cine mexicano (mérito sumado al de ser madre de Espartaco Santoni) Teresa Velázquez, a la que Jean-Paul Sartre consideró la mujer 'más insoportablemente femenina'.
Únicamente por ver a Manolo Escobar aprovechando el interludio musical de 'Soy soñador' para fantasear que es un hippy rociero después de fumarse un porro, declaro de obligatoria visión esta joya tan extravagante, colorida e incalificable sazonada por las intervenciones -algunas de cariz surreal y russmeyeriano- del Ballet Zoom creado por el mismo Lazarov.
Tampoco falta la troupe de algunos de los extraordinarios 'secundarios' de aquel cine español: Antonio Garisa, Juanito Navarro, Quique Camoiras, Mary Santpere, Maria Luisa Ponte, Emilio Laguna o Antonio del Real.
'La mujer es un buen negocio' es el único largometraje que dirigiría el productor de televisión Valerio Lazarov, y el bailoteo alucinógeno en la mayoría de los números musicales dan buena constancia de su reconocible look zumbón.