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Fuego mágico (1955)

Fuego mágico
120 min.
5,4
26
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9
La fuerza arrebatadora de un creador
Magic fire (Fuego mágico) es una película producida y dirigida por William Dieterle en 1955. ¡Cómo afrontar la exquisita belleza de imágenes que Fuego mágico nos ofrece! Desde la interpretación, la puesta en escena, las impactantes coreografías dentro y fuera de los escenarios, o quizás, desde las (en muchas ocasiones) épicas imágenes propias del romanticismo arrebatador donde la fotografía de Ernest Haller nos brinda a lo largo del metraje la estructurada asunción del realizador, evocando en su trabajo, en un magnifico trucolor, la evolución y la obra de Richard Wagner (Alan Badel).

El relato de los acontecimientos nos pone en el punto de partida de un joven Wagner dispuesto a mostrar las dotes artísticas desde la fuerza arrebatadora de un creador; fuerza que, en la búsqueda de una salida profesional, no se muestre resignado ante la inicial negativa con la que tropieza mostrando su enérgico enfado ante los avatares. Solo la casualidad le otorgará al decidido compositor a cambiar su destino.

Decidido y confiado de su obra musical, nuestro protagonista evoluciona en sus metas hasta llegar a París, donde un esquivo Meyerbeer (Charles Regnier) reticente al elogio, asiente sin más, la calidad del joven que tan impetuosamente pretende abrirse paso. En este punto Dieterle nos muestra el delicado entramado artístico perfectamente hilvanado entre argumento, música, fragmentos seleccionados y coreografías como en el caso de El holandés errante, que le llevan a conocer al gran Franz Liszt (Carlos Thompson) y su hija Cosima (Rita Gam) que de manera inequívoca influirán poderosamente en el destino del compositor.

La cronología de los acontecimientos tan correctamente demostrados en el film, nos acerca no solo a los diferentes estrenos de algunas de sus óperas más importantes, sino a las diferentes acciones extramusicales que de alguna manera influenció puntualmente en perjuicio de su carrera artística a lo que hubo de sobreponerse siempre confiado en su propio destino así como en su obra donde todo confluía al servicio del correspondiente libreto, la puesta en escena y la historia narrada, acciones que Wagner asumía debido a su concepto de arte total.

Los diferentes viajes, estrenos y necesidades pecuniarias para poner en escena sus óperas encontró aliados y detractores: entre los aliados el rey Ludwig de Baviera o la rendida enamorada Mathilde Wesendock; entre los detractores el Ministro von Moll (Frederick Valk), o el afamado Meyerbeer quien en su momento puso en duda la idea del ‘leitmotiv’ como elemento imprescindible en las óperas de Wagner; todo un conjunto de contratiempos que dificultaron los resultados finales de las inmortales creaciones durante su agitada vida creativa, resumido en la portentosa El anillo de los nibelungos, la culminación de su obra, a la que Dieterle pone el broche final en una escena memorable, trágica, épica y desgarradoramente romántica rodeada por el intenso simbolismo del ocaso que inunda la estancia del adiós.
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