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I Blame Society (2020)

I Blame Society
84 min.
5,4
91
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Tráiler en inglés
Sinopsis
Una cineasta con dificultades se da cuenta de que la habilidad para hacer una película es la misma que para cometer el asesinato perfecto.
Género
Comedia Thriller Terror Falso documental
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
I Blame Society
Duración
84 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Premios
2021: Premios Independent Spirit: Nominado al Someone to Watch Award
4
Crítica de I Blame Society por Cinemagavia
*Continuación decepcionante

Tras su prometedor corto como directora Kiss Kiss Fingerbang de 2015, I Blame Society resulta decepcionante. Es una ópera prima que falla claramente en ciertos aspectos conforme avanza el metraje, y que intenta transmutarlas en golpes satíricos sin un objetivo claro. Su título identifica un problema amplio y el guion se inclina a reducirlo al paternalismo en la industria del cine. Tenemos un puñado de comentarios autorreferenciales más que un cuestionamiento de su propia existencia como película. Las consecuencias que afronta una cineasta tan ansiosa por hacer una película que llegue a aceptar cualquier idea que tenga a mano, sin importar las consecuencias o el nivel de la misma.

En su anterior trabajo, el cortometraje, contó con la ayuda de dos talentosos protagonistas, Anton Yelchin y Kate Lyn Sheil. El largometraje se sustenta principalmente en las dotes de actuación, bastante más limitadas, de la propia Horvat. Adopta, y exagera, el aire aficionado imitando un documental rodado por la propia mano de la creadora. Nos lo hace más explícito aún, en un guiño cuando el director de fotografía le entrega una cámara y explica los conceptos más básicos. Esa conciencia de ser un producto inferior en muchos aspectos técnicos, no hace que el visionado sea más agradable.

Gillian Wallace Horvat interpreta a Gillian, cuyo sueño de ser realizadora de cine se ha estancado. Sus cortos han atraído algo de atención, pero su representante la abandona tras decidir que el guion propuesto para su largometraje no se puede vender. Desesperada por hacer una película, vuelve a una estúpida idea que su novio Keith, Keith Poulson, repudia. En algún momento le sugirieron que sería una buena asesina, y ella lo tomó como un cumplido. Ahora intenta hacer un documental sobre cómo podría ir esa carrera alternativa. Desafortunadamente, su extraño proyecto acerca de esa posibilidad comenzará a resultar menos hipotético y más cercano a lo afirmativo.

*La industria nos señala las fallas

Las dudas de Gillian sobre la industria se ven confirmadas por una reunión divertida y vergonzosa al mismo tiempo. En ella conocemos a dos prolíficos hermanos productores, cineastas independientes que hacen crecer un imperio al apropiarse del talento que los rodea. Todos hablan de inclusión, empoderamiento e intersexualidad, aunque en el fondo no les resulte más que una cortina de humo interesada. Otros personajes mantienen sus nombres reales, pero aquí Horvat permite a los espectadores trazar sus propios paralelismos, aunque no deja demasiado a la imaginación. Los hermanos le ofrecen a Gillian una oportunidad que seguramente los beneficiará más a sí mismos que a ella. Aún así, ignorando la posibilidad de que su falta de éxito tenga algo que ver con la escasez de buenas ideas, se lanza al grotesco proyecto.

Con una variedad de cámaras digitales de gama baja para filmar sus hazañas, Gillian se transforma en equipo de rodaje completo, vagando por Los Ángeles e intentando imaginar cómo será el proceso de creación de un asesino. Intenta comenzar una cadena de pequeños delitos, como un proyecto de condicionamiento que tampoco tiene demasiado sentido. El último de esos intentos deja muy claro que a Horvat no le importa la credibilidad que pueda tener este proceso en los espectadores.


De repente está matando gente, con una sucesión de escenas inverosímiles. El concepto de una persona que comienza a matar en busca de fama o éxito creativo no es nueva. Desde Un cubo de sangre de Roger Norman en 1959 hasta películas muy cercanas, la mayoría de los predecesores de esta película han dado más sentido a los métodos y motivos de los protagonistas. Eso por no mencionar la elaboración de historias que ofrecen mayor suspense, terror u otros géneros.

*Lo absurdo no resulta cómico

A medida que Gillian avanza de una víctima aleatoria a la siguiente, I Blame Society ofrece algún indicio de ese humor absurdo que logró en Kiss Kiss Fingerbang, pero que no termina de resultar bien aquí. El escenario de los asesinatos se repite, con todo un escenario listo para la grabación. La broma puede provocar alguna sonrisa entre dientes, pero es otro indicador de que el guion carece del trabajo necesario antes del comienzo del rodaje. La sensación de improvisación dentro de la película es un reflejo demasiado exacto del proyecto real.

En todo momento la narrativa trata de mostrar, descaradamente, que es consciente de las críticas que le lloverán a I Blame Society. La propia Gillian lo expresa directamente en algún momento, incluso mirando a cámara. Más repetitivas son las quejas que provienen de personajes cuyas tendencias problemáticas pueden hacer que sus opiniones sean discutibles. Hay un intento de mezcla extraña para demostrar que estas quejas incluso en boca de imbéciles pueden seguir siendo pertinentes. Llegado cierto momento no sabemos si resultan más acertadas las reflexiones que la creadores nos induce a tomar como correctas, o algunas, que de manera accidental, acaban señalando los defectos de su producción.

*Intención final

Brutalmente honesta y enojada, Gillian Wallace Horvat intenta convertir su película en el equivalente cinematográfico a cuando la respuesta a una pregunta de cortesía es romper las reglas de la corrección y en su lugar gritar la verdad incómoda y sin adornos. I Blame Society apenas se las arregla como proyecto aficionado rodado en una noche de campamento, es mucho mejor como una forma de crítica al cine, o performance ingeniosa que como película. Signo de la deriva cinematográfica en los últimos tiempos, dar más importancia al mensaje que a la imagen.

Escrito por Juan Avilés Torres
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
I Blame Society (Gillian Wallace Horvart, 2020)
Película de metraje encontrado de bajo presupuesto que está dirigida, protagonizada y coescrita por la responsable del corto Kiss Kiss Fingerbang (2015), la cual firma su primer largometraje, también protagonizado por otros nombres como Keith Poulson (Lost Holiday, 2019), o Chase Williamson (Lucky, 2020).

Una cineasta con dificultades se da cuenta de que la habilidad para hacer una película es la misma que para cometer el asesinato perfecto.(FilmAffinity)

La película cuenta con un presupuesto muy escaso que provoca que las escenas de muertes sean mucho menos explícitas de lo que uno espera, por otro lado, se ha sabido suplir esto con cierta solvencia, mediante una trama sórdida y divertida aunque algo reiterativa, que mezcla una comedia contenida con elementos de terror, que recuerdan, salvando las distancias, a la destacable Detrás de la Máscara: El Encumbramiento de Leslie Vernon (Scott Gloserman, 2006). Las actuaciones resultan en el principal punto débil de la cinta, con una protagonista que cumple, pero que se queda sola con unos secundarios con actuaciones bastante pobres.

I Blame Society es una pequeña propuesta que sin mostrar nada nuevo ni sorprendente, mantiene al espectador entretenido con un humor ácido que está presente en un film que hace más de lo que se suele poder hacer con el presupuesto que maneja.

Nota personal 6/10
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