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Cenizas y diamantes (1958)

Cenizas y diamantes
98 min.
7,3
2.364
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Sinopsis
En Polonia, concluida la Segunda Guerra Mundial, la situación política y social es caótica. El idealismo cede el paso a diversas formas de anarquía y extremismo. El protagonista, un joven que milita en un grupo ultranacionalista, recibe el encargo de asesinar a un importante comunista; pero, cuando el joven encuentra el amor, en pocas horas sus certezas comienzan a convertirse en dudas. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Bélico Romance II Guerra Mundial Amistad
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Polonia Polonia
Título original:
Popiól I Diament
Duración
98 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Trilogía de la guerra de Andrzej Wajda
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Premios
1959: Festival de Venecia: Premio FIPRESCI
1959: Premios BAFTA: Nominada a mejor película y actor extranjero (Cybulski)
9
La edad de oro
Como "Johnny Guitar", "Cenizas y diamantes" es una película cargada de tensión del primer al último fotograma y también comparte con ella una concisa unidad temporal, en este caso el lapso que va de una mañana al amanecer del día siguiente. En tan pocas horas se nos cuenta, como también era el punto de partida de ese Hitchcock primerizo llamado "El agente secreto", la terrible historia de un hombre cuya misión es matar a otro, ahora en el marco muy determinado de un país, Polonia, que se revela tremendamente dividido tras liberarse de la ocupación nazi.

Durante los primeros minutos del film uno tiende a pensar que, con el fin de entender mejor qué ocurre y por qué ocurre, debiera conocer previamente con algo de profundidad la peculiar coyuntura política en la Polonia de la época, que la propia película da por supuesta. Sin embargo, más tarde uno también comprende que, en última instancia y como sucede también con el neorrealismo italiano, el gran valor de la obra es que trasciende la crónica histórica —de gran importancia por si misma— para desembocar en los "eternos" dilemas morales del hombre. El ejemplo, una vez más, que cuanto más local, más universal.

El estilo visual de Wajda se convierte en el mejor cómplice para su atormentado retrato. Un estilo barroco, con reminiscencias expresionistas, lleno de atmósferas asfixiantes a partir de un uso muy marcado de la profundidad de campo y con tendencia a buscar imágenes simbólicas, como caballos blancos o cruces boca abajo. A este ahogo existencial contribuye la interpretación de Zbigniew Cybulski, el llamado "James Dean del Este", cuyos gestos espasmódicos pueden recordar también al Paul Muni de "Scarface" y le convierten en prototipo del (anti)héroe trágico.

Pero "Cenizas y diamantes" y su director son solo la punta de lanza de una auténtica edad de oro del cine polaco de entre finales de los 50 y mediados de los 60 —la llamada "escuela polaca de cine"— inmerecidamente menos conocida y valorada que otros movimientos coetáneos como la "Nouvelle Vague" francesa o incluso el "Free Cinema" británico. Así, cabe destacar a Wojciech Has, quien entre otras tiene una película con muchos puntos en común con "Cenizas y diamantes", la no menos extraordinaria "Szyfry" ("Los códigos"), y Andrzej Munk, autor de la inacabada aunque deslumbrante "La pasajera".
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75 de 81 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
El cine de las sábanas blancas.
Estupenda y expresionista (laberínticas angulaciones, claroscuros, profundidad de plano y espacios cerrados) realización de Wajda, que configura una cinta sorprendente por su manejo de elementos casi antagónicos: la violencia de la introducción –seca, dura-, por ejemplo, y la propia temática política de la cinta contrastan poderosamente con el núcleo del film, en el que el director polaco nos endiña una alegoría de la Polonia de la época a través de un tono caricaturesco que se arrima al calorcito, casi, de un naturalismo lírico inusualmente amable -algo así como si en La regla del juego de Renoir se explicitara el colaboracionismo que habría de llegar con metralletas respirando fuego. Quedaría "raro raro raro", como poco, entre tanto juego de puertas, tanto romance inane y tanta carrera-. Así, la banda sonora, las interpretaciones alocadas, la colocación de personajes como un fresco de rostros embotados y casi primeros planos superpuestos…, todo eso remite a la sensación de broma deforme (a ratos italiana, a ratos francesa; nunca polaca) y al absurdo que supone el reparto de un país después de una guerra (con la repartición de Postdam que se les venía encima, podemos entender el irónico desencanto de esa desafinada polonesa de muertos vivientes del final del metraje).

Por lo demás, el juego de contrastes de la fotografía, la distribución en el plano de elementos con clara y recargada intención simbólica (las absurdas situaciones, los objetos, los personajes… con esa camarera que opera el cambio en el protagonista, ofreciéndole la posibilidad de cerrar heridas y vivir, simplemente vivir, sin el peso del pasado), se suceden en un trabajo visual impecable que explica la decepción del protagonista con su forma de vida; una forma de vida que le exige mezclar el rojo de su sangre con el blanco de unas sábanas. Quizás para recordarle, así, la obligación de asumir que con los comunistas acechando para él lo primero es la bandera de Polonia. Y que el resto es secundario.
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40 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
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