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Principiantes (1986)

Principiantes
107 min.
5,6
515
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Tráiler (INGLÉS)
8
Bowie y lo social
Tras ver las otras tres críticas y estando de acuerdo en torno al pastiche, que por otra parte me parece maravilloso y vibrante (gusto personal), creo que la película tiene una dimensión histórica y social que va mucho más allá del contexto de la industria musical y la promoción en la década de los 80. Tampoco es un homenaje evidente hacia una época, los años 50, al estilo de la por otra parte genial Grease. De hecho la ambientación y caracterización de los personajes incurre de forma ostensible y descarada en una cultura pop de consumo, que ya fue criticada de anacrónica y gratuita en su día. También las actuaciones son superficiales, si bien la belleza rabiosa de Patsy Kensit y la brillantez de las coreografías son suficientes para atrapar al espectador en el coral conflicto de pasiones desatadas de este film, a ratos almibarado, pero con un leve regusto a un cabaret berlinés de la impactante Berlin Alexanderplatz (1980) de Werner Fassbinder, si bien a años luz de su profundidad y subversión geniales.

No obstante, es también el resultado de la fidelidad a un tipo de películas costumbristas nacidas del estilo del West End londinense, resultando este film de culto en un irrepetible canto de cisne y un inigualable homenaje, éste sí, a la industria británica del musical y el cine que habían representado los londinenses Ealing Studios en la posguerra mundial, con infinidad de títulos y grandes actores tristemente fagocitados por la industria hollywoodiense. Todo engrandecido por la feliz ocurrencia de tener a Bowie como maestro de ceremonias, aunque sea con sus breves apariciones. Vista en 2017, con una participación del astro del glam que la revaloriza increíblemente junto a una genial banda sonora, supone una apasionante recreación del alma conflictiva de Londres que te golpea en el ojo; eso queridos lectores se llama Arte, y con mayúscula.

El propio Bowie, con tanta sensibilidad como ganas de promocionarse y hacer caja (lo cual no les salió bien del todo), había crecido en el Londres suburbial de clase obrera, nada menos que en Brixton, más conflictivo si cabe que el Notting Hill que se muestra en la película. En alguna entrevista, con sus esporádicos accesos de afilada lucidez entre los efluvios narcóticos de los 70, Bowie hacía referencia a la destrucción de la vida en los barrios por culpa de la especulación inmobiliaria, reproduciéndose episodios de conflictividad y vidas rotas en el patio trasero de la Inglaterra pop. Él mismo se abrió camino en ese lugar inhóspito con toneladas de trabajo, actitud, descaro y cocaína, en un mundo dominado tanto por la eclosión artística como por la corrupción y la intolerancia. Frente a ello, había una nueva sociedad multicolor que rugía por romper sus moldes. A este respecto, la película está llena de notas históricas relevantes, como la referencia a la americanización de los gustos y las artes, o a la desvirtuación de la sociedad de clases británica en los barrios populares de posguerra.

Basada ligeramente en los disturbios de 1958 en Notting Hill (los primeros motivados por odio racial en Gran Bretaña), es también una mirada crítica e inteligente, que deja al desnudo las mentiras que se han dicho sobre el multiculturalismo. No es nada ingenua en el retrato de la ignorancia populista de los supremacistas blancos, vacíos de coherencia ideológica más allá del odio fustigado por la frustración de clase, en un barrio totalmente manipulado por la opresión que ejercen los hombres de negocios sobre la clase trabajadora con independencia de raza, cultura o religión. Dicha opresión tiene como imágenes especulares el drama sentimental por medrar en el showbusiness de los protagonistas, y la batalla final donde son los propios habitantes quienes destruyen su forma de vida por intereses de otros. Como detalle, la frase que dice uno de los personajes negros, "This is England", en medio de los disturbios para defender que también es su país, bien pudo haber motivado el afamado film homónimo de Shane Meadows sobre los Skinheads en los 80.

La virtud de esta película es cómo retrata y perfila toda esta complejidad con pinceladas simples y directas de color y música, lanzando sin embargo un mensaje profundo que a servidor, le transporta directamente a los disturbios de Croydon (Londres) en 2011, o los que hubo en fechas cercanas en París; o al auge del populismo (o fascismo reinventado) en nuestros días... y mucho más cercano y sencillo de comprobar en cualquier capital europea (Barcelona y Madrid también), a la gentrificación, una consecuencia cruel e implacable de la sociedad desigual que sigue avanzando, arrebatando espacios a la cohesión social, y que esta película refleja para iluminación de generaciones pasadas y venideras. El racismo o la estética, en el fondo son temas superficiales en una película que quizá marea demasiado con su fulgor ochentero de colores ácidos y pastel, pero que es sin duda un diamante en bruto sin fecha de caducidad.
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11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
NOCHES DE SOHO Y NOTTING HILL
Londres, finales de los años 50. Los Beatles todavía no existen, la alta costura empieza canviar de gris a colores más vistosos, la música y el baile reinan las calles de la ciudad y los Teddy Boys se dan a conocer como una nueva tribu urbana dispuesto a barrer los barrios dejándose llevar por su ademán gamberro y descarado.

En medio de esa vorágine una joven pareja intenta disfrutar al máximo de ese ambiente de euforia impuesto. Ella, Suzette (Patsy Kensit) es modista e intenta hacerse un hueco en las mejores pasarelas de Londres; él, Colin (Eddie O´Connell) fotógrafo por pasión y profesión intentan sobrevivir a esa oleada que unos pocos aprovecharán y se aprovecharán para salir beneficiosos. Pero surge la ruptura entre la pareja cuando cada uno por su lado busca su modo de arrojarse en brazos de la fama. Ella se promete con un ambicioso modisto (James Fox) y él se deja convencer por un enigmático publicitario (David Bowie). Mientras tanto el Notting Hill se convierte en el centro de pillerias y saqueos por parte de vándalos demasiado bien trajeados.

En ese marco histórico el realizador Juilien Temple, todo un especialista en realizar notables documentos musicales como “The Great Rock N´Roll Swindle” (1980) y “La Mugre y la Furia” (The Filth and the Fury, 2001) con los Sex Pistols , “Joe Strummer: Vida y Muerte de un Cantante” (Joe Strummer, the Future is Unwritten, 2007) enzarzó un pastiche de piruetas, bailoteos amenizados por una historia de amor con dos seres separados por designios del destino en medio de una gran y bulliciosa ciudad como Londres. Entre los secundarios intervienen David Bowie (autor del tema principal del film), la cantante anglo nigeriana Sade Adu, el vocalista de punk-rock Edward Tudor-Pole (famoso por sus muecas que lo afean más de lo que es) y el excéntrico actor Steven Berkoff (habitual secundario en algunas películas de Stanley Kubrick) y que se recrea en la magnífica caricaturización de Oswald Mosley, el que fuera fundador y líder del Partido Nazi Inglés.
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6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
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